"No hago literatura de convencidos para convencidos"

La escritora Belén Gopegui aborda el tema de la política en la novela en una charla organizada por una librería de barrio en Valencia

Eva Fndez., Belén Gopegui y Miguel Morata

Los viandantes paran frente al escaparate. Las personas del interior de la librería están quietas, miran hacia el techo como recibiendo lluvia. Sólo cuando los curiosos se fijan un poco, se dan cuenta de que la pequeña Librería Primado (Valencia) está acondicionada con un altillo desde donde, hoy, Belén Gopegui, joven y prolífica novelista, habla a un llenísimo auditorio. Esta lluvia no es pasajera ni efímera ni se evapora: esta lluvia es de palabras que calan.

Tras la debida presentación del librero Miguel Morata, que agradeció a la escritora acudir por fin a compartir unas palabras con los asiduos a la librería, comenzó una charla improvisada y sin rumbo fijo. La Literatura, invitada imprescindible en la reunión, fue la protagonista. Gopegui, cuyas novelas como El Padre de Blancanieves o Lo real huyen de tópicos en contenido y continente, tachó la literatura española de estereotipada y previsible, lo cual, dijo, nos deja indefensos ante la realidad.

Esa realidad, hostil según la escritora de declarada tendencia marxista, es la que intentan desgranar sus novelas. Sin embargo, hablar del capitalismo o de la lucha de clases sin caer en clichés no es tarea fácil en el panorama novelístico español. Uno de los dilemas de las escritoras es en qué medida puedes escribir y pensar separada de la idea de quien te publica el libro, aseguró Gopegui. Su compañera de mesa Eva Fernández, autora del reciente libro titulado Inmediatamente después, aportó al debate la convicción de que hay que posicionarse para poder escribir una no­vela. Ella lo hizo conluyendo que lo que quería era denunciar el capitalismo, por lo que su novela salió casi panfletaria; declaración que encendió un interesante y extenso debate sobre la política en la novela. De hecho, Un pistoletazo en medio de un concierto, el ensayo en el que la propia Gopegui defiende que toda literatura es ideológica, se había regalado un poco antes en la entrada de la librería. Cargadas de razones, comenzaron las intervenciones. Sorprendió un largo e inabarcable monólogo de un profesor de literatura, sólo interrumpido por una de las personas que escuchaban desde abajo y que, dirigiéndose al altillo, gritó: Pero, ¿quién decide qué es literatura y qué no?, en alusión a la separación entre novela y panfleto.

El ambiente comenzaba a tomar cuerpo. Gopegui nombró un gran libro político que no lleva la etiqueta de político: Conversación en la catedral, de Mario Vargas Llosa. La escritora se sintió obligada a añadir: lo escribió cuando era rojo, pero luego se atrofió. Aún así, siguió, es un libro en el que se aprecia el discurso de la derecha. Sin embargo, también se habló de la homogeneidad temática de las novelas de izquierdas. Yo puedo escribir la historia de amor más roja del mundo, dijo Belén Gopegui tras animar a no dejar terreno al enemigo hablando siempre de temas políticos y reiterando, una vez más, que toda novela es política. A la pregunta de cómo se salva ella de la atomización temática, la escritora dijo que ella no hace literatura de convencidos para convencidos. Y añadió: Si ellos aplican la etiqueta, que la apliquen. Pero no caigamos nosotros en la trampa.