La materia de este diccionario es el paro, término de semántica algo viscosa que designa un producto característico de la factoría capitalista global. Se trata de una herramienta destinada a desmontar (o deconstruir) esa espuria estructura discursiva con la que políticos, economistas, empresarios e ideólogos a sueldo, enmascaran la realidad de un drama humano.
El paro constituye la principal preocupación de la ciudadanía española. Exceptuando ciertas privilegiadas minorías de los ámbitos empresarial y gubernamental, es difícil encontrar hoy una familia que no tenga alguno de sus miembros sometido por alguna forma de precariedad laboral. Cada vez hay más hogares donde, aunque todavía se vive con desahogo gracias a los ingresos de los cabezas de familia, los hijos están en paro y no encuentran un terreno sólido sobre el que asentar un proyecto de desarrollo y emancipación personal. En los casos más lacerantes, el desempleo afecta a quienes constituyen la fuente principal de ingresos, configurando una amplia gama de situaciones de pobreza y desarraigo social.
A estas alturas del experimento neoliberal iniciado hace tres décadas, la insoslayable evidencia permite anotar entre sus méritos el haber configurado un modelo de sociedad donde la gente no puede contar ya con la seguridad de un empleo fijo. Circunstancia que admite diversas interpretaciones. En términos macroeconómicos, un millón de desempleados no es más que una cifra inscrita dentro de un conjunto general de números susceptibles de toda clase de especulaciones metafísicas. Mas quien se atreva a descender a los infiernos de la microfísica humana se encontrará con un millón de dramas personales.
Los gobiernos que aplican a rajatabla el catecismo neoliberal practican de forma deliberada una política de avestruz. Prefieren refugiarse en la premisa ideológica de que el paro es el resultado de una opción voluntaria de cada individuo. Según la ortodoxia doctrinal de moda, el mercado tiene una capacidad cuasi infinita para ofertar empleos sobre todo de carácter degradante y si alguien los rechaza es su problema. Por lo tanto, no es necesario mantener un sistema público de protección en caso de desempleo. La acción gubernamental debe limitarse al desmantelamiento del Estado del Bienestar y al continuo maquillaje estadístico del censo de desempleados.
Claro está que, además, hay que convencer al pueblo soberano de que, gracias a esa política, vivimos en el mejor de los mundos. Es sabido que la dominación se ejerce fundamentalmente a través del poder del látigo, pero este poder se refuerza de manera notable cuando, tras el latigazo, se le hace creer al azotado en las virtudes de la fustigación.
Por ello, para disimular la flagrante antinomia existente entre el interés general y la acción del gobierno, sus voceros difunden un discurso construido a base de patrañas. Así, cuando se dictan medidas que favorecen a los depredadores de la riqueza social, el discurso políticamente correcto no tiene el menor reparo en adscribirlas a la benemérita política de creación de empleo. En consecuencia, los decretazos que recortan o anulan los subsidios de desempleo habría que entenderlos como una salutífera expresión del principio «quien bien te quiere te hará llorar».
Este discurso bastardo se estructura a través de una serie de falacias de gran efectividad propagandística. Resulta asombroso ver cómo se silencia el auge de la estrategia empresarial de reducciones de plantilla, mientras que, con el mayor descaro, se vincula el desempleo con la vagancia.
La gente es mucho menos tonta de lo que se podría deducir escuchando a los ministros. Cada cual sabe dónde le aprieta el zapato y no se cree gran cosa de lo que dicen los partes oficiales. Sin embargo, no siempre se tiene a mano la respuesta adecuada para desmentir cada elemento del caudaloso torrente de majaderías ideológicas.
El Diccionario del paro... (José Antonio Pérez, Ed. Debate) es una herramienta destinada a desmontar (o deconstruir) esa espuria estructura discursiva. Su diseño se inspira en el mismo concepto que los juegos de llaves de bocas múltiples utilizados para actuar sobre aparatos mecánicos. De manera similar, esta colección de dicciones permitirá al usuario «aflojar las tuercas» del cuento neoliberal de la lechera con relativa facilidad y autonomía.
La diversa índole de las categorías terminológicas incluidas en la obra, así como la convivencia de voces españolas y extranjeras, conforman un conjunto heterogéneo que tal vez resulte poco grato a los amantes de la pureza lingüística. No obstante, refleja el mestizaje característico de los tiempos que corren. El punto de partida es la serie de términos económicos y políticos asociados a la esfera del trabajo. Asimismo, dadas las implicaciones medioambientales del incremento de la actividad industrial, que algunos consideran un remedio contra el paro, se incluyen también términos procedentes de la física o la ecología.
Y como no podía ser menos en un mundo sometido a la división transnacional del trabajo, el «juego de voces» de nuestra herramienta ha sido adaptado para dar respuesta a los diferentes calibres de las mentiras ideológicas que arman el discurso de la globalización neoliberal.
Debe quedar claro que esta obra no constituye un diccionario de lamentaciones, sino que su polivalencia se refuerza con la serie de entradas destinadas a desarmar también los discursos del pesimismo, de la resignación y del abandonismo. Por ello, se han incluido ciertas voces que nos recuerdan que en la peripecia humana no hay mal que cien años dure, y que en su momento la clase obrera supo dotarse de instrumentos de respuesta contra la injusticia.
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