Mientras comienzo a escribir este artículo TVE me deleita con un partido de Rafa Nadal en directo a través de su web, otra de las cosas legales para las que sirve tener una amplia conexión a Internet.
Ilustración de Miguel Martínez-Losa
El nombramiento de la presidenta (ahora ex) de nuestra versión patria de Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas como nueva ministra de cultura ha levantado ampollas en la comunidad internauta pero probablemente también lo haya hecho en otros ámbitos de la cultura. Por un lado la posición radical que esta señora ha tomado desde que tiene voz y voto en el audiovisual español contra las redes de P2P basándose en el desconocimiento y la demonización no hacen que parezca la persona más adecuada para tratar de legislar las lagunas respecto a las nuevas formas de descarga legal e ilegal de contenidos; y por el otro se trata de una persona de cine tremendamente concienciada con el mismo, pero de la que se desconoce el vínculo con el resto de industrias culturales españolas, por lo que se da a entender que su nombramiento es solo un ataque directo a la descarga de audiovisual y no a velar por la cultura en su más amplio espectro.
Declaraciones como: "¿Para qué necesitamos todos una línea de ADSL de no sé cuantos gigas?¿Para mandar e-mails?" dejan en entredicho su capacidad para entender las posibilidades de la red en el día a día teniendo en cuenta que la actual banda ancha del españolito de a pie está entre el 1 y los 20 megas. Obviamente esta señora desconoce que aparte de las descargas ilegales y el correo electrónico, Internet se utiliza para muchas más cosas: dejando aparte aplicaciones que no exigen de demasiada velocidad en la conexión como son las redes sociales, la publicación de contenidos vía blog o comentarios en otros medios digitales. La posibilidad totalmente legal y auspiciada por los propios creadores y cadenas de televisión de ver in streaming contenidos audiovisuales no parece existir para ella, así como que gran parte de los internautas españoles utilizan su giga para ver videos relacionados con las noticias de los principales medios de comunicación, seguir series españolas que se emiten en Internet aparte de en televisión, por el propio interés de sus productores, o ver algunas cuyo único medio de difusión es on line y que si (a duras penas) pueden sacar unos eurillos para ganarse la vida es porque una mayoría de internautas utiliza su mega para entrar en sus webs y justificar la publicidad de que las sustenta.
La creencia de que los problemas del cine español radican en las descargas ilegales no solo está totalmente injustificada sino que desatiende al obligatorio estudio que se debería hacer de cualquier medio de difusión de la cultura antes de criticarlo. Cualquier habitual a las descargas de P2P sabe que la descarga de cine español no solo es poco frecuente sino difícil (puesto que las redes de P2P se basan en la intercambio de archivos y la facilidad con que un contenido se descarga es directamente proporcional a la cantidad de usuarios que lo tengan almacenado en su ordenador).
Por otro lado la proliferación en los últimos años, de las descargas de series americanas cuyos capítulos no se emiten en abierto en nuestro país y, por tanto, de las comunidades creadas por los fans para una única serie (Lostzilla, Heroes Spain...) así como de aquellas que promocionan, en general, sus descargas dejan de manifiesto el gusto del público de la red por lo del otro lado del charco (quizá porque tiene más calidad, quizá porque es algo que nos niega la televisión nacional, quizá porque nos dan el caramelo y luego nos lo quita emitiendo dos o tres temporadas de una serie sin ningún rigor de programación y repitiéndolas hasta la saciedad cuando en su continente de origen ya ha terminado de emitirse después de 10 años en antena). También es cierto que este gusto de los últimos tiempos por descargar lo que se acaba de emitir en países angloparlantes y que no tiene doblaje en español ha reavivado la capacidad del españolito de a pie por ver el audiovisual en vo subtitulada (algo que hace unos años era más bien típico de intelectuales y cinéfilos) y deja, de nuevo, patente la falta de información de algunos actores que han apoyado las ideas de Sinde declarando que no descargan cine por Internet porque se ve muy mal y porque prefieren la versiones originales (cuando para cualquier amante del cine en vo la mayor parte de las veces Internet es la única forma de ver ciertas películas extranjeras y las descargas de pirateos screemer provenientes de grabaciones directas en la sala de cine son escasísimas).
Los opositores de una ministra que (quién sabe si por miedo a que se entrevean en sus palabras nuevas regulaciones de las líneas de adsl o porque realmente carece de iniciativa propia) ha dicho en una entrevista a la Cadena Ser "No vengo a inventar nada sino a continuar un trabajo" desde la Asociación de internautas y de diversos grupos en las redes sociales han llegado a apostar por la posibilidad de solicitar a las redes de descarga que retiren los contenidos españoles con derechos (en general cine y música) de Internet, puesto que el uso ilegal de los mismos es tan bajo que poca gente en la red se quejaría y la ministra se daría cuenta que incluso sin la posibilidad de esas descargas ilegales el cine español sigue haciendo la misma taquilla.
Los más directamente afectados ya se prohibiera la descarga de contenidos españoles en las redes de P2P o ya se redujera el ancho de banda (aparte de todos los amantes de series como Fringe, Flight of the Conchords, The IT crowd, Damages, The Office y un largo etcétera de series que no podemos ver por televisión en España y cuya descarga no afecta en lo más mínimo al cine sino que hace abrir los ojos a unos programadores basureros) serían los nuevos creadores que utilizan estas herramientas para dar a conocer sus obras y los realizadores de cortometrajes que, obviamente, para Sinde, no entran dentro de la expresión cine español (será por eso por lo que no se les hace un hueco dentro de la industria). Si estos promotores (porque lo son) de la cultura no pudieran albergar sus obras en redes de visionado como Youtube se verían obligados a recurrir a un diseñador web que les creara una página propia para colgar sus vídeos. Esto no solo supondría un gasto para ellos sino un recorte en la difusión de sus obras puesto que (como todo el mundo, menos la ministra, sabe) ciertas plataformas consiguen más espectadores que la páginas web oficiales de sus creadores o de sus marcas ( en el caso de la publicidad) y se han convertido en un cultivo de virales cuyo impacto supera con creces a la antigua publicidad de spot. Así como un aumento de negocio para los diseñadores y programadores web que verían multiplicados sus clientes. Pero si la ideas del ministerio pasan por reducir las velocidades de conexión pensando que así van a evitar que los internautas se bajen a miles copias ilegales de Una palabra tuya no solo pierden negocio los creadores audiovisuales en ciernes sino los escritores, los diseñadores, los programadores, los ingenieros de telecomunicaciones y la sociedad entera que se verá de nuevo obligada a ver cosas como Callejeros o Dónde estás corazón.
Aunque si me pongo del lado de la señora ministra y me fijo en el las descargas ilegales todavía se hacen de cine español me pregunto si se sorprendería al saber que una gran parte de ellas llevan un rótulo intermitente en el que se lee esta copia es de uso privado para los miembros de la Academia de la Artes y la Ciencias Cinematográficas de España". Para que alguien descargue cine ilegal alguien debe cargarlo primero.
Este artículo se publica simultáneamente en El aula del desgraciado.
Ilustración de Miguel Martínez-Losa sobre logo de The Pirate Bay.
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