Man on Wire, documental sobre una hazaña

Dicen que la atracción por el vacío es una especie de misterioso imán, capaz de llevar al más cuerdo de los mortales hasta el borde del abismo gracias a un extraño magnetismo suicida compuesto por el pánico y la curiosidad. Parece ser que Philippe Petit es otra víctima de esa atracción, inoculada en su cuerpo desde la más tierna infancia y que desarrolló principalmente a los 24 añitos, cuando le dio un ataque agudo y cruzó subido a un alambre el espacio existente entre las Torres Gemelas, allá por 1974. Hoy viernes se estrena el documental sobre su mítica hazaña titulado Man on Wire.

Al amigo Petit, que jamás de los jamases imaginaría que el escenario de su famosa gesta sería echado abajo nada más y nada menos que por dos aviones conducidos por fanáticos con turbante, se le ocurrió la idea de darse aquel peculiar garbeo por las alturas en 1968, mientras esperaba -seguramente acojonado- el turno para que el dentista le curase el terrible dolor de muelas que padecía. En lugar de pasar el rato leyendo y comentando con los contertulios de la sala de espera las últimas noticias del Hola o del Semana, nuestro sin par funambulista devoró un artículo sobre el –por entonces- proyecto de construcción de las Twin Towers. Tuvo una visión. Sería el primero que, tendiendo un cable de una Torre a otra, atravesaría aquel vacío, virgen aún de osados apasionados por el aliento de la muerte, que siempre los hay.

Durante los siguientes seis años dedicó cuerpo y alma a entrenarse, tipo películas de Rocky aunque sin cuñado pesado dando calor continuamente, mientas seguía con entusiasmo los avances en la construcción de su escenario. En invierno de 1974 partió a Nueva York para ver in situ el lugar de su futura aventura, encargándose durante meses de tomar notas de la estructura, cálculos matemáticos, aplicando la ley de Ruffinni, integrales, que si me llevo dos, y un sin fin más de operaciones matemáticas que dieron lugar a un conocimiento exacto de las Torres Gemelas. Llega a ser en España y seguro que siempre le saldría algo que no cuadrase, una ñapa mal hecha, o incluso menos metros de altura que en los planos…Llegó a colarse ilegalmente en las Torres, todavía desocupadas, y tomar nota de los horarios de los seguratas y los códigos de acceso. Para ser un simple funambulista… Lo mejor es que nadie le dijo nada, ni lo detuvieron por sospechoso. Igual Petit era descubierto por uno de los guardas que le preguntaba: ¿Qué hace usted ahí? Y éste le respondía: Na… Aquí… Y mientras el inquieto aventurero enredaba su dedo entre el pelo pensando alguna excusa creíble, el guardia decía: Ah, vale. Y seguía su complicada tarea mientras tiraba del quinto donuts de la tarde.

El día elegido para emular a Pinito del Oro fue el 7 de agosto de 1974. La noche anterior Petit, ayudado por un hombre que había conocido unos meses antes en la ciudad, suponemos que alucinado con el proyecto del garçon, subió a una de las Torres los 60 metros del cable por el que al día siguiente deslizaría sus pinreles, y que por cierto pesaba 200 kilos. Pasaron la noche colocando el cable, tras pasarlo de una Torre a otra con la ayuda de un arco, creyéndose seguramente por unos segundos el cachas de Burt Lancaster en El Halcón y la flecha. Una vez anclado fue tensado con la ayuda de otros amigos que se encontraban en la otra Torre. Por lo visto el hombre debía ser muy popular en la city y hacía pandilla enseguida.

Al amanecer, no sabemos si con fuerte viento de levante, comenzó su periplo, el cual duró cuarenta y cinco minutos. La gente se quedó asombrada, entre otras cosas porque a la distancia que lo veían no lograban distinguir el cable por el que Petit caminaba, creyéndose la gente que levitaba por el vacío. Ahí estaba el tío, armado únicamente con una pértiga desmontable y mucha sangre fría. Ante el revuelo, las autoridades intentaron hacerle desistir de su proyecto. Le amenazaron con destensarle el cable y más tarde con atraparlo desde un helicóptero, pero al final lo dejaron continuar, no se sabe si por la belleza de lo que estaba mostrando o porque los polis del helicóptero pensaron, mejooorrr lo detenemos cuanto esté abajo, no vaya a ser… Cuando terminó su gesta fue detenido, aunque en breve estuvo en libertad y condenado simbólicamente a repetir la hazaña en Central Park, solo que a la altura de la canasta de minibasket de Torrebruno, para que todo el mundo pudiese disfrutar de su talento pero sin pasar malos ratos.

  Trailer Man on Wire

Philippe Petit ha seguido durante estos años repitiendo su paseo por diversos lugares del mundo, escrito un par de libros, Tratado de Funambulismo y Alcanzar las nubes (To reach the clouds), donde narra su aventura en aquellas Torres que un día fueron el edificio más alto del mundo y libro en el que se basa el documental Man on Wire que se estrena hoy. El documental se divide en dos partes, una es la narración de Petit y, de su novia de la época y de los amigotes antes mencionados, y por otro lado la reconstrucción de los hechos según el director británico James Marsch. Petit está considerado un artista y un poeta a sus 59 primaveras, y se relaciona con gente de la talla de Paul Aster o Werner Herzog. Tan sólo le queda conseguir sacar adelante su sueño de pasear por el Gran Cañón del Colorado sobre un alambre, e igual lo consigue, o igual no, que los sueños, sueños son.