En el nombre del SIDA

Una semana depués de la visita del Papa a África continúan las reacciones a sus incendiarias declaraciones contra el uso del condón. ¿Cómo se comportaría Jesucristo si viviera en este siglo?

El Papa, Benedicto XVI, durante un momento de su discurso en Angola.

Una semana después de que el actual Papa, Benedicto XVI, abandonase su visita a África continúan los coletazos sobre sus polémicas declaraciones.

No era un turista cualquiera, ni siquiera un representante diplomático en son de paz. Llegó el padre de la Iglesia, que somos todos, al continente más pobre y miserable de la faz del reino de Dios, nuestra tierra también, y dejó tras su paso una estela de desesperanza, irresponsabilidad y miedo. Justamente lo que cristianos y no cristianos menos esperan del representante de Jesucristo.

El divulgador científico británico Richard Dawkins calificó este lunes a Benedicto XVI de "ignorante y corto" por sus declaraciones sobre el uso del preservativo en África. Para el científico el sermón del Santo Padre: "podría tener repercusión en la muerte de miles de personas por el SIDA".

Resultó angustiosamente revelador que, tras poner los pies en el suelo del continente, Benedicto "provocara" dos muertes instantáneas: Dos personas fallecieron y otras ocho resultaron heridas al producirse una estampida entre el público asistente al estadio de fútbol de Luanda (Angola).

Y así, con la muerte mirándole a la cara, el Santísimo Padre pedía a gritos más fe ciega y contención total en el sexo. Me niego a creer que Jesucristo, de haber podido pasearse en el siglo XXI por el continente más afectado por la muerte, hubiese permitido hacer apología sangrienta con una enfermedad que afecta, en mayor o menor medida, a todos sus fieles.

Y es que no es lo mismo que el Papa diga aquí, en el primer mundo, que "el preservativo no previene el problema, sino que lo complica aún más", que en el tercero, donde hace mucha más pupita.

Para la mayoría de las personas africanas, con sus rituales y analfabetismo, el hecho de tener SIDA es casi como un castigo divino. Por eso el Papa es doblemente responsable: no sólo por sus declaraciones claramente contrapuestas a la ciencia actual, sino por saber muy bien dónde las hace y el miedo irracional que genera en quien le escuche.

Así, en Europa afortunadamente son cada vez menos las personas que sienten una contradicción entre su fe y su salud. Sencillamente y, gracias a la sociedad de la información, pactan consigo mismos cómo han de llevar su vida íntima: con cabeza, responsabilidad y también con fe, si son creyentes, sin que ambas cosas sean incompatibles.

El Papa, sin embargo, no apuesta por hacer en sus visitas simplemente un discurso de fe (pedirle que se meta en temas de repartición de riquezas sería un milagro a estas alturas), sino que, de repente, se convierte en "doctor honoris causa", en "divulgador científico improvisado" de cómo hacer sexo, algo que rechaza y que no va a practicar nunca.

¿"Humanización de la sexualidad"?, ¿"Renovación espiritual y humana que lleve a un nuevo modo de comportarse"? ¿Es esto todo lo que el Papa tiene que decir frente al SIDA, la enfermedad que llevará a la muerte a 74 millones de personas en 2015? 

Hay que tener mala fe para hablar así en nombre de Dios. Como digo, Jesucristo, de vivir hoy, no lo hubiera consentido. Hablaría en el nombre del SIDA, que es lo preocupa, afecta y mata, y no en el nombre de cualquier otro fanatismo.

También hablaría en sus sermones de paz y amor. Permitiría a los niños y a los enfermos que se acercaran a él. Mandaría a los ricos dar algo de lo que tienen a los pobres. No consentiría avalanchas ni muertes por seguirlo enfurecidamente. Sabría bajarse del 'papamovil' y juntarse con todos. Y quizás -¿por qué no?- también follaría (haría el amor), para mostrar que ese "modo de comportarse" no es algo ajeno al hombre, sino propio de él.

Y lo haría, seguro, con el condón por delante. Usaría el preservativo, básicamente, porque no era un hombre estúpido, pero, sobretodo, para dar ejemplo. Porque Jesús era bueno. Un hombre bueno. Un buen hombre.