Todo el océano desde la “veranda”.

Para quién ha elegido navegar solo, regresar al puerto de partida después de más de 105 días a bordo de un velero en el que se ha dado la vuelta al mundo sin más contacto con otros humanos que esporádicas conexiones a Internet, puede resultar insoportable. Arnaud Boissieres a bordo del Akena Verandas logró ayer la séptima plaza de la Vendee Globe. Cali, (de Calimero) el sobrenombre del navegante francés, merodeó un tiempito antes de cortar la línea, tal vez dudaba si regresar del todo. Las llegadas en esta regata definen a cada competidor, están los que ajustan el paso por meta con las horas de los informativos y se maquean para la ocasión, los que llegan exhaustos con el barco deshaciéndose, y los prudentes que no les importa echar un día más de mar con tal de llegar enteros. Arnaud, con la sabiduría que da el haber sobrevivido a una leucemia en su juventud y en el momento de ver cumplido su sueño, es posible que haya saboreado las últimas horas en soledad y haya decidido dirigir una última mirada al mar desde la intimidad de su “veranda”.

Cali sobrevuela la línea de meta

En todas sus comunicaciones para la organización ha confundido y fundido con buen humor el nombre de su patrocinador, un fabricante francés de balcones y cerramientos, con el barco que le ha llevado por los cuatro océanos que ha visto deslizarse bajo su balcón. La sensación que daba era la de un paseante, un escéptico entusiasta, si se pueden ser ambas cosas, que intentando hacer su regata lo más competitiva posible, no ha dejado de mirar la realidad exterior con cierto distanciamiento.

Su recorrido a bordo de un velero muy probado, un prototipo francés de 1998 que terminó 6º en la Vendee de 2001 y 5º en la del 2005, no ha sido ningún paseo. La pérdida de una vela que acabaría resultando imprescindible, la de su antena, arrancada por una ola brutal en el Pacífico sur o el paso por el Cabo de Hornos a mediados de enero en medio de una tempestad inusual para la época del año en que se celebra la prueba, con olas de 8 a 10 metros y ráfagas de 85 nudos, fueron los únicos daños reseñables.

Y su ascenso del Atlántico en dura pugna con los dos ingleses que le han precedido, con los que navegó “en conserva” desde Nueva Zelanda, el Pindar de Brian Thompson y el Aviva de Dee Caffari, y que por una elección del rumbo demasiado aventurada, les permitió poner millas de por medio, ha sido toda una lección de táctica y esfuerzo, con mayor mérito si se tiene en cuenta la diferencia entre las prestaciones de las tres embarcaciones. Arnaud en sus últimas declaraciones antes de cortar la línea de meta y hacer el recorrido ritual por el canal de acceso al puerto de Les Sables D’Olonne en medio de un ordenado escándalo muy francés, ya avisaba de su intención. Preparará una campaña para estar en la próxima edición con un barco nuevo y competitivo. Candidatos a patrocinarle no le van a faltar.

UN DEDO QUE PRUEBA EL AGUA
Un inglés de pensamiento pragmático y menos elaborado, está a 500 millas de Les Sables D’Olonne. Steve White lleva su Toe in the Water sin alardes y sin errores, es otro navegante que sabe donde está y que se debe hacer. Ni arriesga ni pierde el tiempo. El curioso nombre de su barco lo toma de la asociación que en el último momento decidió patrocinarle, una ONG de apoyo a exsoldados británicos, y su octava posición salvo desastre de ultimísima hora, que será oficial a partir del jueves, le garantiza un puesto entre la élite de la vela transoceánica. Podrá dedicarse a partir de ahora a preparar un proyecto más ambicioso y con un barco más competitivo.

Tres él un norteamericano, un francés y un austriaco cierran la comitiva de esta sexta edición de una regata que ofrece cifras desmesuradas. Rich Wilson, de Boston, 59 años, con récords y millas recorridas en cantidad suficiente para que alguien le ofrezca la nacionalidad bretona, a bordo del Great American III, se encuentra en el paralelo de Canarias y la situación meteorológica le obligará posiblemente a rodear por el oeste el anticiclón de las Azores. Para encontrar la calma, aunque no debe perderla con frecuencia “escucho cantos de monjes, tengo 18 en mi i-pod y los escucho en bucles de 4, y para animarme Bruce Springsteen. No falla.”, Raphael Dinelli, en su cuarto intento en esta prueba, premio merecidísimo a la tenacidad, acaba de sobrepasar el ecuador y lo celebra descubriendo una pequeña vía de agua en la caja de una de sus orzas de rumbo, nada grave pero si otra penuria añadida que pondrá a prueba su buen humor.

Cierra la marcha, todavía en el hemisferio sur, Norbert Sedlacek que sabe que si llega al puerto bretón del que salieron en noviembre 30 marinos, y nada se lo impide de momento, el recibimiento será casi tan emotivo y multitudinario como el que se dio al primero. También se ayuda con el i-pod, Dido, Madona, Amy MacDonald y sobre todo tecno y house en series adecuadas a cada situación de navegación le hacen más llevadero su recorrido. Eso si es navegar acompañado.