Cosas que no suceden siempre

Que una inglesa de 34 años, Samantha Davies, llegue al puerto de Les Sables D’Olone después de haber salido de allí sola en su velero, el Roxy, hace 97 días y recorrer 24.840 millas. Tiempo que ha empleado en darle la vuelta al mundo sin escalas ni asistencia, por los mares más difíciles, inhóspitos y grises de la tierra. Que llegue en tercera posición, detrás de dos maestros de la vela mundial, y delante de otros ocho navegantes, siete hombres y otra inglesa, que sobreviven a los 30 marinos que tomaron la salida, el 9 de noviembre del año pasado.

Smanatha corta la linea, empieza la juerga

Que en los próximos días, tal vez el lunes, alcancen la meta tres navegantes solitarios, Guillemot (Safran), Thompson (Pindar) y Caffari (Aviva), no es normal en la Vendee Globe que las llegadas se realicen tan pegadas, eso indica el nivel de igualdad que la regata ha alcanzado. Que uno de esos tres, Marc Guillemot llegue con el barco en ruinas después de haber perdido la quilla y sus tres toneladas de bulbo en las Azores, deliberadamente semiinundado para que no vuelque, y viendo como el tercer puesto se lo ha birlado alguien con quien lleva alternando posiciones desde que ambos dejaron Nueva Zelanda por la popa.

Nada es normal en la prueba deportiva más larga en el tiempo y el espacio, de las que se conocen hoy. No es muy frecuente que marinos de todo el mundo se preparen durante dos años para inscribirse al año siguiente en algo que algún ingenioso publicista ha dado en llamar el Everest de la vela. Pero un ascenso al techo del mundo dura unas semanas y alcanzar la cima, menos de un día. Estos cobayas, que también eso son, de los estudios prácticos sobre el sueño y la fatiga duermen durante 100 días en intervalos de 45 minutos cada dos horas, y el que completa cinco horas al día lo cuenta como una victoria, el éxtasis.

No es frecuente una prueba deportiva en la que compitan señores de 59 años, Rich Wilson todavía está frente a Recife en Brasil, contra chavales de 33, y en la que se sabe, pero no se dice, aquí también hay secretos, que muchos fuman. Que dentro de esas cajas con comida liofilizada y barritas energéticas también se cuelan cartones de Camel, de Marlboro o de Gitanes.

CORTÓ LA LINEA A LAS 01,41
Si es muy normal que a las 2 de la madrugada de hoy, centenares de aficionados franceses salgan a alta mar, en una ruidosa flota a recibir y jalear toda la noche a la recién llegada. La juerga será larga porque la marea impide que el barco, con sus 4,50 metros de calado, pase por el estrecho canal de acceso al puerto. A las 09,00 horas está previsto el paseo de entrada. La ciudad se viste de domingo y en la luz gris de la mañana bretona montarán la bronca mas gorda que puedan y sepan, y Samantha desfilará a bordo de su barco encendiendo bengalas, atendiendo a la prensa y buscando con la mirada a Vincent Riou, buen amigo y maestro que compartirá con ella la tercera plaza.

Vincent fue el patrón del Roxy en otra vida anterior, cuando se llamaba PRB y ganó la misma regata hace tres años, y también vivió una escena parecida, su PRB había ganado en 2001 con Michel Desjoyeaux al timón, que este año ha sido el primero con el Foncia. Vincent está en Les Sables seco y bien dormido pero se gano el puesto a pulso. La noche de Reyes sacó de su barco volcado a otro participante, Jean Le Cam en las poco acogedoras aguas del Cabo de Hornos. Para lograr salvarle rompió su palo, y a remolque de un patrullero de la Armada chilena alcanzaron Puerto Williams, en Patagonia. Hoy Vincent, Jean, Michel y Roland Jourdain, que también rompió su Veolia casi tocando la puerta, y todos los que abandonaron y merodean por los muelles envidiando a Samantha desayunarán con ella, y le rendirán merecida pleitesía. Hoy para Samantha todo es mágico.

También es muy normal, pero muy inquietante y tal vez triste, que no sea la tercera. Samantha debe esperar 50 horas para que se confirme su puesto. Si Marc Guillemot llega antes de ese plazo se hará con el tercer escalón del podio. Esa fue la compensación que le dio el jurado por perder tiempo al auxiliar a Yann Elies que al sur de Australia se encontraba con una pierna rota a bordo del Generali esperando que alguien le auxiliase. Puede ser que Marc se lo merezca, ha hecho una regata impecable y lleva un barco de impresión y su último tramo está resultando entre heróico y suicida, pero la historia así sería menos bella.