Dos mujeres acosan (con éxito) a dos hombres

A menos de 200 millas de la meta, la navegante inglesa de 34 años Samantha Davies saborea por anticipado su tercera plaza en la regata Vendée Globe a bordo del Roxy. La vuelta al mundo a vela en solitario, sin escalas ni asistencia incorporará, posiblemente este sábado, otra estrella a su reservado y exclusivo firmamento de 48 navegantes que la han completado. Y todavía más reducido es si se tiene en cuenta que será la quinta mujer que lo consigue desde que en 1989 se corrió la primera edición. 

Samantha Davies a un dia del triunfo

Su acoso, festivo y despreocupado pero muy firme en la húmeda realidad del océano, a todos los que la precedían desde que hace 96 días salieron 30 navegantes de Les Sables D’Olonne en la Bretaña Francesa, ha podido con los barcos y los nervios de tipos muy duros. Su última víctima ha sido el francés Marc Gillemot, que a bordo del Safran hizo algo más que lo humanamente posible para dejarla atrás, con el triste resultado de un semi naufragio idéntico al que apartó de la prueba a quién era el virtual segundo, Roland Jourdain.

En las mismas aguas y después de más de 24.000 millas recorridas la máquina se rompió de tanto forzarla. El Safran y el Veolia perdieron la quilla y su bulbo de tres toneladas por el mismo motivo, un golpe con un cetáceo sufrido en aguas más lejanas, el primero al doblar Buena Esperanza, hace casi dos meses, y el segundo cerca de las Malvinas.

La llegada a las aguas más movidas y con oleaje más desordenado del Atlántico norte, y las difíciles condiciones del mar este invierno en la zona del anticiclón de las Azores se unieron a la presión de la competición y al aliento de Samantha en la nuca de Marc. El Safran navega sin quilla ni bulbo de contrapeso con los tanques de lastre llenos, entre seis y ocho toneladas, y la composición de velas más humilde. Lo justo para regresar a puerto sin volcar viendo como en el último momento el resto de los participantes le van sobrepasando y todo el esfuerzo realizado pierde su valor.

Marc y Samantha han navegado pendientes el uno del otro en una regata privada dentro de la otra, más tumultuosa y dispersa. Un duelo de estrategias que puso a prueba dos barcos que sólo se parecen en las mediciones que impone la clase IMOCA 60. El Safran es lo más reciente, innovador y sofisticado que se ha presentado en esta edición; el Roxy  es el viejo y seguro PRB, un barco de diez años que ya ha ganado dos veces la prueba.

Sam, previsible hasta el aburrimiento, ha seguido la ruta más ortodoxa, como una alumna aplicada; mientras, Marc ensayó alejamientos y esfuerzos adicionales que hasta la perdida de su quilla le daban resultado. Han navegado en un pañuelo desde que dejaron Nueva Zelanda por la popa. Ascendieron el Atlántico por rutas alejadas pero con una diferencia que nunca ha superado las 200 millas. Marc el lunes se veía ganador del duelo, el martes náufrago, y desde el miércoles, y gracias al respiro que le dio la meteorología, se considera superviviente. Le toca felicitar a la inglesa.

LA SEGUNDA ACOSADORA SABE LO QUE HACE

500 millas por detrás, la quinta plaza se dirime también entre dos navegantes ingleses: otra mujer de excepción, Dee Caffari (Aviva), y un tronco de hombre con manos como hachas, Brian Thompson (Pindar). De momento Brian va por delante, pero debe tener la misma angustia (si es que su flema británica le consiente ese sentimiento tan latino) que ha sufrido Marc Guillemot, y puede acabar pagándolo. El Pindar no ha tenido ni un solo problema grave, pero ha padecido pequeños contratiempos sin parar, habituales en una navegación tan larga y tan dura que acabarían con la paciencia de cualquier marino. Brian reparaba y se hacía un té.

Dee Caffari navega en un barco preciso y precioso, quizá el más bonito de la flota después del Safran, y uno de los más eficaces, pero arrastra dos condenas. Es mellizo del Ecover, el barco de Mike Golding que perdió el palo en un golpe de viento al sur de Australia. Ese incidente le obligó a contenerse para no sufrir un daño parecido. Y además se impulsa con una vela mayor mal fabricada, mal cosida y mal diseñada. Hace dos meses que repasa, parchea, recose, pega y repega los parches fabricados con otras de sus velas que tuvo que sacrificar, y sobre todo pone buena cara en los momentos en los que se conecta por Internet con la organización de la regata.

Distinta cara pondrá en el momento en el que le ponga las manos encima a su “maestro velero”, que así les llaman. Será cosa de no estar delante. Dee Caffari quiere acabar en la mejor posición posible, sin roturas de última hora que la impidan acceder al club que piensa inaugurar, el más exclusivo de la historia del mundo, un club con un único miembro: ella. Dee será (cuando llegue) la única mujer en la historia de la humanidad que le ha dado la vuelta al mundo navegando a vela en solitario, tanto hacia el Oeste (la dirección “equivocada”, la de Magallanes; lo hizo hace dos años en 178 días), como ahora hacia el Este en esta Vendée Globe. Eso sí es un récord.

LOS DEMÁS TAMBIEN QUIEREN QUE LES QUIERAN

Siguen en regata, saben que su papel es casi el de comparsas pero reivindican su mérito que es mucho. El americano Rich Wilson lleva con mano maestra su Great American III. Todavía frente a la desembocadura del Amazonas y con 3500 millas por delante, su barco de más de diez años sobrevive sin daños aparentes a una situación desordenada de vientos caprichosos y olas pequeñas pero insistentes que le atacan desde cualquier ángulo, con un estoicismo muy de gentleman bostoniano. Sólo se queja de lo poco que duerme.

Tras él, Raphael Dinelli, en su cuarta participación en la Vendée Globe, sabe que acabará y no será el último, y con eso se siente ya muy compensado visto su sobrecogedor currículum. Su palo está impracticable y a la poca marcha de su viejo barco debe unir la imposibilidad de subir toda su vela. Más lentitud, más reflexión, menos comida. Llegará delgadito.

Cierra la regata Norbert Sedalcek, austriaco. Según la información facilitada por la organización, es un ex trabajador de la empresa municipal de transporte de Viena, que un buen día se hartó y se fue a navegar. Es su segunda vuelta al mundo en solitario y su primera como participante en una regata. Él y toda la afición saben que es el último, pero también que 19 marinos con mejores barcos, más experiencia y más presupuesto se quedaron por el camino. Eso le tiene muy tranquilo.