COMO PERRO Y GATA

En la IV edición de la Vendee Globe dos obstinados, inquietos y muy mediáticos navegantes aportan un interés extra a la regata más dura, loca y espesa del calendario de la vela mundial. Marc Guillemot, francés, 50 años, http://www.safransixty.com/blog/, a bordo del Safran, y Samantha Davies, inglesa de 35 años, http://www.roxysailing.com/ patroneando el Roxy, están protagonizando uno de los duelos más bellos en la vuelta al mundo a vela en solitario, sin escalas y sin asistencia. La única prueba deportiva que tiene por escenario todo el mundo, o al menos sus océanos. Con la clasificación de los tres primeros ya casi decidida, a 1500 millas de la meta se encuentra Michel Desjoyeaux patroneando el Foncia, 500 millas por detrás, Roland Jourdain en el Veolia y a otras 1000 del primero Armel Lecleac’h a bordo del Brit Air, el record de la prueba puede caer en esta edición desde los 87 días a 83, si como todo está previsto y no hay accidentes de última hora, el Foncia amarra en Les Sables DÒlonne este fin de semana.

Sam Davies espera al viento, encalmada frente al Brasil

El “profesor” Desjoyeaux ya resolvió la duda de por donde doblar en las Azores, lo hizo hoy por el sur, dejando el archipiélago por babor, (la izquierda del barco). Asciende lo que le queda de Atlántico a lomos de uno de esos frentes que al llegar a España anegan nuestra costa norte. Cada hora crece su ventaja sobre su amigo y compinche bretón, Roland Jourdain, y se ha permitido el lujo de hacer público su secreto más celosamente guardado: el día de Navidad estuvo a punto de romper sus timones (y abandonar) no por un fallo mecánico, sino por un error de reglaje.

Cada soplo de viento ventajoso para él es un contratiempo para el segundo que también apechuga con su drama: saliendo de las Malvinas y aceleró para dar caza a su colega, chocó con un cetáceo, con resultados mortales para el animal y muy dañinos para el Veolia, desde entonces ha reparado y vuelto a reparar, pero no está del todo tranquilo y no puede abusar de su embarcación. Tras ellos Le Cleac’h el marino de La Foret - Finisterre (en Francia, también allí lo hay), con sólo 32 años ha dejado por su popa a lo más granado de la vela oceánica mundial. Su tercer puesto le sabrá a mucho más que gloria.

EL ETERNO DUELO
Desde que en 1968 se programó la primera de las vueltas al mundo en solitario entendidas como prueba deportiva, y que ganó el único que acabó, el inglés "Robin" Knox Jhonston, pero que perfectamente podría haber conquistado Bertrand Moitissier, el guru de la vela francesa que desertó y regresó a Tahití a hacer el hippie cuando iba en cabeza en mitad del Atlántico, los marinos franceses quieren arrebatar la categoría de líder moral del más noble de los deportes a los británicos.

Desde entonces se lanzaron a la conquista de cualquier regata o record que tuviese un océano por campo de regata, arrasando poco a poco conforme la vela francesa ha invertido más medios económicos y humanos. En la Vendee de 2001 la inglesa Ellen MacArthur llegó un día después que Desjoyeaux, quién acabó en 93 días. En 2005 el inglés Mike Golding llegó al día siguiente que Vincent Riou (87 días). Pero con el barco sin orza y con las asistencias navegando a su lado la última noche pensando que se hundía.

Marc Gillemot navega en el Safran, posiblemente el más nuevo, caro e innovador de los barcos que se estrenaban en esta edición, Samantha Davies lleva un valor seguro, pero con diez años de navegación intensa, el Roxy, antiguo PRB de Desjoyeaux y de Riou, un barco que ha ganado dos veces la Vendee. Que ya es decir. Marc ha pasado por todos los avatares que pueden darse en la prueba: roturas, tormentas, ayuda en mitad del mar a un navegante herido, regreso a la competición con unas horas regaladas por el jurado para compensarle por sus desvelos, nuevas roturas y reparaciones en bahías desoladas, y un último ascenso por la costa del Brasil entre pesqueros sin luces y plataformas petrolíferas. Una navegación que acabaría con Rambo, pero no con Marc.

Mientras, Samantha ha realizado una regata humilde pero sportiva, siguiendo al pelotón y ascendiendo en la clasificación conforme los "hombrones" iban rompiendo y abandonando. Sam se dedicaba a cantar y contar chistes a través de las conexiones satélite y lo mismo hacía fotos que escuchaba el i-pod. Pero cuando vio que Marc, con quien chatea a diario, le robaba el cuarto puesto se puso a la faena y lo recuperó, y así van. La inglesa y el francés estudian la meteo, adivinan los movimientos del contrario y se mueven en un campo privado de regatas con 40 millas entre ambos.

LOS DEMÁS SOBREVIVEN…
Que no es poco. Con 80 días transcurridos desde que dejaron Francia los siete marinos que les siguen afronta cada uno su estrategia de supervivencia. Otra pareja mixta, el ingles Thompson (Pindar) y la también inglesa Dee Caffari (Aviva) a 100 millas en su estela y con la vela mayor deshilachándose, mantiene la sexta y séptima plaza e intenta ampliar el margen sobre el resto. A partir de ahí, menos el último, el Nautisport- Kapsch del austriaco Sedalcek el viejo Brother de la edición de 2005, todos los barcos que siguen son barcos usados, con más de diez años y miles de millas recorridas, probados hasta la extenuación pero con problemas serios de desgaste.

El octavo es el amortizadísimo ex Sodebo, hoy Akena Verandas con Arnaud Boissires al timón, 120.000 millas y ningún problema que no sea lo obsoleto de su diseño y prestaciones, tras él Steve White cuida del Toe in The Water, el viejo Gartmore, sin ningún triunfo ni drama en su curriculum. El último en el Atlántico y con un paso accidentado por el Cabo de Hornos es el abuelo de la flota (59 años), el norteamericano Rich Wilson, navega placidamente a la altura de las Malvinas a bordo de otra vieja y bella gloria, el Great American III antes Solidaires. El undécimo, precediendo al austriaco y como si le esperase para abandonar juntos el Pacífico, es el francés Raphael Dinelli, con el Fundation Ocean Vital, un barco (¡húngaro!) de 1996. Es su cuarta participación en la Vendee e intenta recordar el lugar exacto donde naufragó en su primera vuelta al mundo. A eso le llaman tentar la suerte.