MAJESTAD, SI HAY SEGUNDO.

Empiezan los preparativos para recibir, con suerte, el último fin de semana de enero en el puerto de Les Sables d’Olonne, Finisterre francés, al primero de los participantes en la vuelta al mundo a vela en solitario, sin asistencia y sin escalas, la regata Vendee Globe. Cuando se han consumido ya 75 días de la prueba, el primer marino en anunciar su llegada, Michel Desjoyeaux a bordo del Foncia, asciende impulsado por los alisios frente a las Canarias, a sólo 2500 millas de la meta con una ventaja sobre el segundo clasificado, Roland Jourdain en el Veolia, de más de 500 millas y de casi el doble sobre el tercero, Armel Le Cleac’h, que navega a bordo del Brit Air. De los 30 navegantes que el pasado 9 de noviembre de 2008 comenzaron la prueba sólo 12 continúan en competición. Los tres últimos todavía en el Pacífico con el paso por el Cabo de Hornos pendiente de superar, el resto dibuja su estela ascendente a lo largo del Atlántico sur intentando evitar el capricho de los vientos nulos o cambiantes de la desesperante zona que se extiende entre las Malvinas, la costa brasileña y el ecuador.

El Safran asciende el Atlántico

Toda la filosofía elitista, clasista y supercompetitiva de la Copa América nace de la frase pronunciada por uno de los sacasillas de la reina Victoria de Inglaterra. En el verano de 1851 y en la regata que originalmente se llamó de las 100 Guineas, participaban casi 20 barcos, una goleta llegada desde la iconoclasta, joven y desclasada Norteamérica y una flota de yatazos de lo mejor y más florido de la rancia aristocracia inglesa. Se trataba de darle la vuelta a la isla de Wight. Cuando apareció el primer barco en el horizonte camino de la meta la reina preguntó a uno de sus chambelanes quién era el primero. “El América” contestó compungido, ¿y el segundo? Volvió a preguntar inquieta. “Majestad, no hay segundo” fue la lacónica respuesta.
En la Vendee Globe si hay segundo, y último. Aquí no se pierde el interés hasta que el último participante recoge las velas en el angosto, y casi siempre gris, puerto pesquero de la costa bretona. Mientras alguno de los inscritos siga a bordo de su barco la atención permanece. Los triunfadores son festejados, y no se les olvida, pero la devoción subsiste y crece hasta el recibimiento del último que, casi siempre, suele ser apoteósico.

EL SEGUNDO Y LOS DEMÁS
Este año le toca ser el segundo a Roland Jourdain. Es su tercera participación en la Vendee Globe. El amigo del cole del “profesor” Desjoyeaux, fue tercero en la Vendee de 2001 y tuvo que abandonar por rotura en 2004. Además, en los últimos 25 años ha cruzado solo o con tripulación más de 20 veces el Atlántico y la he dado tres vueltas al mundo. Nada mejor para conocerle que pinchar la sección de videos de la web de la regata http://www.vendeeglobe.org/fr/ Un tipo jovial es decir poco, si se le compara con su seco compinche Michel.

En su persecución se empeña en cruzar el ecuador Armel Le Cleac`h, uno de los jóvenes valores de la vela francesa. Y tras él las dos revelaciones de esta edición, aunque por distintos motivos, la inglesa Samantha Davies con un barco de 8 años que ha ganado ya dos veces la Vendee, su Roxy es el antiguo PRB de Desjoyeaux, y con un denso pero breve curriculum de navegante solitaria pelea por la quinta posición con Marc Gillemot, el patrón que a bordo de uno de los más depurados prototipos de esta edición, el Safran, ha protagonizado todos los sucesos que pueden producirse en esta prueba: roturas, apoyo a náufragos o reparaciones en bahías solitarias en Malvinas. Ambos suben como perro y gato la costa brasileña intentando eludir las calmas ecuatoriales.

Un grupo de tres barcos todavía frente a la costa uruguaya, el Aviva de Dee Caffari, el Pindar de Brian Thompson y el Akena de Arnaud Boissieres se enfrenta cada uno a su pequeño drama. La inglesa Dee Caffari no va a besar efusivamente a quien le vendió las velas, ha visto como se deshilachaba su vela mayor a lo largo del Pacífico sur y ha logrado parchearla en las calmas que encontró al norte de las Malvinas, el francés Boissieres perdió la antena satélite, elemento de seguridad imprescindible en esta prueba, en una tempestad brutal que castigó a los tres en el cambio de océano y el Pindar ha sufrido todo un rosario de pequeñas averías capaz de amargarle la vida al más templado. Thompson también tendrá un encuentro duro con su equipo de tierra.

Más solo, más lejos y más olvidado por el momento, el inglés Steve White hace su regata en el Toe in the Water. Acaba de superar las Malvinas en novena posición. Aparte de celebrar su ingreso en el reducido club de ilustres locos que han doblado el Cabo de Hornos navegando a vela en solitario y con más de 6000 millas por delante, su objetivo es llegar con el barco más o menos entero.
La Vendee Globe la han acabado menos de 50 marinos desde que se lanzó en 1989, a ellos deben sumarse los que dieron la vuelta al mundo en otras regatas parecidas, en ningún caso se acercan, por ejemplo, a los casi 2500 montañeros que ya han coronado el Everest. Esto no son los 15 días que dura el Paris Dakar donde cada noche el amo se tira a dormir y los mecánicos reparan la máquina. Aquí se llega a puerto al borde del naufragio.

TRES EN EL PACÍFICO
Cuando se monte la fiesta en Francia con la llegada del vencedor, el jubilado norteamericano Rich Wilson a bordo del Great American III estará dejando el Cabo de Hornos por babor, (su izquierda). Feliz y con pocas averías, su probadísimo barco de más de 10 años tendrá que recorrer todavía 7000 millas. Él sí navega en solitario, porque los últimos, en los puestos 11 y 12, el austriaco Norbert Sedlacek con el Nauticsport-Kapsch y el francés Raphael Dinelli en el Fundation Ocean Vital, navegan desde hace semanas casi a la vista, cosa extraña cuando la zona de competición es el mundo, todo el mundo, del que sólo les queda por recorrer, la mitad, más o menos.