La cara B. Catecismo de la Iglesia Católica: La vida humana es sagrada. Sí a la pena de muerte

Catecismo de la Iglesia Católica (CIC): n.2258: "nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente"; n.2267: "la enseñanza de la Iglesia no excluye [...] el recurso a la pena de muerte".

El CIC, que recoge los "estatutos" de dicha organización a partir de la celebración del Concilio Vaticano II, y que ha sido reformado y adaptado en varias ocasiones pero sin entrar en contradicción con las primeras versiones del mismo, en lo referente al quinto mandamiento ("No matarás", Éx. 20, 13), establece lo siguiente:

En el primer punto bajo el que se sustentan todos los siguiente puntos:

n.2258: "La vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente".

Y en el mismo artículo sobre dicho mandamiento, en el apartado que trata de la legítima defensa, establece lo siguiente en uno de sus puntos:

n. 2267: "La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si ésta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas".

Hasta aquí los textos del CIC que utilizaré para mi exposición.

Empecemos por la definición de vida humana como vida sagrada. Si se fijan bien hay una enunciación universal de la vida humana al inicio del número: "la vida humana ha de ser tenida como sagrada", que es lo mismo que afirmar que "toda vida humana es sagrada sí o sí". Sin embargo, esta concepción universal de la vida como sagrada pierde su universalidad al final de dicho número: "nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente". Ya el derecho a la vida, a esa vida sagrada (esto es, intocable, no sometible a nada excepto a la divinidad) no se predica para todo ser humano, sino únicamente para el ser humano que es inocente. Y más aún, si nos fijamos, la prohibición del derecho de matar no es una prohibición absoluta, ya que se añade lo de "de modo directo".

Por tanto, tras analizar este punto, ¿hemos de colegir del mismo que el CIC permite el derecho de matar siempre que sea de forma indirecta y a un ser humano culpable? Si esto es así, para no dar lugar a equívocos, el CIC debe establecer cuáles son las formas directas e indirectas de matar. Pero no lo hace. También debería definir quién es un ser humano inocente y quién es un ser humano culpable. ¿Dice el CIC algo acerca de la culpa o inocencia del ser humano?. Claro que sí, y mucho.

En otros apartados del CIC podemos leer cómo el ser humano, por el simple hecho de nacer, lleva en su propia naturaleza el pecado original, que no es un pecado cometido sino de origen. Por tanto, para el CIC ser humano culpable es todo ser humano nacido. Es fácil entonces establecer quién es un ser humano inocente: el ser humano que no nace. Si ponemos esto en relación con el derecho de matar indirectamente a un ser humano culpable, se puede concluir en lógica coherencia que toda persona que siga los mandatos del CIC tiene derecho a matar indirectamente a todo ser humano nacido. Sólo tiene prohibido matar directamente al ser humano que no nace.

Vayamos ahora al segundo número del CIC objeto de mi análisis. En dicho número se proclama la postura sobre la forma jurídica de la pena de muerte y se dice que no se excluye siempre que se compruebe la identidad y la responsabilidad del culpable, así como que no haya otros medios para proteger a la vida humana del "agresor injusto". Deberá establecer entonces el CIC los métodos para comprobar la identidad, la responsabilidad, etc... Pero no lo hace. Y para la defensa de esta no-exclusión de la pena de muerte, alude a "la enseñanza tradicional de la Iglesia". Es decir, reconoce que tradicionalmente (esto es, con larga perduración en el tiempo histórico) la Iglesia no ha excluido nunca la pena de muerte. Para probar esto bastan dos pequeños ejemplos, referentes a las leyes que rigen en el Estado Vaticano: la pena de muerte no se abolió de su código penal hasta 1969 y sólo en 2000 fue eliminada de su Constitución.

Eso es lo que se dice y se defiende en dichos fragmentos del CIC. Y el análisis objetivo de los mismos ayuda a aclarar la postura de la Iglesia Católica ante dichos temas. Seguro que cada quien sacará sus propias conclusiones, pero no es ése el objetivo de este artículo.

Sí me permito compartir con ustedes una muestra de lo que personalmente mi credo entiende por "ser humano inocente". Es por eso que os invito a visionar el siguiente vídeo. Yo me uno solidariamente a estas manifestaciones:

(clic aquí para ver el vídeo)