Paraísos fiscales en el paseo de la Castellana

Auténticos agujeros negros de la economía, esos sumideros por los que desaparece la riqueza de una nación son los paraísos fiscales. Países que ofrecen refugio al capital gracias a un régimen tributario que favorece a los residentes extranjeros, o a las sociedades allí domiciliadas, a los que exime de pagar impuestos o, en todo caso, éstos son muy bajos. Aunque tendemos a pensar en las soleadas islas del Caribe, los paraísos fiscales pueden estar en el mismísimo paseo de la Castellana. Ya que en esta representativa avenida madrileña tienen su sede las, en apariencia respetables, entidades bancarias que gestionan las cuentas de corresponsalía.

La OCDE considera paraísos fiscales a los lugares que cumplen las siguientes características:

1. sus regímenes fiscales mantienen unos impuestos bajos o nulos a los beneficios por actividades financieras;
2. el régimen tributario está desconectado de la economía nacional;
3. sistemas no transparentes con escaso o nulo control de los investigadores financieros comunitarios;
4. no se produce intercambio de información efectivo sobre los datos de clientes adscritos al régimen tributario.

Este organismo ha establecido una lista de 35 paraísos fiscales acusados de prácticas impositivas dañinas. Casi la mitad de los territorios seleccionados están bajo soberanía o dependencia de alguno de los países miembros de la propia OCDE. El Reino Unido está a la cabeza, con ocho; Estados Unidos tiene dos; los Países Bajos, otros dos, y Francia, uno. Entre estos paraísos fiscales destacan Gibraltar, isla de Man, islas de la Commonwealth: Caimán, Jersey, el ámbito espacial del Caribe con protección USA. Dentro de la Unión Europea, Andorra, Luxemburgo, Mónaco, Montecarlo, San Marino.

Por las ventajas fiscales que procuran a sus clientes, así como por el secreto bancario y la inmunidad judicial que les aseguran, estos paraísos juegan un papel esencial en la globalización de las actividades financieras criminales. En sus depósitos confluyen los beneficios procedentes del tráfico de armamento, drogas, especies protegidas, órganos humanos y residuos nucleares.

Pero no siempre se trata de dinero sucio, sino de capitales obtenidos de modo ortodoxo. Grandes fortunas, más o menos confesables, pueden fructificar con toda tranquilidad y escapar a la justicia y al fisco del país de origen. Se estima que, al menos un tercio de los capitales financieros colocados en el mundo por particulares, se encuentra en los paraísos fiscales. Estos clientes buscan estabilidad política e institucional, presencia en su territorio de sucursales de los grandes bancos internacionales, fiscalidad débil o inexistente y secreto bancario.

Un concepto clave en este tipo de actividad ilícita es el off-shore, voz inglesa que literalmente significa ‘fuera de la costa’. Utilizada en principio para designar las plataformas marítimas de extracción petrolífera, en el lenguaje del los artificios financieros significa la domiciliación de una compañía mercantil en un lugar alejado y distinto del ámbito donde ejerce su actividad. Empresas tan importantes como Boeing, Halliburton, Morgan Stanley, Pepsi, Citigroup y Xerox están constituidas en paraísos fiscales o tienen en ellos gran parte de sus filiales.

El negocio off-shore permite disminuir o evitar los impuestos, así como inmunidad contable frente a los acreedores. Para una sociedad internacional localizada en un país con fuerte presión fiscal, es relativamente fácil crear una sociedad gerente (holding) en una jurisdicción off-shore, que le permite las ventajas de una tributación fiscal débil o inexistente y el respaldo de una buena reputación financiera como la de las Bahamas o Bermudas. Una sociedad puede así consolidar sus ganancias en un lugar sin tributaciones, evitando el peso fiscal impuesto por otros países.

El comercio electrónico es el instrumento perfecto para las localizaciones off-shore por cuanto las sociedades no tienen necesidad de hallarse domiciliadas donde operan. Su negocio se extiende globalmente por todas partes y de manera general sus mercancías pueden ser expedidas desde y hacia cualquier parte. Para operar en cualquier jurisdicción lo único necesario es tener acceso a la infraestructura de las comunicaciones.

Aunque el off-shore hace pensar en las soleadas islas del Caribe, en realidad las principales plazas donde los bancos domicilian cuentas de este tipo son Luxemburgo, Dublín y, por qué no, la propia capital del Reino de España. “Los paraísos fiscales están en el paseo de la Castellana”, según la expresión utilizada por un veterano inspector de Hacienda para referirse a los tejemanejes de las cuentas de corresponsalía que llevan a cabo las en apariencia respetables entidades bancarias con sede en esta representativa avenida madrileña.