Este artículo salio antes en La Guia de Londres que publicó Vice como suplemento a su numero octubre. Y espero que os guste...
Ingredientes:
Me duele en el alma cuando en una discoteca o bar de poca monta oigo pedir un yintonic, como si de un mísero colutorio se tratara. Y es que muy poca gente sabe cómo servirlo o beberlo. Ya lo dice Whit Stillman, en The Las Days of Disco, una vez superas ese agridulce sabor del gin tonic, aprendes a beber.
Esto es fruto de la poca profesionalidad de los barmans del Nueva York de los 80, que servían Whisky Sours y Manhattans pero nunca supieron apreciar la sutileza del gin tonic. Y, repito, me duele en lo más profundo de mi ser que tan poca gente sepa lo que es un gin and tonic de verdad. Cada día millones de imbéciles llevados por la moda y por la ignorancia pronuncian ese horrible nena ponmeunyintonic y ni por una milésima de segundo se les ha ocurrido pensar que lo más sublime del gin tonic no reside en tomarte 7 y follarte a la fea que está tu lado, sino en algo tan sutil y bello como olerlo.
El gintonic es un verdadero arte con sus concursos y sus maestros como, por ejemplo, Joaquín Fernández del Dickens, en San Sebastián, donde destilan su propio hielo para que las impurezas del agua no afecten la mezcla del agua de quinina ( sí, tonica) con la ginebra. ¿Pero cómo servirlo? Fácil, lo más importante de todo es el vaso. El gintonic, como un buen vino, vive y muere con su olor. Así que es absolutamente fundamental servirlo en un vaso donde te quepa toda la cara, desde el labio superior hasta las cejas. Y así poder hundir toda tu faz en esa alimonada y agria ambrosía (manjar de dioses, joder, leed más).
Así que ya tenemos el vaso ancho o copa balón (como la que usa tu abuelo para el brandy) y, lo primero, escanciamos la tónica. Sí, escanciamos, tiramos la ginebra a dos palmos de la copa. Parece una chorrada, pero la oxigenación de la ginebra sirve para excluir el exceso de alcohol ganado durante su estancia en la botella, manteniendo todo su sabor. Miraremos de servir un mínimo de dedo y medio. Después agarrad un limón y con un pelador de patatas sacad un pedazo de cáscara de medio palmo y, antes de tirarla a la copa, retorcedla con dulzura sobre la copa como su fuera el pezón de vuestra novia.
Ahora llega lo más importante. Mirad la copa como si de un par de preciosas tetas se tratara. Cuando ya os sintáis a punto para comeros esos pechos, tirad el agua de quinina (sí, joder, tónica) rápidamente, dejando que se haga mucha espuma y que el carbono de la tónica acabe de matar el exceso de alcohol de la ginebra. Y fin. Hundid vuestra cara en la copa y aspirad. ESTO es un gintonic y lo demás es una mierda. Cuentan que, tras el triunfo de las tropas de Su Majestad en la India, un alto oficial británico propuso añadir ginebra a la tónica para obtener un combinado delicioso y digestivo a la vez. Cuando yo me encuentro un poco triste o a punto de enfermar no dudo en beberme una buena sopa de ajo y un buen Gin tonic. Seguido de una siesta de un par de horas, os hará recobrar el espíritu y las ganas de dar por culo desde el Soho hasta South London.
PABLO TREGEBOV-POZA
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