Emuladores, retorno a las raíces

Durante mucho tiempo, la melancolía y la nostalgia, graves enfermedades que secan al hombre tras exprimir su alma con el jugo de los recuerdos, parecían patrimonio exclusivo de los románticos del siglo XIX, aquellos tipos que escribían desgarrados textos con la tinta de sus fracasos y sus miedos, y que solían terminar sus días destrozados por el alcohol, el láudano o la vieja pistola con la que se descerrajaban un tiro tras un desprecio sentimental de su amada. Sin embargo, hoy en día también existen nostálgicos, pertenecientes en su mayoría a esa generación de los setenta que disfrutó su infancia y juventud en los ochenta con los juegos de los legendarios ordenadores ZX Spectrum o Commodore 64, y que ahora vuelven a revivir aquellos momentos de la mano de los emuladores.

Kung-fu Masters

Yo los descubrí hace unos años. Pensaba que se trataba de la típica leyenda urbana que hacía soñar a unos cuantos nostálgicos de aquella época en la que la transición de la infancia a la adolescencia pasaba por el rudimentario teclado del goma del Spectrum, donde acabar con el mayor número de zombies en el Ghost´n Goblins y rescatar a la princesa podía servir de prueba iniciática con la que dejar de ser un niño para convertirse en un descerebrado teenager.

 Ghost and Goblins, historia

Pero no se trataba de una leyenda. Son una realidad, una serie de programas que responden al nombre de emuladores, y que nos llevan en pocos segundos a un añejo pasado de tardes de nocilla, bocatas de queso con membrillo y rondas de tang a discreción, mientras nos dejábamos los ojos en oscuras pantallas en las que compulsivamente matábamos marcianos ante la atenta mirada de nuestro pesado vecino Miguelito, que esperaba ansioso su turno para pegar algunos tiritos en el juego que nos acababa de prestar.

Basta con meterse en nacionarcade.com y hacerse con un emulador, y después barra libre para enfrascarse en míticos juegos de Atari, Commodore 64, Spectrum y vengar así a aquel adolescente que nunca consiguió pasar de la segunda pantalla del Kung-Fu Masters, que se estrelló una y otra vez en el Spy Hunter –el del coche fantástico en el argot de la época-, o que nunca lograba golpear a todas las bolitas en el histórico Arcanoid.

 Invasores del Espacio, una leyenda

Para clásicos básicos yo recomendaría una página http://comecocos.org/ donde aparecen joyitas como Space Invaders, que es el típico juego de marcianitos al que juegan todos los jóvenes protagonistas de las pelis de finales de los setenta en las salas de juegos, antes por ejemplo que se los carguen en la noche de Halloween. También está Asteroids, más de lo mismo, el del mono gordinflas, también conocido como el Donkey Kong, el Tetris, o uno de los primeros y más recordados quizá por los nostálgicos, el simpar Tenis de toda la vida, que en esta página aparece como Pong, y que se trata ni más ni menos que de dos palos blancos sobre fondo negro, una línea blanca de puntos en medio, y un cuadradito blanco que va de un lado a otro rebotando cuando da en los palos que representan a cada jugador. Más básico imposible, no obstante, más de uno nos hemos pasado horas jugando con amigos moviendo aquel protojoistick que considerábamos entonces como un futurista invento de ingeniería. Aunque por supuesto, uno de los mayores éxitos de la historia ha sido siempre el Comecocos, un juego simple, de gráficos simples pero que picaba más que un ataque de avispas, y cuyo protagonista, el comecocos amarillo, se convirtió con los años en otro icono pop que añadir a nuestro registro cultural.

Incluso existe una página Rom Emulator Supersite donde aparece un listado impresionante, suficiente para encontrar aquel juego del que nos acordamos en tardes lluviosas de domingo, cuando está uno aburrido en casa y de pronto, al revolver unas cajas en busca de cualquier tontería, se cae al suelo la carcasa de un videojuego, el Rambo, for example, y como si de una ráfaga de ametralladora se tratase, impactan en nuestra memoria un sinfín de recuerdos que están a punto de reventar nuestro pecho tras aquel traidor ataque de nostalgia inesperado.