Zaragoza nos ha dejado este verano miles de pequeñas historias. Muchas de ellas no aparecerán en la crónica de un 2008 cargado de cosas positivas, negativas, críticas constructivas y destructivas, destrucciones criticadas y alabadas o construcciones alabadas o criticadas. Son las minihistorias de una ciudad que de repente ha atraído a gente a la que no estaba habituada a atraer.
Lo que se ve en la foto es una de esas micro historias personales. Es en la plaza de San Bruno. Tomamos un granizado de café en el Arco del Deán y vemos como poco a poco una fila inmensa (casi de Expo) se va formando a la entrada de la Catedral de San Salvador (en aragonés, La Seo). Autobuses enteros en forma de riada humana pasan por delante de las terrazas, después de admirar la fachada múdejar de la catedral y se aproximan a la entrada de los Tapices. Hace calor. Y casi sin querer, nos llama la atención el señor de la gorra. Es un hombre mayor, muy mayor, que anda apoyado en un taca taca. Está al final de la terraza sentadico en un banco. Lo mira todo con ojos curiosos y se levanta como un resorte cada vez que pasa alguien. Se le acumula el trabajo porque pasa mucha gente. Él se levanta, sonríe y pregunta "¿De dónde sois?". A todos. Absolutamente a todos los que pasan por delante suyo. Unos son de Burgos, "La ciudad del Cid", dice él. Otros de Salamanca "qué bonita la Casa de las Conchas", asegura.
Para todos tiene una palabra amable respecto a su lugar de origen. No hay barrera de idiomas, hay franceses, italianos, portugueses, españoles, aragoneses. Él quiere saber de dónde ha venido toda la gente que pasa por su plaza. No viste traje de voluntario, no le hace falta. Se para más, eso sí, con las chicas. Gorra, taca taca y curiosidad.
No estamos, en general, acostumbrados a que nadie sin ningún interés comercial o personal nos aborde por la calle, y por eso la reacción de la gente es distinta. Hay quien se para. Hay quién habla un rato con el anciano, como las dos chicas de la foto. Hay quién dice que no con la cabeza, como a los vendedores de relojes y sombreros. También hay quién se aparta, y quién contesta rápido "de Madriiiid", mientras se aleja rápido por si las moscas. Al abuelo le da igual. Él, con su gorra, su tacataca y su curiosidad sólo quiere saber de dónde vienes. Supongo que luego le vendrán a buscar o se irá a su casa por su propio pie. A lo mejor con esfuerzo, quizás con mucho esfuerzo, tratará de recordar todos los lugares a los que ha viajado con la memoria gracias a los que le han contestado amablemente. Es otra forma de viajar. Viajar sin moverse. Viajar sólo impulsando un taca taca. Viajar con la memoria de los años, de los ojos ya cansados y de la infinita curiosidad personal.
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