1 euro=1.930 sums, o cuando los sueños se hacen realidad

No resulta fácil que un jugador profesional de fútbol vea colmadas sus máximas aspiraciones a la insigne edad de 36 años. Lo verdaderamente extraño es que no hablamos de un guerrillero de los campos de tierra que, al estilo de los telefilmes deportivos americanos, consigue fichar por un equipo de Primera, y así reunir el dinero para el tratamiento de su hijo aquejado de una terrible enfermedad. No, nada de calvicie infantil y carreras de sillas de ruedas: el jugador que nos ocupa tiene un palmarés donde cabe desde el Mundial al Balón de Oro. Además de ligas y copas en cuatro países distintos.  ¿Quién puede ser entonces ese cabroncete insatisfecho?. Y lo que es más, ¿en qué puede consistir esa obstinada e irrenunciable fantasía? Una pista: suele ser la fantasía de todo jugador que pasa por cuatro países distintos.

Por un puñado de euros

La solución, en la hemeroteca. “Tiene que venir un presidente que me diga: eres la estrella, te pagaremos lo que quieras cobrar”. Rivaldo, el chico de la favela, el que corría treinta kilómetros diarios para entrenar. ¿En qué ensoñaciones se perdería un chaval así mientras corre la maratón nuestra de cada día?. ¿En debutar con la verdeamarelha?. No. ¿En una cirugía para corregir la imposible curvatura de sus fémures? Error. La felicidad es algo tan fácil como tener un presidente que te pregunte: “¿Cuánto quieres cobrar?”. Algo parecido a la estrategia de Ramón Calderón con los fichajes (Véndame usted a Pepe, que por dinero no va a ser, fíjeses qué hermosura de maletines le traigo), pero aplicado a los contratos de trabajo. La alegría que no le dio el Balón de Oro que había ganado sólo 6 meses antes de tanto lloriqueo, se la dio el gran Joan Gaspart un par de meses después con una ficha de 10 cifras. Y de nuevo, a los dos años, cuando le dejó irse gratis al Milán, para que nuestro héroe pudiera mantener su nivel adquisitivo. No es tan extraño, hablamos del tipo le puso a Kluivert una cláusula de 200 millones de pesetas (aunque hoy en día el precio parece incluso hinchado, de hecho nadie se atrevió a pagarlos).

El caso es que la suerte vuelve a aliar a Rivaldo con una especie de Joan Gaspart uzbeko. El presidente de sus sueños. ¿Para qué recordar el clausulazo al Depor, o la fuga del Olympiakos al AEK?. Dice que dejar el equipo griego “es una decisión difícil”, y uno no puede evitar imaginarle diciéndolo con un matasuegras en la boca y con el aliento apestando a champán. Pero por fin vuelve a tener lo que quiere. ¿Qué importa vivir en un lugar tan ajeno como Uzbekistán?. Con 9.650 millones de sums uzbekos al año puede mandar traerse a toda su antigua favela, y divertirse tirándoles monedas a sus antiguos vecinos para que se peleen por ellas. Aunque bien pensado, será más feliz con esas monedas guardadas en su bolsillo.

Puede que Rivaldo no juegue, como en el fotomontaje, para el Club Deportivo Llanes (al menos, mientras no encuentren petróleo). Y es una lástima, al fin podría vestir el único color que verdaderamente siente. Como en el Palmeiras, cuando jugaba con aquel bigotillo infame. En cambio, el verde le sentaba tan bien…

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