El mejor payaso del mundo

Supongo que no descubro nada si digo que el Cirque du soleil es el mejor circo del mundo. Supongo que a nadie le sorprenderá que escriba estas líneas aun impresionado por el espectáculo que anoche viví en Alicante. Y es que, al espectador nuevo, al que no sabe qué va a encontrarse, ver Quidam, es entrar en un universo paralelo, un mundo de sensaciones nuevas, oscuras, imaginativas, siempre sorprendentes. Juro que es la primera vez que salgo boquiabierto de un espectáculo circense. Y no ha sido con 8 años, sino con más de 30.

Quidam es la magia del nuevo circo. Un espectáculo realmente increíble

Desde que entras en el recinto del Circo del Sol, la magia inunda los rincones. El recibimiento del "maestro de ceremonias", las bromas, la interacción con el público. Te va metiendo en el espectáculo. Te va preparando para un mundo de imaginación, una Alicia a través del espejo en el que los personajes atraviesan la barrera de lo posible y de lo imposible. Quidam es eso: es hacer imposible lo posible y viceversa. Es ver a hombres sin cabeza, a equilibristas increíbles, a pequeñas malabaristas de diávolo...

La obra comienza con el hilo argumental de la historia de Quidam. La niña, los padres que la ignoran, los tormentos que ello le produce, la fantasía que empieza a descubrir. Quidam es eso, o al menos es eso para mí. Supongo que para los ojos de otro espectador, el espectáculo es diferente. Esa es la magia del Circo del Sol, que sus escenas superpuestas dan interpretaciones diferentes, visiones distintas, detalles inapreciables para unos que para otros son protagonistas. Son muchas obras en una sola.

Y comienza la diversión con el mejor payaso del mundo. No hay grandes narices ni pelucas. Es mimo en estado puro. El mimo del Retiro trasladado a un escenario de circo y actuando ante miles de personas. Pero en esencia es lo mismo. Un clown. Y ahí es donde participa más la gente. Donde las carcajadas son sonoras, donde la risa es inevitable, donde el espectáculo de pura diversión se hace uno.

Y  después, la rueda humana, y sus difíciles equilibrios. Su dominio increíble de la escena, de los tiempos, de los espacios, de los milímetros. Piruetas imposibles, redondas. Un hombre de Vitrubio redivivo. Y dando vueltas. Perfección absoluta. Y de nuevo a la trama argumental. La niña que sigue perdida, y que sigue soñando con sus mundos de fantasía. Y sueños, y tormentos, y alegría... Todo mezclado. Sentimientos en estado puro.

MAESTRAS CHINAS
Y llegan las malabaristas chinas con sus diávolos, y te quedas ojoplático. Boquiabierto. Estupefacto. Sorprendido. Con apenas ocho o nueve años ofrecen un espectaculo de coordinación, de perfección, de maestría, increíble. Dan alas a sus diávolos, y tienen alas ellas mismas. Increíble perfección.

Y viene la música en directo, y la interpretación. Quedan en un segundo plano coreografías ejecutadas al milímetro. Coordinación perfecta. Llega entonces la parte fuerte del espectáculo. Los equilibristas. El trapecio quedó para Pinito del Oro. Aquí son derroches de fuerza, de equilibrio, de atletas en estado puro. Gimnastas de primera orden. Saltos de cuerdas; estatuas humanas; un espectáculo cuasiolímpico. Y todo enlazado con una música que hace de hilo conductor. Y con una historia que mezcla momentos sombríos, -no es para nada un espectáculo infantil-, en el que se mezcla la muerte, el tormento, los fantasmas interiores y exteriores.

Quidam da miedo en ocasiones. Es la sombra, la noche, la oscuridad absoluta. Y momentos de genialidad como el rodaje de la película del payaso, -apoteósico-. Es cierto que es el mayor espectáculo del mundo. No deja de sorprender ni un sólo momento. Por eso, el Cirque du soleil recupera la esencia del circo. Porque consiguen que vuelvas a mirar sorprendido, con la mirada de un niño. Quidam es eso, volver a la infancia, es regresar a los ojos de un niño para el que todo es nuevo. Y encima tienen al mejor payaso del mundo. 

Quidam, está en Alicante hasta finales de agosto. De ahí marcha a Barcelona, Bruselas y Londres.