Los viejos rockeros siguen en forma

Mientras los medios de comunicación británicos –y algunos españoles- se empecinan en encumbrar al Olimpo musical cada dos o tres meses una ‘nueva gran banda’, las viejas glorias del rock siguen en activo y sin decepcionar. En las últimas semanas han pasado por España artistas o grupos que, pese a –o quizás gracias a- llevar muchos años en el mundo de la música y muchos escenarios pisados, siguen mostrando un estado de forma excepcional. Teatros, campos de fútbol o macrofestivales veraniegos han sido testigos de la dorada madurez de este ramillete de genios.  El talento no entiende de edad.

Leonard Cohen deslumbró en el FIB (EFE)

El veterano y carismático Lou Reed deleitó el pasado lunes con su actuación en el Teatro Cervantes de Málaga. El que fuera fundador de Velvet Underground no presentaba su último disco, ni una selección de sus grandes éxitos. Su apuesta era más arriesgada e interesante. Reed recreó 'Berlín', su incomprendido disco conceptual de 1973, fracaso de crítica y público en su día, pero cuya huella ha ido agigantándose con el paso de los años hasta ser hoy considerado uno de los mejores discos de la historia del rock. Sus 66 primaveras no le impidieron ofrecer un concierto emocionante e inolvidable.

Unos días antes era Tom Waits el que, a pesar de los indecentes precios de las entradas, triunfaba en su minigira de tres conciertos en España. El actor y músico californiano deleitó con su rock cabaretero y oscuro y demostró el gran momento apuntado en sus últimos discos. Si los shows de Reed y Waits se pudieron disfrutar en teatros, con el público cómodamente sentado, lo de Bruce Springsteen es otra cosa. Lo suyo son los campos de fútbol y las multitudes. Un derroche de energía a sus 58 años, en espectáculos que se alargan hasta las tres horas repasando todos sus grandes clásicos.

Resulta curioso y paradójico comprobar el éxito del septuagenario Leonard Cohen en el FIB, festival icono de la modernidad independiente. Aunque hace tres lustros que no entrega un LP a la altura de su pasado, el canadiense no defrauda en vivo. En Benicàssim dejó una muestra más de su clase con sus clásicos más celebrados: ‘Suzanne’, ‘Bird in a wire’, ‘Hallelujah’... Los indies más jóvenes, aquellos para los que clásico es sinónimo de Pixies, se debían preguntar quién era ese carroza que tocaba en el escenario grande, mientras los más talluditos se regocijaban por poder disfrutar a Cohen tras quince años de ausencia de los escenarios españoles. Un par de semanas antes, otros dos mitos, Neil Young y Bob Dylan, contribuían a elevar el mediocre listón de calidad de ese festival-batiburrillo denominado Rock in Río.

Son los casos, por talento y edad, más destacados y paradigmáticos, pero no los únicos. Aunque no tan veteranos, también sorprendió, para bien según los cronistas, el digno y potente directo en el Summercase de los Sex Pistols, fundadores del punk hace tres décadas y de vuelta hoy al escenario por mor del vil metal. Destacable es también el buen estado, tanto musical como estético, de dos veteranas damas del rock: Siouxie, ya sin sus Banshees, y Debie Harry, aún al frente de Blondie. La lista se podría ampliar con los New York Dolls, Nick Cave recuperando el rock vigoroso al frente de Grinderman, el incombustible Morrisey dando un repaso a sus grandes éxitos en el FIB, la vuelta tras sufrir una hemorragia cerebral de Edwyn Collins,  líder durante los 80 de los geniales Orange Juice, e incluso el regreso de algunos de los pioneros del indie, caso de Kim Deal y sus Breeders y de los largamente esperados My Bloody Valentine.

Aquello de que el rock es para jóvenes se está revelando, por tanto, como una falacia. Las grandes estrellas de los 60, 70 y 80 siguen al pie del cañón y en una forma envidiable. Aunque en la mayoría de los casos no hayan editado un gran disco en años, la amplitud y calidad de su repertorio es incuestionable. Y claro, los amantes de la música, hartos de hypes de temporada, de grupos con un par de canciones resultonas que se desinflan con su segundo disco, les veneran, pagando en algunos casos cantidades desproporcionadas por verlos en directo.