El swing del camarógrafo pedante

El "autoremake" de la película Funny Games ha vuelto a poner de actualidad esta cinta desconcertante, sobrevalorada e intelectualoide. Recomendada para aquellos que gustan de presumir de ser metaespectadores.

El tipo se cree muy listo. La historia del cine está llena de directores que van de eso. De hacernos pensar. Pongamos, por ejemplo, a Lars von Trier y a Wim Wenders. La nómina es larga y tediosa, porque fueron muchos los que al amparo de logros puntuales nos sometieron a la tortura somnífera del cine de seso seco y sin espolvorear. En el caso que nos ocupa, el de Michael Haneke y sus Funny Games, asistimos al típico ejemplo del árbol que no deja ver el bosque. Los ángeles que son demonios, los miedos que transforman la bondad en tiranía, el sentido del dolor, de la vergüenza, del ridículo, del absurdo o del azar. Todo está metido en el turmix, junto con unos cuantos libros y un montón de críticos anonadados.

Vale. Hay mucha violencia gratuita, real o irreal, dentro o fuera de nosotros. Todo esto se ve en la cinta (también en la mayoría de los telediarios o en la calle). Y el punto cínico de mostrar el golpe y no la herida (hasta ahí podemos llegar), de jugar al juego de los tópicos rotos y de esperar lo inesperado inesperable. Haneke es un pedante de tomo y lomo. Tiene que incluir un sesudo diálogo final para explicarnos cómo se hizo la paja que dio lugar a la película y tiene que filosofar un poco para decirnos, a los pobres espectadores, que hemos visto tal o cual cosa. Y para que la gente se pregunte qué coño habrá querido decir.

En todo este juego de violencia exhibicionista brillan las reminiscencias. En especial a La Naranja Mecánica, sobre la que poco se puede añadir a estas alturas. Y faltan verdades. En especial, la de no tratar al espectador como un imbécil. Algo que sólo se consigue en esta película cuando todos permanecen callados. Es cuando muestra su naturaleza, la de una simple película de miedo donde los personajes hacen pis con las neuronas. Como cualquier existencialista que se precie.