¿O acaso no se marchó? España, siempre tan necesitada de elementos cohesionadores de su identidad, que no recuerden al fascismo que anidó por estas tierras durante casi cuarenta años, parece haber encontrado en el reciente éxito deportivo de su selección de fútbol, un factor aglutinador de muchísimas personas, legítimamente deseosas de unir la gloria futbolística a un cierto orgullo nacional. De rondón, se ha colado el ¡Arriba España!
El "¡Arriba España!" era de uso obligatorio en cualquier comunicación escrita oficial.
Los expertos en simbología y fraseología fascista atribuyen el ¡Arriba España! al regeneracionista Matías Picavea y habría sido adoptado por José Antonio Primo de Rivera, que lo añadió a tantos otros elementos imitados del fascismo italiano, como la camisa azul negra en Italia-, el saludo romano, el apelativo de camarada, etc. José María Pemán, poeta oficial del franquismo, explicaba el significado de tal expresión en términos físicos y metafísicos: gritar ¡Arriba España! era desear que España ascendiera desde la inmundicia terrenal hasta un lugar cerca de Dios, trascender, en suma.
El éxito de la frasecita de marras se debe indudablemente a que el bando golpista aplicó su uso obligatorio como entrada de cualquier comunicación escrita. Consumado el golpe de estado, el bando vencedor lo convirtió en el lema oficial del Estado. Curiosamente, los falangistas, en plena rapiña, se apropiaron de los locales del PNV en Pamplona en 1937, donde los nacionalistas tiraban su periódico La Voz de Navarra. A continuación, utilizaron las mismas rotativas para editar un periódico de orientación fascista que tenía como cabecera el lema que nos ocupa y que subsistió hasta que, en 1975, Emilio Romero, Delegado Nacional de Prensa del Movimiento lo cerrara por su inviabilidad económica. Pero por casi cuarenta años, era común acercarse al kiosco a comprar el "¡Arriba España!". Más recientemente, ¡lo que son las cosas!, dicho lema ha servido para dar título a un videojuego de temática inspirada en la Guerra Civil.
Quienes nos hemos criado y educado en democracia, sólo hemos tenido encontronazos con el ¡Arriba España! como exabrupto anacrónico de algún cavernícola o frente a la impunidad de algún edificio oficial, ajeno a los últimos sucedidos en cuanto a la recuperación de la memoria histórica. Esto no quiere decir que desconozcamos su significado, obviamente.; tampoco miramos para otro lado. Entendemos, por ejemplo, perfectamente el sms que José Manuel Soria, líder del Partido Popular canario envía en tono irónico e hiriente a María San Gil: Ya he recibido tu ponencia. ¡Arriba España!, tachándola subrepticiamente de derechosa carpetovetónica. Quizá no sea el caso de Natalia, la concursante de Operación Triunfo, que en plena euforia patriótica ante el sexto puesto de Rosa en el concurso de Eurovisión, soltó un ¡Arriba España! mediático que ni Carmen Polo, oiga. El revuelo momentáneo eurovisivo quedó sepultado ante la tremenda ignorancia de la "triunfita", que en este caso sí la eximía de casi todo en esta vida. Sin embargo, les aseguro que cuando Villa, el admirable jugador español, se suelta el pelo y larga la misma frase, hace las delicias de cuanto fascista navega por la red de redes. Una simple búsqueda en cualquier buscador probará esto que digo. A otros en cambio, nos pone los pelos de punta, y no de emoción precisamente. ¿A qué viene este revival? ¿De verdad que no tienen ni idea de lo que significó esta frase en las conciencias de muchos de sus conciudadanos, que padecieron cárcel, destierro, muerte,.. por negarse a compartir la visión de España que ese grito encierra?
Se ha oído a mucho tertuliano y comentarista deportivo argumentar estos días en defensa de la recuperación de los símbolos, como el himno y la bandera, para todos los españoles independientemente de su ideología. ¿Es un deseo o una realidad? ¿Podemos? Se podrá decir con parte de razón- que la frase no tiene el mismo significado que tenía antes y que no hay que darle mayor importancia, pero no está de más interrogarse sobre algunas cuestiones que quizás de otra manera pasarían inadvertidas, como por ejemplo la total ausencia de banderas republicanas en los festejos de la selección, frente a una presencia discreta, pero cómoda de las banderas franquistas, que haberlas, haylas y siguen significando lo mismo que antes. No sucede así en otro tipo de celebraciones de carácter popular, donde es habitual encontrarse con la tricolor. O el mismo toro de Osborne como nuevo símbolo de lo español y que nos retrotrae, aunque sólo sea simbólicamente, a aquella España de toreros y folklóricas tan del gusto de la intelligentsia franquista, cuando España era el cortijo de cuatro señoritos. Por no hablar de aquellos aficionados a la selección española que por alguna razón inexplicable deciden vestirse con tricornio y mostacho para animar al equipo, una imagen de triste recuerdo. Algo me dice que o se buscan símbolos menos escorados hacia esa España tan negra que supuestamente quedó atrás o seguirá costando reconocerse en según qué ámbitos; por lo menos a aquellos que no tienen el más mínimo interés en trascender y situarse con esa España, ¡arriba!, al ladito de Dios.
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