Ya están aquí. Antaño lo hacían con puntualidad británica, a primeros de julio, cuando el amigo Lorenzo comenzaba a tostar con fuerza el pellejo de los ávidos cazadores de saldos, llegando éstos a su particular cueva de Alí Babá con el pecho henchido de ilusiones, aunque algo deshidratados, y con el rostro más iluminado que la fragua de los gusiluz.
SI, SI, SI, VOY POR LA TERMOMIX
Pero eso era antes, obviamente. Actualmente las rebajas se adelantan cada día más y más, como un Saturno bulímico que devorase compulsivamente semanas en lugar de minutos, hasta pasarse de rosca y terminar zampándose incluso las correspondientes al mes de junio, para vomitar luego a finales de agosto todo el atracón antes de retornar de nuevo a la pitanza.
Y si se adelantan no es para que a los comerciantes no se les enfríen las ventas, sino más bien para evitar que se les congelen. Con este añito tan salao que llevamos, entre la subida de la luz, la de la gasolina, el IPC, la inflación y más desgracias que no recuerdo ahora, el que decide seguir otro año más al frente de su chiringuito o bien es un iluminado, o tiene más aguante que los defensores de El Álamo.
Los clientes, tres cuartos de lo mismo. Llegan a la tienda con la faltriquera repleta de monedas de céntimo, pero con escasa presencia de las de euro, por lo que el perfil de le ruá apenas encuentra gemelos con los que hacer pandilla. Sus sueños de increíbles gangas mirándoles a los ojillos tornan rápidamente en terribles pesadillas, ya que el precio rotulado en la etiqueta de los pantalones pirata última yenereision sobrepasa con creces el exiguo presupuesto que destinaron para la compra del fondo de armario del viejo Long John Silver.
Incluso este año, la ya legendaria señora que, armada con bolso y tacones de aguja, para morir matando si llega el caso-, aguanta estoicamente tanto la apertura del centro elegido para la guerra como a la televisión de turno que le pregunta las mismas gilipolleces cada año, es muy posible que combata en solitario. Triste será el momento en el que nuestra aguerrida y madrugadora dama ejerza de sprinter hasta la planta de menaje para hacerse con una termomix como la de su cuñada Maruchi, salvo que rebajada al cincuenta por ciento, y al mirar atrás, en lugar de contemplar a sus asfixiados rivales, descubra que la peña se ha quedado en la primera planta matándose por unos tangas de los de a diez euros el kilo. Y lo peor es que cuando llegue a hacerse cargo de su botín, la rebaja será tan mínima que como no lo financie a treinta años, su querida Maruchi seguirá fardando unos cuantos años más de su inaccesible mix.
Así que nada, vaya tranquilos a las rebajas, pues este año y desgraciadamente también los próximos, me parece- no creo que estén masificadas, por lo que ya no tendrán que preparar estrategias en el cuarto de los niños, dibujando planos y mapas del centro comercial a la luz de un flexo, ni vestirse por la mañana con un ayudante, como los toreros, aspirando hondo y mirándose al espejo concentrados, pues es posible que no encuentren amiguetes como las otras veces. Y es que todo el mundo lo sabe, los amigos de las rebajas son como los de la mili, para toda la vida.
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