AQUEL EXCITANTE CURSO

Corría el año ochenta y dos y, mientras por aquí convertíamos sin saberlo en futuro icono pop al regordete Naranjito, por allá, en los EE.UU, se estrenaba una peli que más tarde pasaría a la historia como una las grandes canteras de actores americanos que años después destacarían, con mayor o menor éxito, en las siguientes décadas. Sin nada que ver, por cierto, con el llamado Brad Pack de la época, en el que un atajo de mocosos de rostro agraciado lucía palmito en películas como Rebeldes o Sant Elmo Punto de Encuentro.

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Pues si, resulta que a un guionista llamado Cameron Crowe, con la mili más que hecha, y que años más tarde le dio por dirigir también –Jerry Maguire, Vanilla Sky-, no tuvo otra cosa mejor que hacer que tirarse un año en un instituto del sur de California para documentarse sobre la vida de los estudiantes de principios de los ochenta.

Todo para contar la historia –basada en su propia experiencia- de un escritor que se matricula en un instituto con la peregrina idea de conocer de primera mano la psicología de los estudiantes, descubriendo sorprendido que la peña rezuma más exceso de testosterona que cualquiera de las películas de Porky´s.

Algo que luego plasmaría visualmente Amy Heckerling, que también tiene lo suyo pues los siguientes trabajos de la moza fueron nada más y nada menos que Las vacaciones europeas de una chiflada familia americana –con Chevy Chase, madre del amor hermous- o las terribles Mira quien habla y Mira quien habla también.

Sin embargo, el mayor mérito de esta cinta -prescindible en cualquier hogar que se precie- radica en la cuadrilla de actores que logró juntar tras el casting. Algo tendrían estos pájaros porque, sin ser guaperas la mayoría –con alguna excepción-, con el paso de los años muchos de ellos lograron labrarse una digna carrera en la interpretación y en algunos casos en la dirección.

Como es el caso de Sean Penn, que pasó de tío malote y difícil a ser uno de los mejores actores de su generación, a la par que dirigir buenas películas como la última que ha hecho, Hacia rutas salvajes. En el mismo saco de actores/directores nos encontramos con Forest Whitaker, un tipo que lo mismo te vale para un roto que para un descosío. Estrella de fútbol de su instituto, cantante de ópera en el mismo, actor, director, ganador de múltiples premios. Y eso que tiene un ojo medio a la virulé, si llega a tener los dos en su sitio no sé yo la que habría liado ya… Como último actor/director de la saga Aquel excitante curso tenemos a Eric Stolz, pelirrojo guaperillas considerado también un buen director de cine independiente. Y al que por cierto yo le estoy agradecido por no aceptar al final el papel de Marty Mcfly y dejárselo a Michael J. Fox, quizá para que fuera a él quien le quitaran los puntos del carné mientras regresaba al futuro a toda leche a lomos del mítico DeLorean.

Otros actores -con pinta de panolis- que asomaron la jeta por esta peli fueron el inefable Nicolas Cage –lo siento, lo tengo enfilado-, quien pensó retirarse del chiringuito del celuloide al descubrir que la mayoría de sus apariciones en su primer film fueron eliminadas del metraje final. Anthony Edwards, pringaete que tuvo el honor de participar en La Revancha de los novatos –cuéntaselo a tus hijos si hay narices-, después promocionó a piloto buenazo en Top Gun, hasta, tras lustros de estudio, sacar el mir y terminar de médico en Urgencias, con plaza fija y sin complejos por haberse quedado calvorotas. Por último, Judge Reinhold, cara de pardillo supina, al que por cierto pilla Phoebe Cates en el cuarto de baño mientras se la pela imaginándosela en topless en la piscina. Coño, ya que te pillan, haberla imaginado en pelota picada. Para superarlo, terminó alistándose en el cuerpo de policía de California, convirtiéndose en el capullo Billy de Superdetective en Hollywood.

Para terminar con esta especie de cantera de Lezama yankee, hablaré de las dos chicas que salen. La primera, Jennifer Jason Leigh, coprotagonista del film junto a Sean Penn, hija del actor Vic Morrow –La ley de la horca- y de la guionista Bárbara Turner –Pollock-, y que realizó buenas interpretaciones en posteriores películas como Los señores del acero o Ultima salida Brooklyn, con una banda sonora cojonuda a manos de Mark Knopfler. La otra chica, Phoebe Cates, una preciosidad, que puso pitosa a toda la vasca con su primera peli, Paradise, una copia barata del Lago Azul, donde la rapaciña enseñaba continuamente las vergüenzas a su oxigenado partenaire, el cual tenía que tirar continuamente de batido de bromuro para poder terminar cada escena picantilla. La pena es que el prometedor futuro artístico se quedo en eso, en prometedor, y lo único medio conocido que hizo después fue de novia del protagonista de los Gremlins, con el que no debió acabar muy bien tras ver la que liaba aquel pringao al echar un chorreón de Font Vella en la cocorota de un bichejo que resultó no ser water resistant.

En fin, a ver si en estos tiempos que corren logramos reunir en el cine español una charpa del estilo, aunque se trate también de una cinta de serie H, y así dentro de unos años logramos darle en los morros a todos esos que critican el escaso valor de este tipo de pelis intranscendentes.