-¡Que va a haber crisis, almas de cántaro! Ya lo dijo Vegara, Secretario de Estado de Economía, estamos en un periodo de dificultades subjetivas-Zapatero said. -Ah, menos mal-respondió tranquilizada toda España al unísono. Pensábamos que lo de los camioneros, la subida del gasoil, los problemas del sector pesquero y agrícola o la inflación galopante podía deberse a eso. -Anda, anda, qué cosas tenéis. Un poco picajosillos y tocapelotas sí, pero la verdad, sois todos unos cachondos.
Ji,ji,ji, se lo han tragado
Pues si, parece que salvo ZP y los demás miembros del gobierno, el resto de España vive en un universo paralelo, de esos que le da por descubrir a Stephen Hawking el día que no le convence la peli que echan en antena tres. Un mundo en el que nada más levantarse por la mañana, la peña ya tiene clavada en la cerviz tres banderillas: la de la hipoteca, la de la gasolina y la que más duele de todas, la de no hay vacaciones, normalmente causa/efecto de las dos anteriores, y que hace que los ansiados quince días en Torrox tirando de extraordinaria, muten en quince días en la casa del pueblo hasta dos días antes llamado villorrio asqueroso- al que no iban desde hace años, y donde tienen que tragarse los vaciles de posición desahogada en la gran ciudad ante sus antiguos paisanos, mientras empapan bien de aceite el mendrugo de pan de centeno que prácticamente consistirá su dieta durante la próxima quincena.
Parece ser que esto de describir una situación incómoda con una terminología totalmente alejada de su propia esencia es un mal endémico extendido en todos los países del mundo, en los cuales se intenta maquillar la verdad con una nutrida y oscura polvareda de absurdos eufemismos que no benefician absolutamente a nadie. Tan absurdo como cuando al que van a fusilar le ofrecen una venda para taparse los ojos. Ya ves tú lo que soluciona, la muerte va a llegar igual. Ahora, si la consigue hacer tropezar con la venda y escapar mientras escayolan a la de la guadaña, eso ya es otra cosa.
Hay verdaderas joyitas eufemísticas como cambiar extorsión por impuesto revolucionario, matarile de civiles al tum tum por daños colaterales, economía de culo por crecimiento cero esta mola porque crece pero cero, o sea, que no crece-, todos a la puta calle por flexibilidad de plantillas, y como fin de fiesta interrupción de la vida. Coño, la muerte.
Aunque para salao este de periodo de dificultades subjetivas, curioso eufemismo utilizado para evitar decir a la cara lo que de verdad se cuece en la requemada olla de la economía patria. Hombre, si estamos en crisis, que lo digan sin mas, a pelo, para que por lo menos podamos ver llegar el tiro de frente y no nos pille desprevenidos. Que sí, que vale, que con lo que está ocurriendo no hace falta que le digan a uno que hay crisis, pero algunos pensamos que si.
Es lo mínimo que deberían hacer los encargados de la calculadora nacional cuando no le cuadran las cuentas que habían programado, pues rajando un poco la saca pública para calmar a las masas con limosnas de cuatrocientos euros no solucionan el problema. Es más, lo acrecientan, ya que con ese dinero, que a ninguno saca de pobre, se podía intentar parchear alguno de los múltiples agujeros por los que a la hucha del toro se le escapa el aire.
Que digan las cosas como son, sin engañarse a si mismos, ni vender humo. Quizá sea esa la única solución para que entre todos, recibido ya el zurdazo de la crisis directo a la mandíbula, logremos levantarnos del ring, algo mareados del hostiazo, eso sí, y continuar el combate de la vida a base de apretarnos el calzón y tirar pa´lante como los de Alicante. Seguro que entonces ganamos el combate, aunque sea por puntos, a la puñetera crisis, que a esas alturas será más pesada ya que el cuñado de Rocky.
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