El Mal, al menos para quienes no lo practican de forma sistemática, siempre genera aversión, rechazo, repugnancia, todo aderezado con frustración y tristeza, pero existen grados en esta escala de la ignominia. Por eso, nos resultan tan difíciles de digerir los abusos y vejaciones que sufren los más desvalidos, y merecen toda nuestra reprobación, por ejemplo, la doble moral de la que hacen gala muchos políticos o la hipocresía que caracteriza en ocasiones a investidos representantes de las distintas confesiones religiosas. Se podría decir que nuestro rechazo es proporcional al grado de bondad que se le presupone a quien comete la iniquidad.
Se puede, sin embargo, seguir descendiendo. Esta bajada al Averno parece no tener fin. Y así descubrimos horrorizados pues todavía la hiperinflación informativa no ha conseguido aplacar nuestro sentido de la indignación- que hay niños en distintas partes del mundo que están sufriendo abusos por parte de integrantes de fuerzas de paz y trabajadores de organismos humanitarios. Así lo ha revelado un informe de la ONG británica Save the Children, en el que se pone de relieve que muchos de estos abusos permanecen sin castigo, ante el miedo de los niños y sus familias a revelar tal situación.
Cuenta la BBC cómo una niña de 13 años de edad fue violada cerca de su casa en Costa de Marfil por diez integrantes de las fuerzas de paz de Naciones Unidas. Este mismo medio afirma que no se ha tomado acción alguna contra los soldados.
Desde la ONU, un portavoz del organismo ha manifestado a este respecto que es imposible garantizar cero incidentes en una organización con cerca de 200.000 personas empleadas bajo su mando alrededor del mundo, aunque, claro, ha transmitido un mensaje de tolerancia cero y cero impunidad ante hechos como estos.
Faltaría más.
Desde luego noticias de este tipo resultan demoledoras para quienes no hemos perdido totalmente la confianza en la existencia de personas capaces de jugarse la vida para proteger a los demás. Y seguramente las hay. Héroes anónimos cuyas proezas olvidará la Historia. Pero, desde luego, son tiempos para escépticos. Malo.
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