Críticos del desprecio

Los medios han encontrado una forma más de explotar el filón de la telebasura. Dar cabida a pseudoanalistas destripadores de las programaciones que emplean los mismos métodos para conseguir lectores que los responsables de los contenidos que desprecian.

Los críticos del desprecio son, de entre los subproductos refinados, uno de los más elaborados ejemplos de falta de ingenio del periodismo. Este medio tiene uno, especialmente cínico, y otros tienen los suyos. Van y vienen, como las rémoras ha transformado su pluma en una ventosa adherida al televisor, poniendo a caldo a todo bicho viviente que asoma por la parrilla.

Echan mano de la misma basura que critican para lograr el mismo fin, una audiencia rápida y acrítica. Desprecian lo que critican y se sitúan, con una pedantería insufrible, en la esfera superior de los elegidos y los cultos. Te recuerdan que sólo bajan al vertedero a cambio de unas monedas porque lo suyo, de verdad, es un arte elevado que el resto de mortales, una manada de imbéciles, no entiende. Como un panadero que te sirve las barras con las manos llenas de mierda mientras te describe los sabores de los chocolates Richart. Viven pendientes de los halagos fáciles y de los insultos todavía más simples con que su grupo de fans celebra el festín y el chascarrillo mientras lo fían todo a una supuesta gracia literaria, algunos escriben bien, que acaba siendo una previsible secuencia de descalificaciones.

Conocen el oficio. Puta vende más que prostituta, cagada más que deposición y polla más que pene. Prueba superada. Pero ¿por qué se castigan viendo algo que no soportan e intentando arreglar algo que no tiene remedio?. Si es por dinero, y es su trabajo, existen labores mucho más desagradables que otros afrontan sin tantos melindres e infantilismo. Si es por frustración sería mucho más sencillo dedicar el tiempo a construir un proyecto propio y no un personaje lineal y previsible como los que son objeto de sus chanzas.

Son insufribles. En serio.