Hace unas semanas nos encontrábamos con la noticia de la creación de una plataforma independiente (de simpatizantes, votantes y afiliados del PP) a favor de que Esperanza Aguirre fuese la candidata a las elecciones generales de 2012. Desde entonces ella se ha cansado de desmentir que no entra en sus planes suceder a Rajoy (al menos hoy, mejor dicho: al menos hasta el justo momento de publicar este artículo de opinión). Más allá de sus motivos, le regalo ocho razones que puede esgrimir para no optar a la candidatura de las próximas generales.
1) Como principio, parece lógico que una "antisistema" no pueda estar al frente del mismo. Esperanza ha demostrado cierta ligereza a la hora de respetar la legislación vigente (ni la nacional: ahí está su decisión de permitir fumar en sitios en los que la ley lo impide o la de acogerse a una resolución recurrida ante el Constitucional en la que se reconocía el derecho a la objeción de conciencia a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, sentencia de un tribunal de Andalucía). Tampoco se escapa las leyes internacionales: ahí está su ignorancia sistemática de la obligación de hacer una declaración de impacto medioambiental (en esto coincide con Gallardón, que hizo lo mismo en el caso de las obras de la M30) por el desdoblamiento de la llamada Carretera de los Pantanos (M501) tal y como exige la UE). Y sí es posible objetar a las leyes que no nos gustan, pues que esa decisión se haga extensiva a los ciudadanos de a pie, ¿no?.
2) Tiene demasiada suerte (I). Lo sé, no es una buena excusa pero yo sospecho de la gente que tiene "demasiada" suerte (acuérdense de aquel concejal del Ayuntamiento de Madrid que ganó varios años consecutivos el sorteo de la lotería de Navidad. Esperanza ganó sus primeras elecciones autonómicas tras un, cuando menos, extraño movimiento de dos diputados del PSOE. Cualquiera que aquel verano de vergüenza viese la comisión de investigación (famosa por el "No a todo" de María Teresa Saenz) coincidirá en que al menos hubo un cúmulo de coincidencias de lo más favorable a Esperanza y sus intereses. Ella, tan aficionada a las conspiraciones (ay, aquellas dudas sobre la investigación de los atentados del 11M) nunca dio pábulo a ésta teoría y se mantuvo limpia, virginal y pura.
3) Tiene demasiada suerte (II). La proverbial diosa fortuna quiso que la estación del AVE de Guadalajara se emplazase en un lugar que (casualmente) familiares suyos poseían extensas propiedades y donde se levantó la urbanización de Valdeluz. Casualmente, insisto, se trata de la única estación del entramado ferroviario de Alta Velocidad que no se sitúa dentro del casco urbano (está a ocho kilómetros de los límites de la ciudad de Guadalajara). Ha habido otros casos de fortuna urbanística relacionada con personas del entorno de la lideresa, pero ella siempre lo ha despachado con un "no me pueden pedir que controle todo lo que hacen mis familiares" y tiene razón, pobrecita mía con la de responsabilidades que tiene como para atender esas minucias...
4) Su desprecio por un derecho tan básico como la presunción de inocencia. Ahí está el caso del Dr. Montes al que destituyeron de su cargo como responsable de Urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés sin ninguna condena y al que, una vez absuelto por la Justicia, ningún responsable de la Comunidad ha pedido disculpas y tampoco ha sido readmitido en su puesto. En la sentencia se dice que no se pueden demostrar los cargos imputados, y a ese argumento se asen Esperanza y su Administración, si no se establece judicialmente que es inocente, entonces es sospechoso de ser culpable (y yo que creía que el Estado de Derecho era justo lo contrario).
5) Su desmedida e insana ambición, gracias a la que no le importa enzarzarse con Gallardón causando perjuicios a los madrileños por su guerra de administraciones (véase por ejemplo la vergüenza del "túnel sí, túnel no" del Paseo del Prado). Tampoco con el Gobierno central, véase el cierre de la M50. ¿Y con Rajoy? Pues más de lo mismo. Nada se interpone entre Espe y su destino.
6) Su querencia por la manipulación informativa (véase la transmisión integra en Telemadrid de cualquier manifestación contra el Gobierno, la fulminante destitución de Germán Yanke por osar hacerle una pregunta incómoda (incluso le reprendió, en el colmo del cinismo, diciéndole: "No me gusta que usted compre el discurso del partido socialista (...) Compra usted el discurso de nuestros adversarios"), y cientos de ejemplos más (el reportaje de "El coladero de Barajas", la no información de las agresiones en el Metro...).
7) Su cinismo notable en prácticamente todas las intervenciones que ofende a quién la escucha confesar, como se recogía en un libro biográfico, que con un sueldo de 8.000 euros mensuales le costaba llegar a fin de mes o el desdén con el que contesta a preguntas de periodistas del grupo Prisa en sus ruedas de prensa. Lo sé, la mayoría de los políticos son unos cínicos, pero eso no quita para que, como escribía Kapucziski de los periodistas, los cínicos no sirvan para este oficio (o no deberíamos de aceptarlo con tanta alegría).
8) La última, ayer mismo nos enteramos, es su no creencia en el principio de la laicidad del Estado. Preocupante como madrileño que soy que la Iglesia (una institución ajena a la práctica de la medicina y, en muchos casos, claramente opuesta al progreso científico, que santifica el dolor físico, a la que no pertenezco y que no me representa) pueda tener voz y voto en la decisión de mi tratamiento médico si ingreso como enfermo terminal (sea directa o indirectamente, a través de una opinión de un comité de ética).
En cualquier caso no creo que necesite de ninguna de éstas pues ella ya dijo que toda su ambición política quedó colmada cuando accedió a la presidencia de la Comunidad de Madrid y que ella no quiere un debate de personas sino de ideas. En cualquier caso, y si se decide a presentarse (la presión de los afines puede ser insoportable y ella, al fin y al cabo, es humana), que no cuente conmigo.
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