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El Homo floresiensis tenía los pies grandes

Archivado en:
asia, medio_ambiente, tecnologia
Actualizado 18-04-2008 12:11 CET

Por ahora no se sabe si también lucía una buena pelambrera en el empeine, como la de Frodo Bolsón, pero el homínido apodado "hobbit" parece haber tenido unos pies desproporcionadamente grandes, planos y con ciertos rasgos simiescos.

Los pies del Homo floresiensis. Foto de William Jungers

Esas han sido las conclusiones de William Jungers, investigador experto en la locomoción de los homínidos fósiles. Jungers y sus colaboradores aún no han publicado estos resultados en una revista científica revisada, sino que los presentaron la semana pasada en un congreso de la Asociación Americana de Antropologos Físicos.


Los huesos de los pies del ejemplar principal de Homo floresiensis están bastante completos y permiten a los científicos estimar su longitud. Aunque aún no disponemos del dato preciso que nos permitiría regalarle unos zapatos de su talla, en el resumen de la presentación se afirma que es un pie de tamaño normal para una persona actual. Pero recordemos que este individuo fósil (o "individua", si nos sumamos a las nuevas tendencias idiomáticas) tan solo medía un metro de estatura. Comparado con la longitud de la pierna, el pie es enorme; lo consideraríamos fuera de lo normal si lo viéramos en un humano de hoy. Un pie "de payaso", que haría que estos pequeños humanos caminasen de un modo gracioso y que, dejando a un lado su corta zancada, les impediría correr con eficacia.


Pero el tamaño no es lo único peculiar del pie floresiense. Se trataba, probablemente, de un pie bastante plano. El hueso escafoides presenta rasgos muy primitivos, según Jungers similares a los grandes simios y los australopitecos. El dedo gordo tiene la forma tipica de los humanos, pero es muy corto comparado con los demás dedos: de nuevo una característica de los homínidos bípedos más antiguos, como los australopitecos.


Estas particularidades de los pies se suman a las que ya se han ido identificando en los huesos de la muñeca, el brazo, la mandibula inferior, el cráneo, el cerebro, los dientes o la cadera. Los partidarios de la hipótesis de que el Homo floresiensis no existe, sino que los restos pertenecen a Homo sapiens enfermos, tienen cada vez más difícil encontrar una explicación coherente para todo este conjunto creciente de rasgos insólitos.

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