Gueorgui Stoev conocía de primera mano los métodos de los grupos mafiosos de su país, Bulgaria. De hecho, antes de ponerse a escribir obras sobre el desarrollo de la delincuencia organizada durante los años de transición después de la caída del régimen comunista, revelando detalles sobre el modo en el que algunas compañías de seguros surgidas a principios de los años noventa obtenían clientes mediante la extorsión, y estableciendo sin ambages conexiones entre la mafia y el poder Ejecutivo -aseguraba por ejemplo que los homicidios por encargo se hacían con el conocimiento del ex ministro del Interior Lyuben Gotsev-, él mismo había sido miembro de una organización de asesinos a sueldo, y aunque afirmaba que él nunca había matado a nadie, conocía perfectamente a las personas que los cometían. Sabía con quién se jugaba los cuartos, del mismo modo que a sus antiguos colegas les inquietaba su incontinencia oral y escrita.
Era la diana humana perfecta.
Es fácil imaginar que Stoev temiera por su vida. Desde la caída del comunismo en Bulgaria, y hasta la fecha de su ingreso en la Unión Europea el 1 de enero de 2007, se cometieron en el país más de 150 asesinatos de políticos y de hombres de negocios por encargo. Y no puede decirse que la situación haya mejorado demasiado en los últimos meses.
Sin ir más lejos, dieciocho horas antes de recibir dos disparos en la cabeza en pleno centro de Sofía, un destacado empresario, director de la compañía privada Atomenergoremont, Borislav Gueorguiev, también había sido asesinado. Mismo procedimiento. Mismo número de balas disparadas en el mismo lugar. Mismo resultado: la muerte.
La policía búlgara no tiene sospechosos de los dos asesinatos y descarta de momento conexión alguna entre ambos casos. Aunque, desde luego en el caso de Stoev la autoría intelectual del crimen no parece generar demasiadas dudas. Es lo que sucede cuando uno se niega a no suscribir ofertas de ésas que no podrás rechazar.
El caso es que pese a la aparente lejanía del fenómeno y de su escasa repercusión fuera de la propia Bulgaria, no podemos perder de vista que estas cosas suceden dentro de las fronteras de la Unión Europea, de ahí que la Comisión se haya lanzado a criticar al Gobierno búlgaro por no hacer suficientes esfuerzos para erradicar la delincuencia organizada y la corrupción en los altos niveles del poder.
Bruselas se ha puesto seria y ha amenazado con congelar por esta causa fondos de programas de desarrollo destinados al más beneficiado por este concepto de los socios de la UE.
Y es que no es la primera vez que desde las instituciones europeas se ponen serios -como también lo hicieron en el caso de Rumanía- con las autoridades de este país de unos ocho millones de habitantes en este terreno.
La corrupción en los niveles actuales amenaza el mercado interior y las políticas de la UE decía a finales de 2005 en una carta enviada al Gobierno búlgaro al en ese momento comisario europeo responsable de la política de Ampliación, Olli Rehn.
Los más escépticos ante la ampliación hacia el Este puede que obtengan ahora nuevos argumentos para justificar su rechazo a la velocidad con la que la UE ha ido incorporando nuevos socios, en una carrera que aún no ha terminado. Los defensores de esta estrategia pueden argüir, por su parte, que dentro de la Unión y bajo la presión de las instituciones europeas la consolidación de estos países dentro de las democracias avanzadas puede ser mucho más rápida y efectiva.
Pero, independientemente de la postura que adoptemos ya nada le devolverá la vida a Gueorgui Stoev, un tipo valiente, o temerario, según se mire, que le plantó cara al terror a pesar del alto precio que pudiera terminar pagando. A él lo han callado. Pero con su muerte sus asesinos no pueden comprar el silencio de quienes creen en una Europa mejor.
Actualización (23/04/2008)
Purga en el Gobierno búlgaro para calmar a la UE. Destituidos tres ministros por los casos de corrupción
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