Aunque no soy culpable es difícil de explicar mi convulsión interna. Sé quiénes fueron los principales culpables: los que ordenaron matar y hacer desaparecer a centenares de miles de seres humanos, los que cavaron tumbas en lugares desconocidos. Pero en esta clasificación también incluyo a los responsables políticos europeos de la época. Siento rabia cuando hoy los veo ocupar puestos específicos en el escalafón y justificar su incapacidad (o quizá su decisión) para detener a los principales criminales. (más»)