VENECIA.— Mujeres de negro y miradas intensas, todas rosario y harina entre los dedos; hombres violentos y apasionados, fusiles colgados de los hombros y puñetazos fáciles; niños que crecen deprisa y aprenden rápido a ganarse la vida. Mafiosos, latifundistas, elecciones compradas, sobornos, venganzas. Fugas por amores contrastados, muertos y lloronas. Gente que murmura (el pueblo es pequeño…) en la silla bien asentada en la calle delante del portal. Un sol que ciega, viento amarillo, misteriosa arquitectura barroca, olivos.
Tornatore posa antes de la proyección de 'Baarìa'.
No falta nada para completar el gracioso cuadrito de una Sicilia de colores híper-típicos y lugares comunes. Casi una publicidad turística (del tipo: ‘Sicilia te espera’…) en formato extra large. Lástima que estemos hablando de la última creación de un premio Óscar, Giuseppe Tornatore, cuya 'Baarìa' inaugura esta noche el festival de cine más antiguo del mundo.
Dos décadas después de la ternura y delicada ironía de 'Cinema Paradiso' (Óscar a la mejor película de habla no inglesa Academia en 1988), el director italiano vuelve a Sicilia para retratar el lugar donde nació hace 53 años: Baarìa es el nombre antiguo de Bagheria, pueblo situado en la provincia de Palermo, muy cercano a Corleone.
Francesco Scianna y Margareth Made, los guapos protagonistas.
Cuando Leonardo Sciascia, insuperable cantor de los vicios y de las virtudes de aquella tierra dolida, vio 'Cinema Paradiso' se emocionó. Y regaló un consejo al joven director: "Si sigues rodando películas sobre Sicilia, nunca fallarás". Tornatore debe de haber arrinconado durante años la sugerencia del gran escritor, hasta que decidió tomársela demasiado en serio. Y con el propósito de volver a descubrir la profunda vinculación con su isla, tierra de belleza absoluta y de pura miseria, personal objeto de amor y odio, acaba confeccionando una especie de cursillo intensivo de sicilianidad.
La idea de comprimir y fotografiar 50 años de historia de Italia (de la década de los treinta hasta los ochenta), acercando el ojo de la cámara a una familia durante tres generaciones, se le escapa de las manos y pierde poder y eficacia emocional. La metonímica operación se revela ambiciosa y no da en la diana. Demasiados protagonistas con personalidades por matizar, demasiado sketch de color local que resultan artificiales, demasiados años, demasiado de todo. Así que los 150 minutos de 'Baarìa' acaban siendo una especie de reto para quien quiera chutárselos con pocas horas de sueño en el cuerpo.
Dos años de trabajo y muchos más de brain storming, 24 millones de presupuesto (la producción más cara de siempre en el cine autóctono), un reparto que cuenta con casi cualquier rostro famoso en Italia, centenares de figurantes, seis hectáreas de escenario reconstruido en yeso y cartón en Túnez: son los datos faraónicos de una colosal ocasión fallida.
Cierto, algo bueno lo tiene: la música de Ennio Morricone, siempre oportuna y sugerente; el dialecto siciliano que, con su melodía arrastrada, es como una segunda banda sonora; algunas escenas corales que en pocos instantes resumen un mundo entero. Como cuando todo el vecindario se reúne delante de la única televisión del barrio para encandilar los ojos húmedos delante del Fesival de San Remo. Imposible no pensar en 'Amarcord', de Fellini. Pero dura poco. También hay cosas imperdonables: el final, demasiado explicativo, que cierra el círculo del relato de manera pedante y, sobre todo, el cameo de Monica Bellucci que una vez más encuentra la manera —del todo gratuita y sin sentido— de enseñar su pecho desnudo.
Silvio Berlusconi dijo tras ver la película: "Todo italiano tendría que verla. Es una obra maestra absoluta". Curiosamente la produce.
Tornatore y su séquito de actores pisarán esta tarde-noche la alfombra roja, a ver si regalando carisma convencen al público. Mientras tanto, el director siciliano puede presumir de los cumplidos de un espectador excelente: Silvio Berlusconi. El primer ministro italiano vio la cinta y no pudo evitar deshacerse en cumplidos. "Todo italiano tendría que verla. Es una obra maestra absoluta", dijo. Ningún intento de presionar al jurado que tendrá que decidir qué cinta merece el León de Oro. A fin de cuentas, el Papi nacional hace sólo el trabajo sucio. No se olvida del hombre que era antes de gobernar el país ni tampoco que es dueño de Medusa, la productora que ha financiado 'Baaría'. Un poco de publicidad no mata a nadie.
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