Durante los últimos meses se han ido sucediendo una serie de noticias relativas a la construcción de nuevos gasoductos. La última, el inicio de los trabajos geológicos para la construcción de South Stream, un gasoducto que unirá Rusia y Turquía a través del Mar Negro y que pretende canalizar una parte importante de las exportaciones de gas ruso a la Unión Europea. La penúltima, el inicio de la construcción de Nabucco, un gran proyecto que suministrará Europa con gas del Oriente Próximo. Inicialmente será gas azerí, pero el gran valor sería acceder a las reservas de Asia Central e Irán. Nabucco debería estar operativo en 2014 y South Stream en 2015.
Un trabajador comprueba una de las tuberías del gasoducto de Nord Stream
La discusión de estos proyectos se suele realizar en el contexto del suministro de gas ruso a Europa. Nos vamos acostumbrando a que cada invierno haya algún incidente (¡a ver qué sucede este!), para lamentarse a continuación de la falta de seguridad de suministro. Desde la tranquilidad estival, intentemos analizar las circunstancias.
Gazprom, el cuasi-monopolio ruso del gas, exporta casi en exclusividad a los mercados europeos. Ocasionalmente hay anuncios de futuras exportaciones al Lejano Oriente y América, pero prácticamente nada se ha hecho para construir las infraestructuras necesarias (que son bastante caras), por lo que probablemente la situación actual no cambiará mucho durante los próximos cinco o diez años, si no más. Sus principales clientes en Europa son, con mucha diferencia, Alemania e Italia, que tienen suministradores alternativos. Los nuevos estados miembros del este de la Unión dependen para la casi totalidad del suministro de Rusia, pero son economías pequeñas que suponen una parte pequeña del mercado de Gazprom.
Gazprom vende gas a Europa al "precio internacional" (más o menos el del gas en el mundo, ahora en mínimos históricos), pero a un precio mucho más reducido a Ucrania y Bielorrusia debido a los acuerdos tomados durante el colapso de la Unión Soviética. Como es de esperar, Gazprom busca cambios en estos acuerdos, especialmente dado el tiempo ya transcurrido y lo oscuro de su negociación. Además, Gazprom vende el gas a un precio muchísimo más reducido aún en el mercado interno ruso. Como suele suceder cuando una misma cosa se vende a varios precios, hay problemas. Especialmente porque las partes (digamos que Rusia y Ucrania) no se ponen de acuerdo en cuales fueron los precios y condiciones pactados. ¿Me dices que me cortas el gas? Pues lo saco de la tubería que pasa por mi casa, ya que además es mío. Los vecinos aguas abajo se fastidian. Pero claro, no son iguales y unos se fastidian más que otros.
Es posible que a este complicado panorama haya que añadir otro factor. La Unión Europea se ha formado en un ambiente de casi absoluta indiferencia por parte del resto del planeta. Quizá no se creyeran que fuera en serio, o quizá no les importara. En cualquier caso es posible que esta situación haya llegado a su fin, si es que como parece los líderes rusos se resienten profundamente de su pérdida de influencia en el este de Europa e intentan, en la medida de la posible, volver a la situación anterior. La Unión Europea es un obstáculo objetivo para llevar a cabo este programa, y el gas un instrumento idóneo para debilitarla.
Así pues, Rusia apoya un gasoducto directo a Alemania y uno "casi directo" a Italia (South Stream) circunvalando países intermedios. Los nuevos países miembros se sienten abandonados por los viejos. Se presiona para que se inicien proyectos que disminuyan la dependencia de Rusia como Nabucco. Los distintos países se preparan (o no) para la siguiente crisis, en general en un ambiente de manera descoordinada. Y se echa de falta una política "rusa" que sea efectiva en integrar a esta nación en el concierto europeo.
Lo sorprendente de esta situación es que la dependencia global de la Unión Europea no es tan terriblemente elevada: un cuarto del consumo total. Cierto que esta cifra puede reducirse aún más, y posiblemente sea bueno hacerlo. Pero de todas formas no debiera otorgar a Rusia un poder omnímodo sobre el mercado europeo. El problema es que este mercado no existe, sino que hoy por hoy lo que hay es más bien una colección de mercados nacionales.
A veces faltan tuberías, a veces actualizar las presentes (para, por ejemplo, permitir flujos en los dos sentidos y no solamente en uno), y a veces simplemente normas y regulaciones. Como europeos, creo que nuestra mejor garantía de suministro es un gran mercado interno. Y uno de los mayores peligros: el espejismo de pensar que estos temas pueden ser solamente competencia de las autoridades nacionales.
Para acabar, una noticia más: la decisión de ampliar la capacidad de transporte de gas con Francia. España es el miembro de la UE que cuenta con el mayor número de instalaciones para la recepción de gas natural licuado, que llega por barco de todo el mundo. Es uno de los grandes activos que España puede ofrecer a la garantía de suministro de Europa. Pero nosotros no tenemos grandes almacenamientos de gas, necesarios porque los suministros son más o menos constantes pero el consumo mucho mayor en invierno. Es uno de los activos que Europa nos puede ofrecer. Esperemos que no se repita en el gas la larga y deprimente historia de las interconexiones eléctricas.
*Julián Barquín, profesor en la Escuela de Ingeniería (ICAI) e investigador del Instituto de Investigación Tecnológica (IIT) de la Universidad Pontificia Comillas.(Las conclusiones y puntos de vista reflejados en este artículo son responsabilidad únicamente de su autor y no representan, comprometen, ni obligan a las instituciones a las que pertenece).
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