Un muerto muy vivo

A los dictadores les da mucha rabia morirse, tanta que algunos han logrado seguir en el poder siendo ya fiambres. Eso lo sabemos bien los españoles, que tuvimos a Franco entrando y saliendo del más allá durante una larga temporada; porque el fin de un líder supone la etapa final de un régimen. O dicho de otro modo, que a ninguno de los que controlan un país en este tipo de situaciones les conviene perder al símbolo que los sostiene en el poder. Al menos, no hasta que puedan asegurarse de que todo va a seguir igual.

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KCNA (REUTERS)

El 'Querido Líder' en plena inspección.

El hombre que nos ocupa, Kim Jong-il, conocido como 'Querido Líder' (el apelativo ya da una pista), es un tirano de tomo y lomo, de los que se pasan los derechos humanos por el forro, encierran a los disidentes en campos de concentración, fabrican armas nucleares, gastan 700.000 dólares anuales en coñac y celebran sus cumpleaños —denominados 'Días del Sol'— con grandes fiestas en las que se dobla la ración de comida de la hambrienta población norcoreana.

El caso es que sus amigos de Corea del Sur han aireado unos presuntos problemas de salud —dicen que tiene cáncer de páncreas— y como siempre ocurre en este tipo de situaciones hace falta alguna imagen para demostrar que el muerto está vivo y que los enemigos de la patria son unos cabrones. Salvando las distancias —más que nada por nuestro desconocimiento de la situación en Corea del Norte— hemos seguido el caso de Fidel Castro y sus escasas fotografías en chándal como prueba de supervivencia.

En la guerra de rumores sobre la vida y la muerte el cubano ha empleado medios más austeros, porque la escenografía elegida para la imagen que supuestamente ha de probar al mundo entero que Kim Jong-il sigue entre nosotros no tiene desperdicio. Nos hallamos en lo que parece —con este tipo de imágenes nunca se sabe— el patio exterior de una fábrica en la que unas sillas de terraza veraniega hacen juego con la pared. Todos en pie, cualquiera se sienta en una situación similar. Sólo el 'Querido líder' sobrepasa la imaginaria línea que trazan los asientos de plástico.

KCNA (Reuters)

Fotografías de Kim Jong-il desde 2004 hasta hoy.

Queda claro que está al mando de la situación y que nadie osa aproximarse a él. Es una imagen que recuerda las airadas poses juveniles de las bandas de rock en sus fotografías promocionales aunque resulta obvia que a Kim Jong-il no le hace falta cantar. Comprobamos además que el paso del tiempo no le sienta bien, ni a él ni a nadie, pero parece estar vivo aunque sus manos aparezcan hinchadas y haya perdido peso.

Entre él y la fábrica —a los dictadores les encanta visitarlas— vemos al resto de la banda. Los tres militares ultracondecorados y muy viejunos —que ayudan a dar un aspecto más juvenil al líder—, los dos responsables de la fábrica que sonríen histéricos porque es probable que si durante la visita se cae una tuerca acaben en una ciénaga y, a la derecha, el que tiene toda la pinta de ser el comisario político que va apuntando en su libretita los nombres de todos aquellos que se atrevan a toser ante el 'Querido líder' quien, por si la distancia no fuera poco, es el único que puede llevar manga corta y unas gafas de sol que no consiguen atenuar ni su terrible mirada, ni su pose desafiante.

No sabemos, por razones obvias, si la foto es de ayer o del verano pasado. Pero algo nos ha quedado meridianamente claro: este tipo, además de un cáncer o de un hígado destrozado por los excesos, tiene muy malas pulgas y unos misiles que llegan muy lejos.