El presidente Barak Obama frena la financiación pública del desarrollo del automóvil de hidrógeno. La reducción de un 60% de los fondos destinados a ese capítulo en el presupuesto del año 2010 representa un giro radical respecto de la política seguida en Estados Unidos, apenas atenuado por la testimonial asignación de 41,9 millones de dólares a diversos proyectos relacionados con el volátil elemento. El Ejecutivo demócrata prefiere apostar por los coches eléctricos y los biocombustibles.
La decisión afecta de lleno al diseño de células de combustible portátiles. Con ellas se buscaba mover coches eléctricos, de cuyos tubos de escape sólo saldría vapor de agua. Ahora, en cambio, los menguados fondos públicos se canalizarán en el desarrollo de células fijas, concebidas para funcionar como baterías o suministro de emergencia. O sea: el coche de hidrógeno tardará mucho, mucho tiempo en salir del garaje.
La "economía del hidrógeno" era la gran bandera ambiental de la Administración de George Bush Jr.; aunque algunos sospechábamos de que se trataba de una zanahoria verde, esgrimida para compensar su negativa a bajar las emisiones de gases invernadero. Lejos han quedado los tiempos en los que el entonces presidente republicano requería al Congreso 1.200 millones de dólares para poner a punto el automóvil de hidrógeno. De más decir que con la resolución de Obama ese ambicioso plan ha quedado cancelado.
En honor a la verdad, digamos que también defiende esa causa el visionario Jeremy Rifkin. El evangelista de ese vector energético recorre el mundo predicando la nueva de una revolución tecnológica que nos sacará de la denostada economía del carbono, trayendo consigo descentralización y democratización social, política y económica.
Unas promesas que al gobierno estadounidense le suenan a música del futuro, a tenor del escepticismo expresado por el secretario de Energía, Steven Chu, quién se preguntó y respondió a sí mismo: "¿Es probable que en los próximos diez, 15 o 20 años entremos en una economía automotriz de hidrógeno? La respuesta, nos parece, es ‘no’".
La gran pega del hidrógeno —el elemento más abundante del universo—, estriba, ni más ni menos, en la dificultad para obtenerlo. Como apunta mi colega y amigo, Ignacio Fernández Bayo, "la economía del hidrógeno prosperaría en Júpiter, cuya atmósfera se compone mayormente de ese elemento, y donde no habría más que extraerlo del aire". En la Tierra, por el contrario, hay que producirlo a partir del gas natural —un recurso no renovable— , o del agua mediante electrólisis, una opción sumamente costosa. Y no digamos de la millonada (o billonada) que costaría cruzar el territorio estadounidense con gasoductos e instalar decenas de miles de estaciones expendedores de hidrógeno —al día de hoy, apenas funcionan 120 de ellas en todo el país—.
Por esas razones, muchos se inclinan, con Obama a la cabeza, por los coches eléctricos alimentados por una red abastecida por energías renovables. Pese a ello, las firmas Toyota, General Motors y Honda aseguran que no cejarán en el desarrollo de coches con células de combustible. Los noruegos parecen ser de la misma opinión: al mismo tiempo que el Gobierno estadounidense desincentivaba la investigación en estos vehículos, los escandinavos inauguraban su primera "autopista del hidrógeno", de 560 kilómetros de extensión. ¿Tomará la Vieja Europa el testigo? Veremos…
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Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.
Fuimos a EEUU a probar su tren. Aquí están las conclusiones. Mal, mal...
Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.
A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.
Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDEA) casi la mitad de la energía consumida en los hogares españoles se debe a la calefacción y en la mayor parte de los casos no se hace de manera eficiente.
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