VALPARAÍSO (CHILE).- A poco más de cien kilómetros de Santiago, Valparaíso es sede del Congreso Nacional de Chile, Patrimonio de la Humanidad desde 2003 y uno —el, dicen sus habitantes— de los puertos más importantes del país.
En algún momento, antes del terremoto de 1906 y de la apertura del Canal de Panamá y de la crisis económica de los 80, la ciudad vivió años de gloria, de nobles construcciones y glamour importado de Europa. Aquí se fundó, en 1827, El Mercurio de Valparaíso, uno —el, dicen sus habitantes— de los diarios más antiguos en lengua castellana, y en este puerto nació Santiago Wanderers, el club de fútbol más viejo de este país. Hacia fines del siglo XIX, Valparaíso era una ciudad rica, con inmigrantes ingleses que celebraban el cumpleaños de la reina y tomaban 'tea'. Al Cerro Alegre le decían Merryl Hill y, según viajeros de la época, se hablaba tanto inglés que uno se sentía en una posesión inglesa.
Hoy esa ciudad ya no existe, pero todavía late en sus muros una elegancia herida. Y sobre los cimientos gastados avanza una urbe nueva y turística, que pasa de boca en boca, que aparece en revistas extranjeras como un dato único, como un lugar para no perderse. Hay 'hoteles boutique' o de lujo en casonas señoriales, cuidados bed & breakfast con vista al Pacífico, bares de moda, galerías de arte y restaurantes de nueva cocina chilena.
El último hit de Valparaíso son estos hoteles patrimoniales [por lo de 'ciudad Patrimonio de la Humanidad] boutique. Así se ha decidido llamar aquí a los pequeños hoteles de lujo, donde una habitación doble cuesta entre 70 y 300 dólares. Los 'boutique patrimoniales' son elegantes hoteles en casas antiguas, recicladas con buen gusto, atención personalizada y vista a los cerros o a la bahía. En general, se los encuentra en los cerros Alegre, Concepción y Bellavista, los más seguros, promocionados y donde también hay bares y restaurantes de tipo 'boutique'.
A muchos de estos hoteles se llega en los tradicionales ascensores que suben y bajan los cerros desde 1900. De los 35 que hubo alguna vez hoy quedan 15 y funcionan 13. Están medio destartalados y a veces chirrían los cables y las poleas, pero tienen revisiones periódicas que los mantienen en funcionamiento. Y cada año los usan unos cuatro millones de pasajeros.
Para llegar al Gran Hotel Gervasoni se toma el ascensor Concepción. Luego hay que caminar unos metros por un paseo hasta llegar a una casona de 140 años, que perteneció a Tomás Gervasoni, un genovés que hizo fortuna en tiempos del salitre y el carbón. En la restauración se conservaron muebles, espacios y el ambiente europeo que se vivió alguna vez en la ciudad. Las habitaciones tienen vista al mar y hay un amplio bar en la terraza, perfecto para un pisco sour y unas [almejas] machas a la parmesana.
La antigua casa del marino inglés Thomas Somerscales, que vivió y pintó Valparaíso y la guerra del Pacífico, también se ha convertido en un pequeño hotel de ocho habitaciones acogedoras, limpias y ambientadas como antaño.
Uno de los proyectos más comentados en esta época es el futuro Hotel del Vino de la calle Papudo, en el Cerro Concepción. Estaría listo a mediados de año, en una casona de 1850 donde vivió Theodor Smith, un líder luterano. En sus comienzos fue un templo de ceremonias luteranas. Pronto será un templo del vino. No hay dudas: en Valparaíso todo se transforma.
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