Empecemos por el tópico y terminemos enredándolo todo al final. Boris Vian vivió tan intensamente sus apenas 39 años de vida que pudo permitirse hacer de todo. Boris Vian fue tantas cosas que pareció disfrutar de varias vidas, entre ellas la de Vernon Sullivan, el autor norteamericano de novela negra que él fingía traducir.
¿Pero Boris Vian también fue peluquero?
Si echamos un vistazo al índice de la biografía que sobre él escribió Noël Arnaud, 'Las vidas paralelas de Boris Vian' (Versal, 1990), descubriríamos algunas facetas insospechadas de este polifacético autor: un 'hombre-orquesta' que parece poder tocar todos los instrumentos, algunos de ellos a la vez. Boris Vian fue novelista, pero también escribió poesía, obras de teatro, crónicas para la revista 'Les temps modernes', tradujo y dio conferencias, era ingeniero (con algunos inventos de su autoría), tuvo sus más y sus menos con el mundo del cine (entre otras cosas, figurante, guionista… y una muerte mítica en la sala de cine), fue patafísico y músico, muy buen compositor de canciones y hasta de un ballet, trompetista y un largo etcétera del que es difícil otear el final. La simple enumeración de sus oficios, diversiones e intereses podría ser suficiente para completar el resto del artículo, pero hoy le sumaremos otra más a las ya de por sí múltiples vidas de Boris Vian: la de erotómano.
'Escritos pornográficos' (Rey Lear, 2008) nos demuestra que Boris Vian era tan buen conocedor de la literatura erótica como lascivo practicante de sus húmedos principios: el libro contiene una conferencia sobre el tema, 'Utilidad de una literatura erótica', y una serie de poemas que desbordan imaginación y lascivia: un amante escribe con esperma el nombre de su amada por todos los rincones; un poema dedicado a la resistencia de la piel del glande y a la enorme variedad de vaginas que pueden encontrarse en el 'mercado de la carne'; una joven nos cuenta su encuentro sexual con un hermoso y verde pepino que le rogó no lo pelara, cortara y sazonara, sino que diera de él otro mejor uso...y así, hasta que con ganas de más, terminamos de leer el libro.
"Macho, hembra, asno o calabaza. Esta noche daré por culo a todo"
Algunos dirán que el señor Boris Vian es un guarro empedernido, e inevitablemente nuestras madres pensarán que los obsesos somos nosotros, pero quien conozca parte de la extensa obra del francés encontrará un mismo espíritu en estos escritos: la imperante necesidad de aprovechar y disfrutar cada instante, de agotar la vida antes de que esta acabe con nosotros. Porque Vian justifica estos temas literarios, la sexualidad y sus manifestaciones, en cuanto que la buena literatura erótica es para él la forma actual del movimiento revolucionario. Escribir poemas eróticos no es un mero entretenimiento, sino la manifestación de una necesidad por trascender ciertos límites, impuestos en forma de moral o leyes y que son perjudiciales para el desarrollo normal del hombre.
"Leer libros eróticos, darlos a conocer y escribirlos es preparar el mundo del mañana y abrir la senda de la verdadera revolución"
Pero la mala literatura erótica o el pseudoerotismo es tan perjudicial para estos fines como la prohibición de la misma. Las obras del marqués de Sade, por ejemplo, no sólo no le parecen eróticas, carentes de esa obscenidad ligeramente sublimada que exige el erotismo, sino que es mala literatura, y su prohibición legal podría justificarse por razones literarias y no morales. Sí, en cambio, algunos libros de Apollinaire, Paul Verlaine, Colette, Pierre Louys, y —agárrense los machos—: ¡Ernest Hemingway!
Su poema 'No quisiera morir' , que consiste en una larga enumeración con todo lo que debería hacer antes de despedirse para el otro barrio, o afirmaciones como la siguiente, extraída del preámbulo a su novela 'La espuma de los días', ejemplifican lo dicho y nos obligan a darle la razón:
"Sólo dos cosas son importantes: el amor, en todas sus formas, con chicas bonitas, y la música de Nueva Orleáns o de Duke Ellington. El resto debería desaparecer, pues el resto es feo [...]"
La pasión de Boris Vian por la música jazz le habría hecho recibir la publicación de las memorias de uno de los más grandes músicos y compositores del siglo XX con nuestra misma alegría: nada tan bueno, estando vestido o desnudo, como la música de Edward Kennedy 'Duke' Ellington.
'La música es mi amante' (Global Rhythm, 2009) está repleto de anécdotas y de los nombres de los jazzmen más importantes (y de muchos otros que nosotros desconocíamos hasta ahora). Estas memorias no sólo tienen el interés del personaje y de su vida, sino una virtud poco frecuente en los genios: el agradecimiento. Su peculiar 'ajuste de cuentas' es el de quien se reconoce en deuda con toda la gente que a lo largo de la vida le ha indicado el camino a seguir para poder obtener lo que buscaba. Su música se alimentó de los sonidos e ideas de la gente con la que tuvo la suerte de tropezarse. Aunque, por desgracia, el hecho de encontrarse en el momento y lugar oportunos con la gente adecuada es una idea que se repite demasiadas veces a lo largo de las memorias, y que junto a otras repeticiones lastran un poco la lectura.
A pesar de todo, los baremos para poder medir la importancia de unas memorias han de ser distintos a los de una novela, y las citadas repeticiones que serían imperdonables en una novela, aquí se olvidan rápidamente por lo apasionante de la vida que Duke Ellington se empeña en recuperar: el ambiente de los locales nocturnos de Harlem, su propia exploración de las posibilidades de la música, los intercambios con otros músicos y las juergas que se corrían juntos. Si quieren saber cómo llegaron al mundo algunos de sus maravillosos temas —'In a sentimental mood', 'Solitude', 'Mood Indigo', 'Black and Tan Fantasy'...— no dejen de leer estas memorias.
Bises: Global Rhythm publicará en los siguientes meses otras dos biografías, una de Charlie Parker y otra de John Coltrane. Y quizá, el día menos pensado, nos sorprendan con una sobre la faceta musical de Boris Vian.
* Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca forman el colectivo literario 'Tipos Infames'.
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