Se atribuye el nombre de punto G a la zona más desarrollada que algunas mujeres tienen en el interior de su vagina, concretamente en la cara anterior (a las 12 horas, si imaginamos el orificio vaginal como un reloj), una zona de un tamaño aproximado al de una habichuela y que al ser estimulada, bien por el pene durante el coito o con el dedo con un movimiento del tipo 'ven aquí', se hincha hasta alcanzar el tamaño de una moneda propiciando una sensación que facilita orgasmar sin estimularse directamente el clítoris. A dichas mujeres se les ha venido denominando mujeres G, y punto G a la mencionada zona. Algunas de estas mujeres suelen ser multiorgásmicas y además, experimentan, en ocasiones, la emisión de fluido orgásmico, lo que se denomina eyaculación femenina.
Hemos comentado en otras ocasiones las dificultades de investigar sobre sexualidad. Sólo así puede entenderse cómo es posible que cuestiones de anatomía genital básicas continúen siendo objeto de especulación y suscitando polémicas que hoy resultan absurdas si las planteamos sobre prácticamente cualquier otro aspecto de la anatomía y la fisiología humana. En concreto, el punto G y la eyaculación femenina son un magnífico ejemplo que retrata el estado adolescente de nuestra sociedad respecto a la investigación sobre sexualidad. En contraste con este desapego de la investigación científica por el mundo del sexo, está el interés social que suscita.
Comienza a hablarse de punto G en 1982, cuando nuestra colega y amiga Beverly Whipple junto a la terapeuta sexual Alice Khan Ladas y el médico John D. Perry publican el famoso libro 'El punto G' ('The G-Spot and other discoveries about human sexuality'). La fascinación que los humanos tenemos por conocer, especialmente sobre nosotros mismos, y sobre todo si se trata de lo más íntimo —es decir, lo más desconocido— es tal, que Beverly se pudo comprar una estupenda casa con embarcadero junto a un maravilloso lago con los beneficios de dicha publicación, traducida a las principales lenguas. En un estante de su biblioteca se apilan más de 30 ediciones de esta obra, y a modo de pisapapeles tiene una ficha del Trivial encerrada en metacrilato con la pregunta en inglés relacionando su nombre con el descubrimiento del punto G.
Casi 30 años después, todo lo que tenemos son unas cuantas investigaciones y demasiadas opiniones. Ante la mengua de la ciencia, se abre paso la creencia. Tanto es así que incluso ha derivado el asunto del punto G en polémicas sobre si existe o no. Una de las últimas la protagonizó en 2001 Terrence M. Hines, del Departamento de Psicología de la Universidad Pace (Nueva York) cuando publicó su artículo 'The G-spot: A modern gynecologic myth', donde criticaba la escasa investigación que confirmara su existencia. Omitía que más escasa, por no decir nula, es la investigación que la descarte. A este respecto, ha sido un grupo de investigadores de la Universidad italiana de L'Aquila dirigido por el doctor Emmanuele Jannini, quienes en su informe publicado en el Journal of Sexual Medicine en 2008, afirman haber comprobado mediante ecografías la existencia del punto G. Se trata del área uretrovaginal (zona entre uretra y vagina), que algunas mujeres tienen más gruesa, lo que les ofrece más probabilidades de experimentar un orgasmo —coital— que aquellas con un espacio más delgado. Nuevamente, estas observaciones deberán contestarse para que podamos confirmar que efectivamente el mayor grosor de ese espacio anatómico tiene correlación con las características atribuidas al punto G.
Es un hecho que no todas ni todos tenemos las mismas características, incluso genitales, y que lo importante es conocernos y disfrutar de lo que tenemos. Es poco saludable ir más allá de la exploración placentera y llegar a la obsesión por encontrar el punto G, propio o en la pareja. Jamás el añorar o envidiar lo que no se posee ha sido camino de felicidad. El orgasmo es un lugar común final al que se puede llegar por diversas vías: coito, estimulación del clítoris, caricias en los pechos, incluso utilizando la fantasía. No es más adecuada o saludable ninguna de ellas, es meramente una cuestión de facilidad de respuesta del organismo en un momento dado, por lo que carece de sentido empeñarse en experimentar orgasmos utilizando vías de descarga que en nuestro organismo en concreto no están facilitadas.
Como mujer, ¿sueles orgasmar con el coito vaginal o te resulta más fácil si hay estimulación del clítoris? ¿Identificas en tu vagina el llamado punto G? ¿Tienes la impresión de que tu pareja actual o alguna de tus parejas ha tenido las características de mujer con punto G?
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