Zac Efron se enrosca en el bucle de su propia película. ¿No mola eso de que si te dieran una segunda oportunidad en la vida harías exactamente lo mismo? Porque, bien pensado, ¿no es cierto eso de que mejor malo conocido que bueno por conocer? No te arriesgues. Aférrate a lo de siempre, chaval. Desde Frank Capra hasta la reciente reunión de los ex ministros del PP, pasando por el posmodernismo de Gondry en ''¡Olvídate de mí!' o el "Absolutely no regrets" de Madonna, son muchos los prismas adoptados para una misma hipótesis. Pero Efron es más límpido, más directo, más clarificador. El pequeño superstar de 'High School Musical' ha decidido que en '17 otra vez', su gran plataforma de lanzamiento en cine, se va a tirar a la piscina con las claves exactas que le metieron en camisa de once varas con la fama: target adolescente, baloncesto, algún baile… y la receta de merengue de los años cincuenta.
Esta es la cara que se te queda cuando nunca has roto un plato
Por mucho que sus coreografías tengan arreglos de hip-hop y su humor haga referencias a 'Star Trek', la receta de esta película, cuyo "otra vez" del título no puede ser más elocuente, fue realizada con varilla y mano insistente hasta alcanzar el punto de nieve. Pasando de la Termomix. Y cualquier atisbo de modernidad es un anacronismo como cuando Robin Williams imitaba a Marlon Brando a lo Corleone en 'El club de los poetas muertos', película ambientada años antes de que 'El padrino' se estrenara.
Ese corsé temporal —y por supuesto moral— que se convierte en hilo argumental de '17 otra vez' es paradójicamente liberador. Primero cuesta entrar en sus leyes, pero luego nos hace darnos cuenta de que habíamos echado de menos ese tipo de comedia conservadora en la que las buenas intenciones y el inequívoco camino de la moraleja marcan el aroma de la narración. Efectivamente, nosotros también nos sumergimos en la época 'teen', purificamos nuestra mirada y, ¡jo! ¡Todo nos parece bien! Mola tanto que un señor de treinta y seis años —un Matthew Perry que firma su certificado de defunción con este papel— pueda volver al último año de instituto convertido en Zac Efron y liarla parda porque su hija se enamora de él, cuando él en realidad quiere tirarse a su madre...¡y todo sin ninguna segunda lectura ni ironía ni nada de nada! Así, sin más. Fascinante.
Porque lo curioso es que en este argumento que parece sacado de un doblaje franquista al estilo 'Mogambo' —y que cuenta con ese descubrimiento llamado Leslie Mann, la actriz con registros tan agudos que sólo los perros pueden entenderla—, el tono almidonado e indudablemente derechista elimina todo rastro de aberración sexual o legal. Volvemos a esa mentalidad en la que a nadie le parecía mal que Enrique del Pozo se refrotara con una niña llamada Ana en pos del "Superdiscochino", que hacía imposible sospechar que los ademanes de George Michael fueran rasgo indudable de homosexualidad y que todos estuvieran tranquilos frente a un señor solo en un parque de niños. Esas cosas tan retorcidas a las personas de bien no les suceden.
'17 otra vez' es, en realidad, 'Bienpensantes otra vez'. Estamos en tiempos en los que la ingenuidad y la inocencia se venden en el departamento de delicatessen junto con la trufa blanca y el caviar. Son productos raros, que no pueden cultivarse en invernadero sino crecer en su hábitat natural, que poco a poco se va extinguiendo. Especias que para mantenerse frescas tienen que conservarse en naftalina, algo de lo que esta película anda sobrada. Por eso, ¿por qué no dejarse llevar por este cándido cuento de hadas que no es más que una suma de 'Big', 'Regreso al futuro' y '¡Qué bello es vivir!'? No te avergüences si te gusta: millones de estadounidenses —sí, ese pueblo que en seis meses ha pasado de ser lo peor a ser lo más— han caído rendidos a sus pies y la han aupado al número uno de la taquilla. ¿Vas a negarte al poder del "Yes we can"?
En realidad, tal como reconoce la película, la propia juventud es la que demanda dejar de hacer "guarreridas", no grabar más palizas a compañeros de clase con el móvil y dejar de rebelarse ante cualquier cosa. Ellos no lo saben. No escuchan a su corazón porque llevan puesto el iPod, pero buscan referentes aferrados a los viejos valores. Quieren ser castos otra vez y creer en el amor para toda la vida, ¿no es cierto? Zac Efron opina que sí y utiliza su sex appeal para no iniciados, su mirada de no haber roto un plato y su despliegue coreográfico que flipas para convencerte. Guau. Lo consigue. El bajón viene cuando sus mismos argumentos, al final de la peli, los recita el mismo personaje pero esta vez con la cara de Chandler, el de 'Friends'. Todo te parece ridículo. Entonces te das cuenta de que has estado dando la razón a Zac por su cara bonita y de que en ti se esconde un pederasta potencial. Pero, ¿qué te creías? ¡Bienvenido de nuevo al siglo XXI!
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