Cómo la crisis del 93 reactivó nuestra creatividad

¿Cómo afecta el paro al mundo del diseño? ¿Cuál es su cuota de responsabilidad en una coyuntura como la actual? ¿Y la creatividad? ¿Se ve resentida en tiempos de crisis? Los diseñadores Delfina Morán y Antonio Serrano Bulnes nos dan su perspectiva sobre ello.

¿Paro? Sí, gracias, por Delfina Morán

boboroshi (Flickr)

El fantasma del paro recorre de nuevo el mundo visitando también los estudios de diseño. Los grandes y los pequeños, los generalistas y los especializados, los consolidados y los que empiezan su andadura. Menos proyectos y menores presupuestos que obligan en muchos casos a prescindir de personal.

Aunque ya sabemos que cada crisis es diferente, para los que comenzamos nuestra carrera profesional a finales de los 80 la situación no es nueva. La crisis del 93 puso fin a una década de jauja que pensábamos que no acabaría nunca. Y acabó. Para el grupo de diseñadores al que me voy a referir en mi relato, colegas todos en la primera empresa de desarrollo de sistemas multimedia interactivos (una especialidad que ha devenido en llamarse genéricamente 'diseño digital)' que se creó en España, la Expo de Sevilla fue la traca final de años de fuegos artificiales, extraordinarios sueldos y una deliciosa sensación de estar haciendo historia.

A lo largo del año 94, mes tras mes, íbamos incrementando las listas del Inem. Afortunadamente en aquella época no teníamos hipotecas, nuestra generación no estaba contagiada por la fiebre compradora de ladrillos y la mayoría considerábamos el alquiler como la mejor opción. Eso nos permitió afrontar la situación, no sin inquietud, pero sin grandes dramas. Pasamos los primeros meses haciendo todo lo que en los últimos años no habíamos podido hacer. Leíamos mucho, veíamos mucho cine, visitábamos todas las exposiciones, y veíamos mucho a los amigos. Viajábamos, aunque no mucho. Todavía no habían aparecido los vuelos low-cost y había que ahorrar dada la incertidumbre reinante.

De vez en cuando, nos invitaban a dar cursos y conferencias, y algunos descubrimos ahí nuestra vocación docente.

¿Buscar trabajo? Pues lo hacíamos, pero con escasa convicción y más escasos resultados. En la actualidad, organismos como el Design Council inglés o el DDI español ponen en marcha campañas de concienciación dirigidas a las empresas sobre el valor del diseño y hacen llamamientos a que no prescindan del mismo en estos tiempos de crisis. Hace 15 años, la situación española era bien distinta, y si ahora las empresas se plantean prescindir del diseño para reducir gastos, entonces no lo dudaban.

Además, nos habíamos especializado en un área con mucho futuro, tal como se ha demostrado, pero con escaso presente en aquel entonces.

Las lecturas de ficción fueron dando paso a lecturas de trabajo, y las reuniones de amigos empezaron a convertirse en sesiones de brainstorming sobre cómo relanzar nuestras carreras de forma autónoma.

Y entonces llegó Internet a España. De pronto, todo encajaba, todos los proyectos que imaginábamos tenían en la red su destino natural. Invertimos lo ahorrado y creamos nuestros propios estudios. Los comienzos fueron duros; no sólo había que diseñar, sino que había que convencer a los directores de los proyectos, en aquella época siempre ingenieros informáticos, de la necesidad de contar con diseñadores en el equipo, la eterna lucha de nuestra profesión. Si recuerdan cuánto tiempo tuvimos que sufrir los fondos de mármol en las páginas web se pueden hacer una idea de lo duro de la labor. Pero ganamos. Prueba de ello es el diario que están leyendo.

Pero ésta no es sólo la historia de cómo salieron de la anterior crisis un grupo de diseñadores, es la historia de cómo aprovechar las oportunidades para salir adelante. Ésta es la clave del artículo.

Los retos a los que se enfrenta la sociedad actual son otros, y los diseñadores tienen un importante papel que jugar en el nuevo escenario. Y aunque la situación actual sea diferente, está igualmente llena de oportunidades, no sólo de negocio, sino oportunidades de reorientar la práctica profesional en una dirección que ayude a resolver estos retos que tenemos todos planteados.

En esta línea, Antonio Serrano hace un ejercicio de autocrítica de la propia profesión, recordando su responsabilidad social en estos tiempos de irresponsables; ve la crisis como una oportunidad extraordinaria para devolver al diseño una de sus funciones básicas: mejorar la vida de las personas.

La crisis, la crisis global y nuestra propia crisis, por Antonio Serrano

Las crisis son como son, arrolladoras, devastadoras en sus 'efectos colaterales' cada una es distinta y aporta suficientes matices de inquietud como para no permanecer tranquilos.

SOCIALisBETTER (Flickr)

Muebles imaginativos para tiempos de ahorro.

Deduzco por lo que leo y vivo que los tópicos de las anteriores crisis no tienen cabida en ésta. Aquello de que las crisis ponen las cosas en su sitio, limpia de perezosos e incapaces los mercados, el fuerte se come al débil, en fin, las leyes de la selva, se evidencia relativo en la actualidad; pues también se llevan por delante empresas singulares y profesionales de mucho talento que aún no llegaron a despuntar. El otro día un gran cliente con una enorme capacidad de producción, con mucho conocimiento, con una mirada innovadora, tuvo que cerrar su empresa sencillamente porque no vendía un colín, porque su producto dependía en exceso del mercado del ladrillo.

Aunque resulta difícil desgranar el origen exacto de la crisis, parece que está en los excesos. Nosotros los diseñadores también hemos cometido excesos en todos los sentidos, y en este mundo globalizado en el que todos somos partícipes, nadie se escapa; como me hubiera dicho mi padre: de las cosas que pasan en el mundo todos somos responsables por activa o por pasiva, aunque a ti te parezca que no. Razón jurídica que distingue tan sólo la actitud que tomamos ante los hechos que acontecen en nuestro entorno.

Asumiendo nuestra propia crisis

Además de la crisis global, ¿está el diseño en crisis? ¿Estamos los diseñadores en crisis? Eso es lo que deberíamos plantearnos.

Debemos aguantar el chaparrón y pasarlo de la mejor manera posible esperando nuevos tiempos o nos anticipamos, y mientras esperamos grandes encargos, diseñamos a nuestros propios clientes, hacemos trueque con otros colegas y otros profesionales, invertimos en los bancos de tiempo, intercambiamos conocimientos, ponemos nuestros servicios mirando a otros mundos y diseñamos para 'un mundo real' con un consumo más racional, y dejamos de mirarnos el ombligo.

Debemos plantearnos y reformular una nueva manera de trabajar, tal vez cambiar la forma de relacionarnos con el cliente, a lo mejor, asumir responsabilidades que antes no tomábamos haciendo propuestas directas al mercado editando y comercializando nuestras ideas y productos.

Es sin duda la oportunidad de no volver a hacer cosas triviales, ostentosas, ampulosas, abigarradas y otros tantos epítetos. No hablo de volver a movimientos superados como racionalismo, 'postmodern', 'objetc trouvé', 'ready made', 'los nuevos diseños', etcétera.

Este nuevo escenario exige al diseñador una diferente inyección de creatividad o imaginación, de capacidad de adaptación, de transformación de hábitos y costumbres, mejor un cambio de mentalidad, donde conceptos o cuestiones dadas por sentadas se pongan en duda, y que por tanto se desencadenen innovaciones o novedades, que precisamente por ser motivadas por una situación de déficit económico en lugar de tender a lo excéntrico, a lo monumental o a lo impactante, tiendan a lo normal como excepcional, a lo cercano como propio, a la solución en lugar de la desviación.

La situación de paro generalizada pone al mundo del diseño en danza, muchos diseñadores están sin trabajo, despedidos o sin proyectos, y precisamente por eso mismo somos nosotros los que debemos ofrecer relecturas y nuevas miradas que hagan de lo cotidiano un espacio de experimentación eficiente, capaz de mejorar la calidad de vida.

Mirando atrás, encuentro en las crisis pasadas grandes profesionales que no dejaron de trabajar ni un momento y que todo lo que habían ganado en épocas de bonanzas lo invirtieron en ellos mismos, en desarrollar ideas y hacer prototipos que luego serían vendidos a empresas comprometidas o exportadas a otros países. También recuerdo arquitectos que proponían sillas orgánicas para un nuevo mundo en famosos concursos de museos aún más famosos. Veamos cómo esos colegas resolvieron sus crisis y cuáles fueron a la postre sus aportaciones al mundo de la cultura objetual y comunicativa, y los efectos dinamizadores que sus soluciones aportaron en su momento a la sociedad y al mercado; seguro que algo encontramos.

En los años 60 y 70, con algunas crisis de por medio, al menos que yo recuerde una de los 70 referida al petróleo, algunos diseñadores de la escuela de ULM, heredera de la Bauhaus, optaron por un diseño racionalista, otros incluso formularon la tesis de "diseñar para un mundo real" por cuanto necesitaban un diseño más cercano a sus necesidades resolviendo problemas de primera necesidad. Quiero recordar a Gui Bonsiepe, Papanek, Dieter Rams, Munari y un largo etcétera, cada uno desde una plataforma de trabajo diferente, viendo y comprendiendo las situaciones y los momentos de una manera que convendría mirar en estos momentos de crisis.

Ahora que quizá no hay tanto trabajo, nos toca trabajar más. Y por supuesto en equipo.

* Delfina Morán es diseñadora y directora del Grado en Diseño de la Universidad Europea de Madrid