Misticismo y duende en el Sacromonte

GRANADA.-  Si pasear por las calles del barrio granadino del Sacromonte un día cualquiera es un placer, sus noches no lo son menos, sobre todo si coincide con el paso de la Insigne, Pontificia, Real, Colegial, Magistral y Sacramental Cofradía del Santísimo Cristo del Consuelo y María Santísima del Sacromonte, más conocida como procesión de los gitanos, en el miércoles santo, es decir, hoy. Creyentes, ateos, gitanos, payos, turistas, madres, abuelos, niños... no hay condición necesaria para formar parte de esta noche mágica en la que las calles de la colina rebosan emoción y duende y donde se puede disfrutar de algunas de las visiones más impresionantes de Granada acompañadas por sus mejores voces.

(EFE)

Se trata de una de las procesiones más largas de España, ya que en total dura casi 12 horas, pero la parte que merece la pena del recorrido es aquella en la que los pasos atraviesan el Sacromonte iluminados por hogueras encendidas por los vecinos, a partir de la una de la madrugada, más o menos. Para hacerse una idea de lo que es, hace falta ponerse en situación: lo primero es tener en cuenta la posición privilegiada del lugar, que se encuentra en una colina situada justo enfrente de la Alhambra y el Generalife, con el valle de Valparaíso, por donde discurre el escueto río Darro, en medio; a esto hay que sumar la luz de la luna, llena o casi llena en miércoles santo; si añades los olores, la luz de las hogueras y los silencios que se hacen alrededor de los múltiples espontáneos que se arrancan a cantar (con la peculiar acústica del valle), es fácil comprender por qué más de uno ha creído tener una experiencia mística en este escenario.

Con la procesión de telón de fondo, desde el Peso de la Harina, a lo largo del Camino del Sacromonte y hasta las Siete Cuestas, que culminan en la Abadía, la noche se convierte en una fiesta en la que las cuevas y el flamenco son los protagonistas y que dura hasta que el cuerpo aguante. En el Camino del Sacromonte, hasta el Camborio, discoteca con varias terrazas, se encuentran algunos de los establecimientos más emblemáticos de la noche sacromontina, como las cuevas de Los Tarantos, La Canastera, una de las que mejor conserva el aspecto de una zambra tradicional, la de Curro, La Rocío, donde se han curtido bailaoras como Fuensanta 'La Moneta', o la Venta El Gallo, ramificación de la desaparecida La Pitirila. En todas ellas se puede disfrutar de cante y baile en su estado más puro, de la típica zambra (ruido alegre en árabe) granaína, mientras se degusta un gintonic fresquito bajo las paredes abarrotadas de cobre, cerámica y forja.

Esta procesión, que se alarga hasta altas horas de la madrugada, se caracteriza, además, por concentrar a la mayor parte de las grandes voces del flamenco de la provincia, que se arrancan a cantarle encaramados sobre las cuevas, las zambras o donde les pille, por lo que la calidad del espectáculo está garantizada. Entre sus asiduos están nombres conocidos como Marina Heredia, que suele cantarle a la altura del Peso de la Harina, Enrique y Estrella Morente o Curro Albayzín, a los que se suman artistas locales y representantes de las distintas zambras.

En la actualidad, aunque aún se pueden ver restos de lo que fue, el barrio dista mucho de ser aquel lugar donde las personas, principalmente gitanos, vivían en cuevas donde un solo espacio servía de vivienda, taller de artesanía y zambra. Las principales calles están totalmente restauradas y las cuevas han dado paso a casas con una parte construida en la roca y la otra de ladrillo y con precios inasequibles para el común de los bolsillos. Se ha convertido en un barrio de lujo en el que conviven extranjeros enamorados de las vistas a la Alhambra y el arte de sus vecinos, nacionales asentados en el monte sacro y supervivientes o descendientes de los antiguos pobladores que viven bastante mejor que sus antepasados, casi todos relacionados con el mundo del cante, el baile o la música. La forja del hierro y los trabajos de mimbre, propios de los primeros moradores del lugar (que llegaron a Granada siguiendo a las caballerizas de los Reyes Católicos), así como la cría de animales se han quedado en un segundo plano, relegados al Sacromonte más profundo, fuera de los circuitos turísticos, y de las calles asfaltadas, sin que eso signifique que no existe.

La procesión y la fiesta del miércoles santo ha seguido una evolución similar a la del barrio, algo de lo que se lamentan muchos de sus asiduos, por lo que, eso sí, hay que armarse de paciencia e ingenio para sobrevivir a la avalancha de personas que recorre las callejuelas del Sacromonte durante esas horas. Los montículos, los bancos, los techos de las casas cuevas... cualquier lugar es bueno si desde él se puede obtener una panorámica privilegiada y escapar de la muchedumbre. En cualquier caso, se aconseja ir con tiempo para pillar un buen sitio. Otras opciones, para aquellos que busquen un punto de vista diferente y más tranquilo, son ver la procesión desde el otro lado del río, en el Camino del Avellano, que discurre bajo la Alhambra y frente al la colina del Sacromonte (desde allí, se puede apreciar cómo las hogueras se avivan al paso de la precesión), o la panorámica desde el mirador de San Miguel Alto. Pero, ojo, que estos sitios también se llenan, con lo cual, de nuevo, lo suyo es ir con algo de antelación.