Es muy probable que para cualquier chef servir la cena del G-20 sea un hito en su carrera. No es un catering cualquiera que uno pueda supervisar a golpe de teléfono y confianza en el equipo. Pero puede que Jamie Oliver, el encargado de la cena de los mandatarios internacionales que se reúnen en Londres tenga que abandonar la cocina. Su mujer sale de cuentas hoy y Jamie, que no puede tener móvil dentro de Downing Street por razones de seguridad, ha pedido que le avisen si su mujer se pone de parto. No sería la primera vez que deja plantado a un presidente.
Fragmento del documental 'Jamie's School dinners'
Fue en 2005. Oliver estaba rodando un documental por capítulos. Su objetivo era mejorar la cocina de los colegios ingleses, cambiar los palitos de pescado procesados con forma de pie, las hamburguesas congeladas y los sandwiches de ketchup por comida normal. Pero a los niños no se les cambia de hábitos tan fácilmente. Y a las cocineras y las madres menos. Su cruzada le estaba costando más de un quebradero de cabeza. Jamie había tenido un mal día y esa noche Clinton iba a cenar al Fifteen, su restaurante. Se presentaron más personas de las acordadas y pusieron pegas al menú, así que Oliver salió por la puerta de atrás hecho una furia y se negó a ver a Clinton. Tampoco cedió cuando el tema de los comedores de las escuelas se le ponía cuesta arriba. Tanto insistió que acabó implicando a Tony Blair, quien se comprometió a invertir 280 millones de libras en productos, equipamiento y formación. En España intentaron algo parecido con Darío Barrio, pero se quedó en agua de borrajas.
Esta anécdota sirve para hacerse una idea de cómo es este joven cocinero de 33 años que acapara programas de televisión, estanterías en las librerías y hasta noticias de su vida privada en los tabloides. Cabezota, apasionado por la comida y la alimentación, comprometido y un poco soberbio. Aunque muchas de sus recetas son italianas es uno de los firmes defensores de la corriente en Gran Bretaña que trata de recuperar la cocina tradicional pero bien cocinada. Un asado acompañado de verduras puede ser un manjar si los ingredientes son frescos, se aderezan con hierbas naturales en vez de con aditivos y si se cocina respetando los tiempos. Por eso el chef se muestra encantado de poder ofrecer a los mandatarios una cena en la que mostrar auténticos ingredientes británicos.
A pesar de su evidente compromiso social el chef recibe críticas que acusan a sus iniciativas de ser estrategias de marketing.
La sencillez es otra punta de lanza de su cocina. No suele usar alimentos caros sino bastante básicos, cocina con las manos, lo que ya ha hecho que se ponga en duda la higiene de su modo de hacer, y no tiene complejos en utilizar "guisantes congelados, por supuesto. Hasta donde yo sé se recogen en las mejores condiciones y son una opción perfecta", explica. Es por eso que esta vez servirá un menú de ocho platos tratando de alejarse de la ostentación del año pasado cuando se sirvieron 18 en la cumbre de Japón en la que se debatía, entre otras cosas, la escasez alimentaria. El menú se compondrá, como se ha sabido hoy, de salmón escocés acompañado de vegetales, cordero con setas y patatas de Jersey y tarta Bakeweel con crema. También habrá opción para los vegetarianos y no se servirá cerdo por respeto a los jefes de Estado musulmanes. Y eso que, en los últimos tiempos, está haciendo apología de esta carne con la intención de hacer resurgir la popularidad del cerdo para evitar que siga cayendo la demanda de este producto en las granjas inglesas.
Esta es una industria tradicional del país y por eso muchas de las recetas clásicas de la cocina nacional se basan en el cerdo. Además su versatilidad, su precio asequible y sus propiedades nutritivas la hacen ideal para que las personas con menos recursos puedan comer de manera adecuada. Este es su último reto: hace un año que ha rodado otro documental en el que constata cómo las diferencias de clases en Inglaterra revierten en la manera de comer, lo que está directamente asociado con la salud. Su objetivo fue enseñar a preparar comida saludable a algunas personas que debían a su vez enseñárselo a dos más cada una.
El documental 'The Ministry of food', igual que el 'Jamie's school dinners' ha sido un éxito televisivo total. Y ¿qué ha hecho el cocinero? Pues sacar un libro (otro más de los 11 recetarios que tiene) en el que enseña a cocinar comida básica y barata, lo que significa una ración más de libras para el bolsillo de Oliver, ya bien surtido gracias a sus programas de televisión, sus publicaciones, su tienda de utensilios de cocina y de ingredientes orgánicos, su videojuego de cocina para la NIntendo DS, sus nuevos restaurantes italianos (esta semana abre el cuarto) y el primer restaurante que abrió, su buque insignia, el Fifteen.
En un edificio industrial en la zona este de Londres, una de las más modernas y jóvenes de la ciudad, Oliver regenta este restaurante de tres pisos, que es además una Fundación en la que forma a jóvenes que vienen de familias desestructuradas, que han tenido problemas con el alcohol, la droga o la justicia y les "dan la oportunidad", según reza el texto de la fundación, de aprender el oficio de chef en un curso de 16 meses de los que 12 trabajan haciendo prácticas en el restaurante de Cornwall.
Tras rodar 'The MInistry of Food' sacó este libro de recetas fáciles.
El compromiso social del cocinero, así como su pasión por la cocina, los productos orgánicos o la industria alimentaria tradicional son evidentes, pero también lo es que no existe mejor herramienta de marketing. Muchos son escépticos con respecto a Oliver. Como cocinero no es nada del otro jueves, nada de innovación, ni experimentación, ni platos de dificultad, ni cocina tradicional excelente, vamos, que cualquier cocinillas puede emular al chef sin complicación, aunque hay que contextualizar que en Inglaterra su cocina ha sido una revolución. Sustituir la mantequilla para freír por aceite de oliva, simplificar las salsas o basarse en producto fresco y cocinado de forma simple es un cambio sustancial. Como restaurador tampoco es un crac (doy fe, he estado en el Fifteen). Como ONG su casa de campo, su ropa de marca, su Aston Martin que vendió sin haber conducido, su imperio de restaurantes, programas, libros y revista (va por el segundo número) generan mucho dinero y eso le resta credibilidad.
En su primer documental, el de los comedores escolares, las madres de algunos de los niños se rebelaron, hubo una que incluso le pasó a su hijo comida precocinada a través de la verja del patio. No querían ver a sus hijos sufrir y llorar y todo el documental de Jamie les parecía un absurdo parche momentáneo llevado a cabo por un pijo al que no le falta de nada, algo de lo que le han acusado muchas veces. Oliver, enfadado, llamó a la señora "puta vieja gorda". Porque lo que sí es cierto es que el cocinero se apasiona con lo que hace, se enfada, se emociona. Y se defiende: "no tengo ningún interés personal en que se cambie la comida de las escuelas. Seamos sinceros, mis hijas van a un colegio privado, no tienen ese problema. Pero en este país los niños están comiendo porquería y hay que hacer algo". Los mandatarios más poderosos del mundo van a probar un sencillo menú inglés cocinado por una celebrity que tanto da de comer a los ricos como a los pobres. Que alguien imagine ahora quién serviría la cena del G-20 si fuera en España y si esa persona ha movido un dedo para mejorar la alimentación de la gente que no puede pagar su restaurante.
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