Vestirse para el sexo

Viendo desfilar a las falleras con sus barrocos y adornados trajes, se nos ocurre pensar cómo puede dificultar la vestimenta el contacto físico. Y es que hay trajes sugerentes que permiten y posibilitan el contacto, y otros que parecen verdaderos caparazones: el de fallera es uno de ellos. Y no es que las fallas no tengan su punto erótico, los artistas falleros no se cortan y las referencias al sexo y los ninots ligeros de ropa y en actitudes sugerentes no faltan en sus monumentos.

M. A. Martín

Sin embargo, las falleras no ofrecen un fácil acceso: con ese vestido acorazado, con su pañoleta y su delantal a modo de escudo y con esas peinetas y moños. Así no es fácil llegar a la mujer que se esconde dentro. Hasta el beso apasionado lo tiene difícil, y se ve entorpecido por esa atalaya de moños y peinetas. Menos mal que no siempre van vestidas con el traje de valenciana, porque hasta cupido haría huelga ante tantas dificultades.

Está claro que el vestido puede facilitar o entorpecer el contacto de los cuerpos. Por eso es tan celebrada la llegada de la primavera —ya se sabe: la primavera, la sangre altera—. En esta época estamos deseando dejar en el armario los pesados abrigos y jerseys, para vestir prendas más ligeras con piernas y brazos al aire; y ahora —siguiendo los dictados de la moda— también generosos escotes y traviesos ombligos, muchos de ellos adornados con sugerentes piercings.

El ejemplo extremo lo podemos ver en vestiduras como los burkas y en los hábitos de las monjas, sobre todo en aquellos que incluían unos tocados almidonados de amplias alas que impedían cualquier acercamiento. Todas estas vestimentas no son inocentes y encierran el cuerpo femenino en una cárcel de tela, que lo aísla de la vista y el tacto. En las citas de los jóvenes y adolescentes, llevar una ropa determinada condiciona; si te vas al cine y quieres hacer manitas no te vas a poner pantalones muy ajustados o pantys de aquellos que llegan a la cintura y que dejan los genitales detrás de esa barrera de nylon. Faldas holgaditas, medias, sujetadores con apertura delantera, camisas de botones fáciles son prendas adecuadas para facilitar toques y contactos. Los chicos lo tienen más fácil por su indumentaria, pero son preferibles pantalones de cremallera a los de botones, que suelen ser más engorrosos. Aunque los amplios pantalones que llevan muchos, con los calzoncillos a la vista, permiten un fácil acceso por la cintura.

Por otro lado, facilidad de acceso y estética erótica no van siempre parejas. El ejemplo lo tenemos en los corsés o los trajes ceñidos de látex, que cubren el cuerpo como una funda. Para algunos, esto es el colmo del erotismo y prefieren la rigidez del material artificial antes que la calidez de un cuerpo humano vibrante. En estos casos, el componente parafílico esta presente. Recordamos el caso de un paciente que para excitarse sexualmente precisaba estar fuertemente enfajado, para eso se ponía leotardos y suéter de cuello cisne, de esa forma conseguía la erección. Su novia estaba cansada de tanto ritual y de tener que hacer el amor con una funda de fibra elástica, ella ansiaba la dulzura de una epidermis.

Lo que está claro es que el vestido, aunque no seamos del todo conscientes, forma parte de nuestro universo erótico y sexual, y está condicionado y mediatizado por nuestras vivencias familiares y sociales, por lo que tenemos permitido enseñar y lo que no. Y aunque no seamos conscientes de nuestra conducta, según el momento o la situación, podemos escondernos tras prendas holgadas o escoger un atuendo para pasar lo más desapercibidos posibles, o mostrar triunfantes los progresos de la dieta o gimnasio.

¿Te parece que el tipo de ropa influye en la accesibilidad sexual? ¿Consideras que determinada ropa facilita o dificulta el acercamiento sexual? Cuándo tienes una cita ¿eliges conscientemente tu ropa para facilitar/impedir un fácil acceso?