VALENCIA.- Las fallas no son una fiesta: son más de 350 fiestas bruñidas por el alboroto, el tumulto, la noche, la música, los gritos, los chasquidos, la calle, el olor a aceite. Es probablemente uno de los fenómenos festivos más urbanos de todos los que se celebren, ya que no es una celebración acotada a un recinto. No hay barrio que no se impregne del estruendo fallero. Las comisiones y casales colonizan la ciudad desde Rascanya y Benicalap al norte hasta Poblats del Sud y Quatre Carreres al sur, desde Campanar al oeste hasta Poblats Marítims al este, constituyendo una inmensa diócesis trazada por casi 390 hitos (el doble si se incluyen las fallas infantiles).
Un ninot que representa a Rodríguez Zapatero, vestido de vedette, en la falla de la plaza de la Merced de Valencia.
Pero entre los convites también hay jerarquías. Y la falla más grande, más alta, más cara, ha sido durante este siglo la de Nou Campanar. Fundada en 2002 por Juan Armiñana, el hombre que todo lo podía. Apoteósico empresario de la construcción que, en los años de mayor ebullición inmobiliaria, llegó a ser vicepresidente del València y señor de un club de fútbol sala que llevaba su nombre. Los más incrédulos siempre defendieron que Armiñana utilizaba la falla Nou Campanar como un resorte publicitario de su stock de viviendas, la mayoría ubicadas en este barrio de Campanar, hasta hace pocos años ocupado por terrenos de huerta. ("La excusa para crear un barrio"). Pero Juan Armiñana siempre lo negó. Apeló a su compromiso fallero y a su extenso historial en otras comisiones de renombre. Y siguió inyectando dinero. Pagando elevaciones megalómanas que rozaban los 30 metros de altura. Si en 2004 el monumento costaba 270 mil euros, en 2006 la inversión llegó hasta los 600 mil y en 2008 y 2009 la cifra se acerca al millón de euros. "Efecto Viagra en Nou Campanar", titulaban las revistas especializadas.
Juan Armiñana se paseaba por la ciudad con una limusina blanca modelo Hummer. Nombraba a Irene Villa fallera mayor de la comisión. Cedía parte de los ingresos a ONG. En el Hotel Londres —que compró por 11,8 millones— invitaba y agasajaba a los VIP mientras éstos veían la mascletà. Al-Jazeera traía sus cámaras para televisar la cremà de su falla. Hace dos años contrataba el monumento de 2010 por valor de 1,2 millones. Pero las cosas han cambiado. Armiñana ya no pasea con limusina. Ya no es consejero del València. El club de fútbol sala ha desaparecido. El Hotel Londres ha dejado de ser suyo. También ha cedido la presidencia de Nou Campanar, dejando en el aire la hegemonía y el colosalismo de esta comisión llegada a un barrio del oeste. Armiñana Promociones suspendía pagos en las navidades de 2008. Hace unas semanas, en Levante-EMV, el hombre que todo lo podía se declaraba víctima: "El sistema nos llevó a meternos en las circunstancias (…) Nosotros tenemos parte de culpa por haber entrado al trapo. Pero bueno, si ibas al banco y te daban todas las ayudas para poder empezar las obras...". Sin Armiñana, comienzan las primeras Fallas después del crack.
Además de los consejos clásicos de no taponar los oídos ni cerrar la boca en la mascletà; de no comprar buñuelos de calabaza en cualquier pagoda del refrito; no introducirse con coche en esta jungla de vallas, carpas y calles cortadas; o de no intentar hacer el circuito por las fallas principales en menos de cinco horas, resulta vital dejar de aspirar a comprender la lógica —si es que la hay— de las fallas. Manuel Vicent pide huir del discurso racionalista: "Olvidemos los mitos ancestrales, los ritos del paganismo, la monserga del eterno retorno, la filosofía de la primavera y la pequeña literatura de los ciclos […] Que todo vuelva al principio. Que esta falla sea un juego, un divertimento de ciudadanos modernos, una chanza ingenua de forasteros y vecinos. […] Que el público juegue a no distinguir entre la realidad y la ficción diluyéndose en el interior de la falla. Que las llamas sólo sean un espejo de la vista".
Los turistas capturan imágenes de la Mascletá, que se dispara todos los días de Fallas en la plaza del Ayuntamiento de Valencia.
Las Fallas se agrupan en múltiples secciones, donde destacan las de la Sección Especial y la de la Plaza del Ayuntamiento (fuera de concurso). Una de las grandes críticas a los monumentos es la pérdida progresiva de sátira y la tendencia al monotonismo, por lo que un buen ejercicio para amenizar el recorrido por las fallas más importantes puede ser ir en búsqueda de efigies cáusticas. Hace un par de años la falla San Isidro exhibió en la Exposición del Ninot una escena donde varias monjas interactuaban con un consolador. La Junta Central Fallera les obligó a reemplazar el vibrador por un cirio. El experto universitario Gil-Manuel Hernández cree que se ha perdido la "carga bufonesca, paródica, transgresora y ácida", en beneficio de un "territorio profiláctico del esteticismo gracioso y la ocurrencia ponderada". Hace 70 años el artista Josep Renau ya pedía que "las llamas populares de València reivindiquen su sentido revolucionario de antaño".
La comisión ubicada en el emplazamiento Sueca-Literato Azorín ha vuelto a revalidar por noveno año consecutivo su premio como mejor calle iluminada, en un momento de reducción generalizada de inversiones. Con el patrocinio de una marca de cerveza, ha instalado 800 mil bombillas leds y 200 mil normales, en una inspiración de la plaza de San Marcos de Venecia. Este es también un lugar característico de protestas vecinales.
No deja de ser un acto invariable y latoso si se prolonga en el tiempo, pero contemplar desde la Calle de la Paz la circulación de miles de falleras y falleros provenientes de sus respectivas comisiones promete un espectáculo sacrosanto y aborigen totalmente conmovedor. La ofrenda tiene dos días de acción, 17 y 18, y desemboca en la Plaza de la Virgen pasadas las dos de la madrugada. Derramar lágrimas al paso de la patrona es un requisito para la condición de ofrendante.
La Noche del Fuego, a pesar de los errores reincidentes en los medios, no es ni nunca ha sido la noche de la cremà. Es la madrugada previa. Se sublima con un macrocastillo de fuegos artificiales en el paseo de la Alameda. En 20 minutos se consumen alrededor de 2.000 kilos de pólvora en el acto más multitudinario de todas las fallas. Después de la Nit del Foc, y teniendo en cuenta que ésta es la última noche verdaderamente festiva, las verbenas toman la ciudad. En este 2009 es probable que el grupo musical Liverpool, en la Falla Albacete Marva, obtenga la predilección ciudadana.
El clásico. Un retumbo de 120 kilos de pólvora en apenas cuatro minutos. El día 19 es la última mascletà de un ciclo que, desde 1986, comienza el 1 de marzo. Más allá del oído, conviene no perder ojo al balcón municipal, donde la alcaldesa Rita se convierte en un personaje volatinero y explosivo, amenazado por las ideas ocurrentes de pensadores como Josep Lluís Marín, miembro de l´Associació d´Estudis Fallers: "¡Quizás ya es hora de que las llamas vuelvan a quemar el balcón del Ayuntamiento en un ejercicio purificador!".
En la medianoche arden todas las fallas de València a excepción del monumento de la Plaza del Ayuntamiento (en espera hasta una hora después) y de las fallas infantiles (se adelantan a las 22.30). Como alternativa a las combustiones más monumentales, queda la comisión Arrancapins, cerca de la calle Ángel Guimerà. Compuesta por 80 falleros, sin fallera mayor, sin premios, con una falla construida por ellos mismos, son una pieza desencajada del puzzle, una demostración de otras fallas posibles.
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