¿Se debe defender la diversidad energética?

Parece que existe consenso en que, al menos dentro de ciertos límites, cosas como la diversidad biológica o la cultural son un valor a defender. Que lo sea también la diversidad de tecnologías es más discutible. De hecho, lo que se observa a menudo es más bien un exceso de diversidad, también conocido como falta de estandarización.

Iberdrola

Planta de energía termosolar en Puertollano (Ciudad Real)

Uno de los ejemplos más recientes es el proyecto de normativa europea que requiere que todos los móviles puedan cargarse con un único tipo de cargador. Además de las razones medio ambientales que la Comisión alega, hay también una ventaja comercial indiscutible: aumentará la competencia (cambiar de móvil será cambiar de móvil, no de móvil y cargador). En otros cacharros, como los enchufes (distintos en el continente europeo, en Gran Bretaña y en los Estados Unidos), o algunas normas (conducir por la derecha o la izquierda) mucho me temo que, desgraciadamente, el tiempo ya pasó.

Pero además de la estandarización hay otra razón: no suele haber tantas maneras de construir máquinas o sistemas eficientes. Independientemente de los esfuerzos de los fabricantes por convencernos de lo contrario, los diferentes modelos de coches, batidoras o cafeteras express no suelen ser tan, bueno, diferentes. De hecho, gran parte de las diferencias de precio se justifican más por temas algo accesorios (el tapizado de los asientos o el tamaño del maletero) que por cosas que un ingeniero consideraría realmente relevantes (el ciclo termodinámico en el que se basa el motor).

Dicho esto, es frecuente que se alegue la diversidad en la composición de las tecnologías de generación eléctrica como un valor a defender, a menudo por quien quiere defender alguna tecnología específica que se supone amenazada. Lo que según el lugar, el tiempo y las circunstancias será la nuclear, la eólica, la solar, el carbón, la hidráulica o el gas natural. Que de hecho son cosas muy diferentes.

Hay sin embargo dos razones que soportan esta posición. La primera tiene que ver con la diferencia entre costes fijos y variables, y la naturaleza más bien rígida del consumo eléctrico. Si se desea generar electricidad durante muchas horas al día —por ejemplo, para una fábrica con tres turnos de trabajo— lo que interesa son plantas con coste variable bajo aunque tengan costes de inversión altos, como las nucleares con precios bajos del uranio y costes de construcción elevados; mientras que si es solamente para unas pocas horas al día —como para el agua caliente de la ducha— interesará lo contrario, por ejemplo una turbina de ciclo abierto de gas natural con un gasto elevado de un combustible relativamente caro, pero muy bajos costes de inversión. Naturalmente, si pudiéramos almacenar la electricidad de forma económicamente eficiente la economía sería otra: solamente contarían las centrales de coste medio más bajo funcionando muchas horas al día. Pero no podemos, y hay que cubrir todos los perfiles de demanda.

La segunda razón tiene que ver con el riesgo, en el sentido económico del término. En un momento puede darse que una opción sea mucho más atractiva que las demás. Pero apostarlo todo a ella significa correr el riesgo de tener graves pérdidas si las cosas se desarrollan de forma distinta a la prevista. Esto no es mera teoría: en los 80 Italia "lo apostó todo" al fuel oil, aunque quizá las peculiaridades de la política italiana tuvieran más que ver con esta decisión que un sofisticado análisis de riesgos. En los alegres 90 las cosas fueron bien (el petróleo estaba barato) pero con el cambio de siglo las cosas cambiaron y ahora Italia tiene la electricidad más cara de Europa.

En el mismo orden de cosas, estas razones de cobertura de riesgo pueden justificar un nivel de penetración de la eólica más elevado del que hay ahora en la mayor parte de Europa, aunque los niveles españoles solamente se pueden justificar atendiendo a otro tipo de razones.

*Julián Barquín, profesor en la Escuela de Ingeniería (ICAI) e investigador del Instituto de Investigación Tecnológica (IIT) de la Universidad Pontificia Comillas.

(Las conclusiones y puntos de vista reflejados en este artículo son responsabilidad únicamente de su autor y no representan, comprometen, ni obligan a las instituciones a las que pertenece).