Con cerca de tres millones de copias vendidas de tu primer disco en todo el mundo con sólo 20 añitos y mucha más atención por parte de la prensa de la que puedas desear, es normal que se termine perdiendo un poco la cabeza. Tal es el caso de Lily Allen, que ahora tiene ya 23, un segundo disco a punto de ver la luz y una compleja existencia caracterizada por revelaciones absurdas, desafortunadas declaraciones sobre las drogas, eventos varios y una delirante espiral de confusión estilística. Como el tamaño de la boca de Lily no nos importa mucho, vamos a centrarnos en su errático comportamiento en el vestir, algo ciertamente preocupante cuando la cantante tiene aptitudes y todos los medios para convertirse en un icono de moda y no para de boicotearse a sí misma.
Dos estilismos para olvidar...
¿Alguien se acuerda del aspecto de Lily en 2006? Era una cría monísima que combinaba un poco del típico macarrismo de teenager británica con prendas juveniles, coloristas y bastante pop. En pleno auge de popularidad, en 2007, incluso tuvo su propia colección cápsula en la cadena británica New Look, con ropa y accesorios 100% Lily para niñas de su edad o menores. Durante estos dos años nos acostumbramos a una Lily vistiendo de una manera muy acorde para su edad, aunque en 2008 debió decidir que ya tenía suficientes años y dinero como para seguir así, y comenzó el desastre.
Un día apareció rubia platino, después de haber cortado bastante su característica melena castaña oscuro. El susto definitivo llegó cuando se tiñó de rosa chicle su decolorado pelo, una sorpresa de lo más incomprensible y poco favorecedora. Finalmente, parece que le ha podido la cordura y ha vuelto a un color más normal, siendo ahora su estilo de cuello para abajo el que ha perdido totalmente el rumbo.
Si el año pasado optó a un premio que otorga una cadena de televisión británica a la celebridad mejor vestida, este 2009 está bastante lejos de volver a ser nominada. Y es que Lily no acaba de encontrar su lugar entre las firmas de street y la alta costura, entre el estilo juvenil y el de señora, entre la cordura y la pérdida absoluta de papeles. Sí, y es que también es muy normal verla en condiciones lamentables después de haber bebido de más, tanto que la tienen que sacar a cuestas a pesar de llevar un modelazo de diseñador. Con esto se pierde también bastante clase, todo sea dicho.
Lily Allen no sólo es una acaudalada jovenzuela, sino que tiene a su alcance la ayuda de estilistas, asesores y la confianza de firmas de altísima gama que ponen a su disposición lo que ella necesite de su catálogo. De hecho, con Chanel tiene tan buena relación que es muy habitual verla entrar y salir de sus boutiques, y se reserva para esta casa francesa sus looks más elegantes y sus comportamientos más formalitos. Una de cal y otra de arena: luego ‘homenajea’ a Chanel presentándose con una camiseta pintarrajeada que combina con mini shorts y unas pasadísimas botas Ugg. Ah sí, y una mirada un tanto ebria. Debe estar Lagerfeld que se tira de su blanca coleta por haberle dado tanta confianza a la Allen…
Y así son todas las imágenes que llegan de Lily últimamente: hecha una Lady (y echándose unos añitos de más, todo sea dicho) para ir a comprar a Prada, y otro día se transforma en una poligonera con pendientacos de oro, un vestido muy entallado, leggings y una cazadora Burberry, una combinación más que imposible. Esos pendientes, por cierto, se ve que le encantan porque los ha repetido unas cuantas veces en los últimos años. Muy bling bling, ella.
La montaña rusa estilística (y de todo, tuvo un año completito en 2008) de Lily nos ofrecía imágenes de la cantante absolutamente espectacular y elegante de Prada, o hecha una macarra acompañada del accesorio más trash, Agyness Deyn. Lo mismo aparecía así de digna y sobria en una pasarela, o también juvenil y estilosa en alfombras rojas o en la calle. Eso sí, desde que ha comenzado 2009 la imagen que ofrece para pre-promocionar su nuevo disco es de lo más desolador. Aquí se carga una chaqueta que parece de Chanel combinándola con un infumable gorro con orejeras de pelo animal blanco; en esta otra foto intentaba emular a Kate Moss con un abrigazo de leopardo y botas altas verdes, además de esos dichosos shorts con dobladillo que últimamente no se quita ni para dormir.
La palma se la lleva con este estilismo sin precedentes: botas Ugg, abrigo de pelo, boina no menos peluda y el accesorio imprescindible: una caja con comida basura que se come a mano por la calle. ¿Qué queda de la imagen juvenil pero de lo más glamouroso del vídeo de presentación de su último trabajo? Se debió de perder entre pendientes de oro, piezas de piel y sus alardes de ostentación. ¡Lily, contrata a un estilista!
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