BERLÍN (ALEMANIA).- Soy un extranjero en la capital de Alemania. Retrocedamos unas horas en el continuo espacio-tiempo. Supongamos que es 1 de enero. No duermo una resaca por los efluvios patrocinados a estas horas del día, como hacen millones de personas del planeta en estos momentos. Mi cuerpo está sentado, observando, en medio de la inmensa llanura que no se detiene ya hasta los Urales. Escribo en una lengua diferente. Observo y tengo viva la capacidad de pensar con completa claridad. Tengo opiniones que navegan entre el francotiro y la incorrección más absoluta. Por ejemplo, hay días que opino que habría que borrar a determinada gente del planeta: banqueros, por ejemplo.
Por todo esto, podría ser un elemento potencialmente peligroso. El Bundeskriminalamt (Oficina de Investigación Criminal Federal) podría estar leyendo estas palabras en el momento en el que las tecleo. Porque desde el 1 de enero, y gracias a una nueva ley aprobada por el gobierno de la Gran Coalición (CDU y SPD), esta agencia del Gobierno alemán tiene la facultad de entrar con impunidad en mi ordenador personal con un troyano que envíe toda mi información a los servicios de información del gobierno. Mi nombre real quizá pasará a juntarse en la carpeta donde ya figuran mi cuenta bancaria, mi número fiscal y mis datos biométricos, con un nuevo archivo de peligrosidad en el que se analizara la frecuencia con la que dudo de la honestidad de Wolfgang Schäuble, de la fiabilidad del tan proclamado Estado del Bienestar alemán o del auténtico género de Angela Merkel (por si lo dudan, he hallado tras profundas reflexiones que no puede ser una mujer dado que las mujeres suelen tomar decisiones razonables e inteligentes, y no tienen cara de perro pachón).
El plan ha conseguido aprobarse pese a la resistencia cuidadana y a la férrea oposición inicial de los Länder (estados federales), quienes contaron en el Bundesrat con un voto individual que permitió rechazar la propuesta de ley a principios de diciembre. Naturalmente, al más puro estilo burócrata europeo, se reescribió el procedimiento: si el resultado no favorece a tus intereses, rompe las reglas del juego y vuelve a plantearlo para obtener entonces la respuesta que deseas. Tal y como se ha hecho con el No irlandés al Tratado de Niza, el CDU ha aprovechado el relevo en la cúpula del SPD para obligar a los nuevos dirigentes -que son otra vez los mismos que empezaron la Gran Coalición- a llamar al orden a los Länder para repetir la votación.
El resultado: desde el 1 de enero, el Estado alemán puede elevar a un juez la solicitud -meramente formal- de entrar en cualquier ordenador personal de cualquier persona sospechosa de terrorismo, o incluso, si la gravedad del caso así lo requiere, forzar la puerta de la vivienda en ausencia del inquilino para colocar micrófonos (un detalle que está pasando desapercibido en el escándalo digital).
"Es completamente absurdo", afirma Magda, camarera en un bar que ofrece wifi gratuito a sus clientes. "Mira este local, por ejemplo. Imagínate que un terrorista viene a tomarse un café aquí tres veces por semana, con su portátil, y está escribiendo correos en árabe con sus compañeros islamistas. Supongo que el Gobierno, si descubre esas comunicaciones, guardará todos los datos, entre ellos, la IP desde la que se conectan: la mía. ¿Paso yo a ser encubridora de planes terroristas? ¿Quién me garantiza a mí que ese dato luego no se va a utilizar en mi contra? ¿Tendría un antecedente penal por eso?", me pregunta, como si yo tuviera las respuestas. Lo único que tengo entre las manos es un cappuccino frío.
"O, sin ir más lejos, tú también te conectas aquí con nuestra IP. ¿Serías tú también sospechoso de terrorismo?"
"Si algún día escribiera lo que pienso de esta ley, quizá", bromeo. Ella no sonríe. Sí lo hace un chico que se sienta en el sofá del fondo, que nos escucha por encima de la suave música de fondo de Cole Porter.
"No deberíamos darle demasiada importancia a esto. Yo creo que es pura propaganda para que, si hay algún terrorista en Alemania, se sienta observado y quizá se lo piense dos veces antes de elegir este país como objetivo. Técnicamente, no sé si es muy posible el espionaje online. Yo curro en la rama informática, y tengo mis dudas. ¿En qué plataforma operan los troyanos? ¿Van a ser sólo para Windows? Eso querría decir que los terroristas se instalarían Linux rápidamente, o incluso operarían en un Mac... ¿el Gobierno tiene troyanos multiplataforma? ¡Primera noticia que tengo de que exista algo así!", se ríe.
Ahora Magda sonríe un poco más. Es un paso.
Los que no sonríen son los periodistas alemanes. Porque un subapartado de la ley exonera curiosamente de ser investigados a abogados, diputados y religiosos; pero nada se dice de periodistas. Medios como el Süddeutsche Zeitung o Der Spiegel -quienes ya sufrieron el espionaje del Estado a las comunicaciones de una de sus periodistas años atrás- se han enfrascado en una lucha pública para rechazar la ley, o, al menos, conseguir que el denominado Cuarto Poder, los medios de comunicación, no entren en ese saco y sigan pudiendo proteger legalmente sus fuentes de información. Y en los últimos años, empresas tan poderosas como la Deutsche Telekom o Siemens se han visto envueltas en escándalos de espionaje a sus propios empleados y cuadros directivos, como medidas para obtener informaciones comprometedoras en las intestinas luchas de poder que siempre tienen lugar en toda organización con más de 3 trabajadores.
El ministro del Interior, Wolfgang Schäuble, defiende que estas medidas son una herramienta antiterrorista que sólo se utilizará "en casos puntuales y graves". Schäuble, en silla de ruedas desde 1990 tras recibir tres balazos en un mitin (curiosamente no por un islamista, sino por un ciudadano alemán con problemas de esquizofrenia paranoide), quiere construir una sociedad más segura instalando un estado de vigilancia.
A Orwell esto le sonaría de algo, pienso mientras salgo del café con wifi.
A Orwell le hubiera aterrorizado ver el proyecto de aplicación de excepciones laborales para elevar la semana de trabajo a 65 horas. O el proyecto de introducir escáneres corporales en aeropuertos que literalmente te dejan desnudo ante una pantalla. O el proyecto, ahora ley, de virus patrocinados por el Ministerio del Interior.
Llego a casa, enciendo el portátil. Creo un archivo de Word dentro de la carpeta Próximas Acciones llamado Ataque en Alexanderplatz. Sonrío. Veremos si llego a fin de año en libertad.
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