Restablece el karma… por Navidad

Aprovechando estas fechas vamos a proponerles, queridos y pacientes lectores, un ejercicio de sinceridad: ¿Quién de entre todos ustedes no ha regalado nunca algo pensando en el provecho propio en lugar del disfrute ajeno? Puede que alguno de ustedes se sienta indignado ante esta capciosa pregunta, pero ¿acaso no regalaron ese cómic-película-vinilo a su amigo con la intención de que acabara por prestárselo algún día?, ¿nunca han invitado a cenar a alguien con el objetivo de beneficiarse de sus contactos (o de su tacto)?, ¿jamás regalaron a un familiar un libro que aquél nunca les pidió con la secreta intención de deslizarse una noche hasta su mesilla y hacerse con él?

¡Ah, sí! Claro que lo han hecho, a servidores no podrán engañarnos poniendo esa carita… Pero no se preocupen, porque nosotros, pecadores confesos en este difícil arte del regalarse a uno mismo, no seremos quienes les vayan a juzgar, sino que desde aquí les alentamos a perseverar en la sana tradición de aprovecharse de lo ajeno.

¡Ojo! Que no les estamos animando al hurto (ya me estoy viendo a uno de ustedes abriéndose la gabardina mientras derrama libros sobre la moqueta del centro comercial ante la atónita mirada de un miembro de las fuerzas de seguridad: «¡Me lo dijeron los Infames!»). Aquí de lo que se trata es de restablecer el karma que diría Earl J.Hickey: Tantos años recibiendo regalos absurdos por parte de la familia deben ser compensados, así que aprovechen estas fiestas y regalen con criterio (propio). Aquí les dejamos una pequeña guía de cómo gastarse el dinero en uno mismo y quedar como lo que ustedes son: unos señores.

Por ejemplo, supongamos que usted tiene un hermano pequeño o un sobrino al que debe regalar algo. Estos casos son peliagudos: los niños están descubriendo la Navidad y no deben ser defraudados, pero es que además… ¡no le van a regalar nada a cambio! Déjense de pamplinas y de autoengaños repitiéndose «la sonrisa de un niño no tiene precio»… ¡sí que la tiene! ¿Y la suya, qué? Pues alrededor de veinte euros. Eso es lo que les costará «El libro de las preguntas» de Pablo Neruda o cualquiera de las joyas de la editorial Media Vaca. «El libro de las preguntas» es un libro singular, en el que un anciano Neruda, hablando desde una suerte de voz antigua, se acerca a la manera en que los niños nombran las cosas. Las ilustraciones de Isidro Ferrer son auténticos poemas visuales que, sin renunciar al humor, alcanzan el territorio de la emoción. Lo último de estos locos valencianos: el «Robinson Crusoe» de Ajubel, una novela en imágenes inspirada en el clásico de Defoe. Cuando su hermano-sobrino acabe con él podrán disfrutar de él sin sentirse culpables. Regalen a esos locos bajitos y regálense a ustedes mismos.

Otro botón para esta muestra: los «clásicos» no son sólo los libros que pueden (y deben) leerse una y otra vez, sino aquellos que conviene tener siempre cerca. Si no tienen alguno de estos libros, aprovechen esta navidad para pedirlos y poner cara de buenos. Pero si ya tienen alguna antología de los cuentos de Guy de Maupassant o los de Edgar Allan Poe en bolsillo, el mejor consejo que les podemos dar es que regalen estas nuevas ediciones que les presentamos a alguien muy (muy) cercano, familiar o amigo, para poder disfrutar con ellas en cualquier momento. Ellos lo agradecerán… y no nos engañemos, ustedes también. La edición que ha preparado la editorial Páginas de Espuma de los «Cuentos completos» de Poe es un auténtico lujo, donde cada pieza tiene valor por sí misma: la traducción es la ya «clásica» de Julio Cortázar, y además de los prólogos de Carlos Fuentes y de Mario Vargas Llosa, cada cuento va precedido por una presentación/homenaje de uno de los 67 escritores latinoamericanos y españoles que se han conjurado en esta ocasión y para este libro.

«Cuentos esenciales» de Maupassant (Mondadori) sigue siendo una antología, pero sus más de 1.200 páginas la convierten en la más completa en español. ¿Novedades? Trae más de una: algún cuento hasta ahora no traducido se ha dejado caer entre la selección, pero tiene el aliciente de las ilustraciones de Ana Juan acompañando al texto. Lo demás es lo de siempre: uno de los mejores cuentistas de toda la historia de la literatura. Sin duda, el mejor del XIX.

Apostilla infame: les recordamos que todavía están a tiempo de votar el mejor libro de este año… ¡y de llevarse un premio! Lo único que deben hacer es registrarse y elegir entre los libros que han aparecido en esta sección a lo largo de 2008. Las posibilidades son muchas e incluyen entre otros a Eduardo Mendoza, Javier Argüello, Georges Perec, Joyce Johnson, Douglas Coupland, Ann Beattie, Ricardo Menéndez Salmón, Patrick Modiano, Jaroslav Hasek, Ricardo Fogwill… así que no me sean remolones, que igual los reyes les dejan algo que no esperaban. Hasta el martes tienen tiempo.