Estamos seguros que para muchos de nuestros lectores el cantante Serge Gainsbourg es el adalid de lo cool: autor genial, drogadicto y mujeriego (¡y menudas mujeres, oiga!), polémico... sin embargo, son esos mismos que idolatran el malditismo trendy del francés los que denostan sistemáticamente el sano humor escatológico, condensado en el mantra infantil "caca-culo-pedo-pis", como expresión de lo más zafio y vulgar. Pues bien, que sepan todos aquellos que así piensan que su amado Gainsbourg era un pedorro. Y de los buenos. Algo que nos ha quedado claro tras devorar su divertidísimo cuento parabólico 'Evguénie Sokolov', recientemente editado por Antonio Machado Libros.
Gainsbourg y Birkin.
¿Pero quién diablos es Evguénie Sokolov? Bueno... parecería obvio que se trata del protagonista de esta pequeña novela, sin embargo Evguénie Sokolov también es el propio Gainsbourg. En el prólogo Guillermo López Gallego nos da las claves autobiográficas de esta novela, cuyo personaje tantas similitudes guarda con el propio Gainsbourg, algo que el cantante nunca negaría ("Evguénie Sokolov es una autobiogrfaía con gran angular"). Y es que el pintor Sokolov también es un personaje que aspira a la gloria sin importarle que ello termine por acarrear su destrucción, un tipo que logra triunfar a pesar de —o gracias a— sus taras sociales: ser rematadamente feo (¡Gainsbourg era muy difícil de mirar!) o una manifiesta incapacidad para mantener cerrado el esfínter en el caso de Sokolov. Prrrrt! Uy, perdón...
Y esa incapacidad es la que determina la continua expulsión de irreprimibles ventosidades por parte del protagonista desde su más tierna infancia. Algo que comprobaría alarmada su niñera cuando espolvorease talco sobre su sonrosado culito de infante o él mismo, cuando jugando al escondite con sus compañeros de colegio, una inoportuna flatulencia acababa siempre por revelar su posición. Y no se lo pregunten, porque ya se lo cuento yo: por supuesto que la vida sexual de este soplete humano era terrible... y no precisamente para él, sino para quien por ejemplo tuviera la desgracia de estar practicándole una felación bajo las sábanas en el momento de producirse la deflagración intestinal.
Pero será este desarreglo digestivo el que acabe por proporcionarle el éxito como pintor (por cierto, algo que Serge Gainsbourg intentó antes de triunfar en la música), ya que son estas ventosidades las que le ayudan a crear a Sokolov sus cotizadísimos 'gasogramas', en los que la crítica cree encontrar un místico e hiperabstracto lirismo (un servidor les puede asegurar que tras leer esto no puede volver a mirar un Pollock sin cuestionarse muchas cosas...). A medida que vamos avanzando páginas, divertidas y repletas de metano, asistimos a la sublimación y caída de nuestro héroe Sokolov/Gainsbourg hasta un apoteósico y ruidoso final.
Pero también puede que Gainsbourg no fuera realmente un pedorro, y que dichas ventosidades emanaran de su émulo punk, Gainsbarre (una nueva máscara que se creó el cantante), quien entre otras lindezas dejó de piedra a un presentador televisivo al anunciarle su deseo de follar con Whitney Houston... con ella presente también en el plató (¡lo realmente punk habría sido proponérselo hace un par de años, Monsieur!). Este cruce entre Espartaco Santoni y Sid Vicious es el que dedicaría una canción a Evguénie Sokolov, en la que el francés se hizo cargo de los arreglos de viento. Y perdón por el chiste fácil.
Cuando el libro apareció en la prestigiosa casa Gallimard la crítica francesa lo molió a palos (algo que suena raro en un país que aplaude los pedos literarios de un Sabina, por ejemplo). Pero también hay quienes emparentan la única novela de Gainsbourg con una cierta tradición francesa, escatológica, humorística y sexual, que tendría un pie en Rabelais y el otro en el estribo del marqués de Sade. Y si no se fían ni de unos ni de otros, le cedemos esta tribuna a John Zorn (¡grande!) para que sea él quien les ofrezca un alegato final: "Nunca he leído nada igual. 'Evguénie Sokolov' le dará escalofríos. Le dará risa. Es probable que también le dé asco. La visión de Gainsbourg es única: auténtica y convulsiva. Pero no olvide taparse la nariz".
Si quieren saber más acerca de la vida y milagros del francés pueden hacerse con 'Serge Gainsbourg', la biografía que le dedicó Sylvie Simmons y que apareció el año pasado en la colección Reservoir Books de Mondadori. Aaah... ¡pero qué a gusto nos hemos quedado!
*Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca forman el colectivo literario 'Tipos Infames'.
Gainsbourg, en la Balada de Melody Nelson.
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