"La letra, con sangre entra"; "La pluma es más fuerte que la espada"... ¿Quién no ha escuchado alguna vez estos dos refranes? Pero, ¿cuántos nos hemos detenido a analizar lo que tienen ambos en común? Los dos se refieren a la presunta oposición existente entre las armas y las palabras, algo que suele hacer que pase desapercibido lo próximas que pueden llegar a estar las profesiones del escritor y del militar. Dedicaciones tan opuestas y a la vez tan parecidas. Igual que hay quien es capaz de hallar poesía en la guerra hay otros que conciben la literatura como un campo de batalla, como una clase de guerrilla, empleando su pluma como una suerte de arma.
El panorama literario español está plagado de autores que en su día fueron militares: desde el propio Cervantes (quien en su Quijote disertó sobre el tema, concluyendo que "Las armas requieren espíritu, como las letras"), hasta Garcilaso de la Vega, pasando por Diego Manrique o el Duque de Rivas. El caso de Antonio Ros de Olano (1808-1886) no es diferente. Criado en plena Guerra de Independencia, veterano de las Guerras Carlistas, destinado en Ceuta y Marruecos y consejero militar de María Cristina e Isabel II —esta última le nombraría Comandante General—, Ros de Olano fue lo que todos coinciden en denominar como un "hombre de su siglo", un hombre capaz de aunar su condición de noble, militar y político, con el espíritu tardo-romántico de los tiempos que le tocaron vivir. Y es que Ros de Olano vivió plenamente en los círculos artísticos del Madrid de mediados del XIX, junto a Zorrilla o Espronceda, con quien fundaría la revista "El Siglo", donde Ros de Olano hizo sus primeros pinitos literarios.
¿Qué clase de literatura podemos esperar de semejante personaje? En los relatos y las memorias que la editorial Crítica ha recuperado está la sorprendente respuesta. Porque la creación literaria de este abanderado del liberalismo y la moderación política está mucho más cercana a las innovaciones estilísticas del siglo XX que a los ejercicios románticos de sus contemporáneos. Es quizás por eso que Ros de Olano fue desde su primera publicación un autor maldito, un incomprendido tachado muchas veces de inconstante o incoherente.
La compilación de la edición que nos ocupa se divide en tres partes (Relatos, Episodios Militares y Memorias) que destilan un sabor decimonónico inconfundible. Y si bien los Episodios Militares no van más allá de lo que prometen (son eso, recuerdos de las campañas de la Primera Guerra Carlista), los Relatos y las Memorias esconden mucho más. 'La noche de máscaras' o 'El ánima de mi madre' son relatos que apuntan a la temática romántica pero desde una óptica tan onírica, tan ambigua y tan alejada de los recursos de la época que podemos asegurar que en ellos se encuentra el germen del surrealismo español. 'Los niños expósitos' es un relato a la manera de las 'Leyendas' de Bécquer, pero de un simbolismo más cercano a la pesadilla que al sueño romántico. Y su 'Historia verdadera o cuento estrámbotico, que da lo mismo' es un sorprendente relato modernista escrito cuando Rubén Darío no contaba ni tres años.
En sus 'Jornadas de Retorno', donde recopila recuerdos de su infancia, Ros de Olano se muestra tan caótico y tan incoherente como le veía la crítica de la época, pero precisamente ese desorden mental hace que sus memorias resulten tan originales y apetecibles. No olvidemos que para Ros de Olano la literatura era una afición grotesca y estrámbotica, el capricho de un hombre de aspiraciones más mundanas, pero precisamente esa condición de aficionado es la que le permitió tomarse muchas más libertades y experimentar con la palabra, adelantándose a sus contemporáneos.
Ya no quedan tordas como las de antes...¡cojones!
Por cierto, y ya que hablamos de refriegas literarias, nos van a permitir unas palabras más para terminar. Con frecuencia un furibundo admirador de Pérez-Reverte nos censura nuestra manía de darle palos a don Cipote de la Manga. Pues bien, la casualidad —o no— ha querido que sea el caníbal de Rafael Reig (otro admirador de la obra del inmortal cartagenero) el encargado de prologar la misma obra de Alonso de Contreras para La Tinta de Calamar. ¡Menudo duelo! Sr. Reig, si necesita padrinos no dude en buscarnos.
*Carlos Serrano, tercio de Infantería y aprendiz infame a tiempo parcial". El colectivo literario 'Tipos Infames' se compone de Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca.
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A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.
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