El patio de mi casa es muy particular

BRISBANE (AUSTRALIA).-  A las cuatro de la tarde pasan los loros arcoiris que se están poniendo las botas ahora que las grevileas y los escobillones rojos están en flor. Uno de los pavos de matorral levanta la cabeza del montículo de hojas secas que es su nido, como si el jaleo de los loros le distrajera de su importante tarea de mantener los huevos a la temperatura óptima.

Hace unos días que no veo a Pancho, nuestro lagarto dragón, pero hoy sí que están los dos inmutables podargos descansando en una de las ramas del eucalipto esperando el atardecer. El patio de mi casa, como el de muchas otras casas de Brisbane, está repleto de animalitos. Sólo tienes que prestar un poco de atención y los verás.

Hacia el atardecer la cosa se va animando incluso aún más. Mientras cenamos, en el techo se está llevando a cabo una campaña de acecho, acoso y captura. Las luces de la terraza atraen a una miríada de insectos confiados que los geckos en formación circular cercan y zampan. El pósum de nuestra casa corretea por la barandilla, se para, enfila y se lanza al primer árbol de su periplo nocturno. Se empiezan a escuchar también los gritos de los otros posums de cola de anillo y las hojas que chocan unas con otras cuando las ramas se doblan por el peso de los animales. En el cielo se recortan las alas de los murciélagos que buscan las dulces frutas. Nosotros nos retiramos ya y la noche es suya.

Inaki Goni

Un podargo del patio de Arritxu.

A eso de las cuatro de la mañana hay veces que me parece estar en mitad del rodaje de Poltergeist y, si la cama levitara, ni me inmutaría. Durante la mayoría del año sólo compartimos la cavidad en nuestro cielo raso con un pósum hembra. Para ser justos, hay que decir que ella estaba aquí antes que nosotros, así que supongo que, desde su punto de vista, nosotros somos los okupas y es ella la que se ha tenido que adaptar a nuestra presencia. Cuando llegamos, vivía en la cavidad del cielo raso del spa que había debajo de la casa y, cuando decidimos —unilateralmente— quitarlo, tuvo que buscar otro hueco en el que cobijarse. La caja de cerveza vacía encima del frigo del sótano fue una solución temporal. Sin embargo, ni a mí me gustaba demasiado encararme con su trasero cada vez que iba a sacar una cerveza, ni a ella encontrarse tan expuesta a miradas indiscretas.

Un día nos dimos cuenta de que por debajo de la casa había encontrado una manera de entrar por el hueco de la escalera y trepar hasta el cielo raso entre la planta baja y el primer piso. Comenzaron ahí una serie de episodios típicos de Correcaminos y el Coyote. Tuvimos nuestras dulces victorias, pero la guerra la ganó ella y, a diferencia del coyote, nosotros nos rendimos para el vigésimo sexto plan. A lo que es más difícil de acostumbrarse es a las peleas o lances amorosos —no estamos seguros de cuál es cuál— que tienen en esta época del año. Un segundo pósum suele entrar por otra apertura y los dos se persiguen por entre las vigas, chillando y bufando de un lado a otro, con mi cama situada obviamente en mitad de todo el bochinche.

Ekaitz Rivas

Los posums de casa de Arritxu...

Entre las cinco y las seis de la mañana se produce el cambio de guardia. Los animales nocturnos desaparecen de la vista y los loros vuelven a desayunar. Hoy se oyen también las cucaburras. Según una leyenda aborigen, la llamada de las cucaburras es una señal a los espíritus del cielo para que enciendan el sol por la mañana y lo apaguen por la noche. Los científicos dicen que es para informar a las otras cucaburras de cuál es su territorio. Yo creo que las cucaburras son unos pájaros muy listos que ya se habían dado cuenta, antes que los psicólogos, de que el reír es un hábito muy saludable que alivia las tensiones y ayuda a mantener la perspectiva de la situación.