Cuando la fotografía no basta para ganar el Premio Nacional de Fotografía

Teclee bledayrosa.com. Límpiese los pies en el felpudo, está entrando en la web de los nuevos Premios Nacionales de Fotografía. Felicidades. Les mando a su página porque es difícil que tengan conocimiento o recuerdo de su obra. Y menos de ellos: María Bleda, Castellón 1969, y José María Rosa, Albacete 1970. No son lo que se dice dos caras populares. Ni siquiera entre los fotógrafos. El jurado ha estimado que Bleda y Rosa representan la renovación de uno de los fundamentos del medio fotográfico, la fotografía documental, a través de una profunda reflexión sobre la relación entre memoria, espacio e imagen. Yo lo dudo.

Alarcos. 19 de julio de 1195. Serie 'Campos de batalla'. © Bleda y Rosa

La famosa manera aséptica, impávida, gélida y sosa de retratar lugares está relacionada directamente con la tropa de imitadores que la escuela del matrimonio Bernd & Hilla Becher, de Dusseldorf, ha producido. A su vez, los Becher son parte de la legión de artistas conceptuales que han salido de Dusseldorf siguiendo las enseñanzas de su lider más conocido: Joseph Beuys.

Homo Antecesor. Serie 'Origen'.

Una vez muerto Duchamp, Beuys, ya muerto también, se convirtió en el artista conceptual europeo por antonomasia y en el tipo que más cabreos ha producido entre la gente que ha querido acercarse al arte contemporáneo con muchas ganas de disfrutar, pero con pocas ganas de leer y de comprender. Para no aburrir, digamos, un poco a la ligera, que, en lo que respecta a su relación con el espectador, el discurso de Beuys toma prestada de Berthold Brecht la teoría del distanciamiento. Según esta, y mediante una serie de técnicas, el autor debe romper cualquier posibilidad de empatía entre los personajes de sus obras y el público, con el fin de que se produzca un juicio más frío y ecuánime de la situación que se está representando. Dicho de otro modo: la frialdad cardiaca afila el seso.

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Marina Abramović representando la obra de Joseph Beuys 'Cómo explicar cuadros a una liebre muerta' (1965) . © Atillio Maranzano.

Podemos comprobar lo áspero que es enfrentarse a Beuys dándonos un paseo por la red: un discurso a una liebre disecada, una bandejita de pastelería manchada de tomate, un trasto informe y metálico suspendido de una viga... Para reverenciar a Beuys, no basta con pasmarse ante la piel de su obra. Hay que hincarle el diente a un denso y germánico tostón teórico, lleno de ideas atrevidísimas, que la mayoría de las veces más tienen que ver con la política o con el papel del artista ante la sociedad, que con lo que convencionalmente entendemos como artes plásticas. A cualquiera que le interese el Arte y la política el acercamiento a su teoría 'Cada hombre, un artista' le habrá causado una honda conmoción. No es extraño que haya creado escuela: un rastro de artistas que repiten hasta la saciedad el gesto grave, solemne y abrumado del 'Vampiro de Dusseldorf'. Y cientos de fotógrafos se cuentan entre estos defensores de las teorías ultracongeladas de este ex piloto de bombardero de la Luftwaffe, en cuya cara quedó grabado de por vida el derribo que su avión sufrió en tierras de Crimea.

Podemos achacar a Beuys pobreza plástica, pero no ideológica. Mientras, la contemplación de las innumerables series de depósitos de agua, silos y torretas industriales de los Becher es una autentica celebración de la fotografía en blanco y negro, del arte de la repetición, de la variación y del enfrentamiento. Pero me temo que tras esos grises armatostes hay poco. 50 años y miles de imágenes me parecen demasiado para alimentar una sola idea: "¡Qué descarnado y lúgubre es el monótono mundo moderno que nos ha traído la industria!" Mucha foto y poca chicha.

Depósitos de agua (1980) © Bernd and Hilla Becher

Volvamos a Bleda y Rosa. No dudo que tengan ansias dusseldorfianas que les lleven a intentar ser ásperos y poco acogedores, pero no lo consiguen. Han sabido liberarse del monocorde yugo de los Becher. Tienen fotografías que son verdaderamente hermosas, nacidas de los grandes temas que siempre han perseguido al ser humano: su origen, su capacidad de transformación, su capacidad de destrucción. Denle un vistazo a la serie sobre el origen del hombre. Hay alguna foto que yo no catalogaría de documental, ni de reflexiva, ni de conceptual. Son magníficos ejemplos de la mejor fotografía de paisaje. Y su calidad testimonial no aflora, a no ser que alguien venga a recordárnoslo. Quizás, como los buenos ensartadores de perlas, se han cuidado de enfilar sus colecciones de fotos con un sólido hilo conceptual, tan fino, que pasa inadvertido a los ojos del espectador poco avisado. Y, sólo después de conocerlo, ayuda a ver de una nueva manera las secas escenas de Bleda y Rosa.

Si después de contemplar un buen puñado de fotos alguien se acerca y nos susurra: "Son todo escenarios que un día fueron campos de batallas feroces", el efecto de sobrecogimiento debe ser el mismo que el que se apodera de nosotros cuando tras una buena película aparece la famosa leyenda: "Esta película está basada en hechos reales..." Parecería que, si la fotografía no es una reflexión sobre la realidad, no es más que un puro fuego de artificio. Parece que la buena fotografía tiene la capacidad de emocionarnos tanto con su propia carne como con las ideas que las hicieron nacer.

*David de la Torre y Sofía Moro son nuestros colaboradores de fotografía.